
La caÃda de Pedro Castillo como presidente de Perú, destituido por el Congreso y arrestado por la policÃa, es un tiro por elevación a la polÃtica regional de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Ambos ejercieron casi un padrinzago sobre Castillo que luego se verÃa reflejado en un alineamiento total de Perú con México que ahora queda en la incertidumbre ante la llegada de la vicepresidente de Castillo, Dina Boluarte.
Al momento de ser detenido Castillo iniciaba el trayecto para aislarse en la embajada mexicana de la capital peruana.
El origen de esta alianza comenzó a través de Carlos Slim, que tiene diversas inversiones en Perú y que, ante la perdida de valor constante de las mismas por la inestabilidad polÃtica del paÃs sudamericano, le pidió tanto a AMLO como a Ebrard que ayudaran a Castillo.
No fue difÃcil porque además al tabasqueño le agrada la historia de Castillo, de ser un maestro rural a la presidencia del paÃs.
El presidente se lo tomo seriamente. Envió a Rogelio RamÃrez de la O a Lima asesorar a Castillo y, según pudo conocer LPO, hubo otros viajes de funcionarios pero que ya se hicieron de modo no oficial para evitar las acusaciones del Congreso peruano de un supuesto injerencismo mexicano en asuntos domésticos.
Por cierto: la oposición a Castillo tiene mucho que decir sobre ciertos arreglos del secretario de Hacienda mexicano en Perú, uno concretamente ligado a una empresa petrolera.
Por otra parte desde la CancillerÃa mexicana se ejerció una asesorÃa permanente sobre sus pares peruanos a través de Maximiliano Reyes, subsecretario para América Latina.
También habÃa una agenda en materia de seguridad con los militares mexicanos ya que el PacÃfico sudamericano se ha convertido en otro escenario de fuerte presencia de carteles mexicanos. Perú esta dispuesto a funcionar casi como una base mexicana para funciones de inteligencia y supervisión de esos grupos delictivos.
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