Es una obviedad decir que Pedro Sánchez es un líder que entiende de superación de obstáculos. Lograr salir de laberintos imposibles es una cualidad desde que recuperó la Secretaría General del PSOE en 2018. Sin embargo, el presente parece ponerle la situación complicada de verdad.
El caso Koldo es un verdadero cisne negro en medio de una coyuntura difícil. La amnistía negociada con Carles Puigdemont lo ata de pies y manos porque le abre demasiados frentes de conflicto: con la derecha, con los disidentes del PSOE y con los propios catalanes.
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Pero si hay algo que el líder del PSOE no tolera es perder el control de la agenda. Con la amnistía, la pirotecnia discursiva fue el combustible de la pelea con la derecha y la ultra derecha para dividir el debate público en bandos.
A la disidencia socialista representada por Emiliano García Page lo enfrentó con un sanchismo implacable luego de fusionar partido y gestión y llenar de dirigentes leales en los principales cargos tanto en Ferraz como en Moncloa.
Pero Ábalos no es García-Page. El exministro fue uno de los primeros en confiar en Sánchez para su pelea con la vieja guardia socialista de Susana Díaz, un "sanchista" leal de esos que el presidente de Gobierno quiere en los cargos y en la pelea pública. Un Oscar Puente o una María Jesús Montero que defienda cada ápice de la gestión sin necesidad de conceder autocríticas.
Por eso, este golpe duele más como un puñetazo de espalda o una ola de una playa que te revuelca y te desconcierta, toca una fibra sensible de la que el PSOE estaba limpio como la corrupción. Por eso, por más que Sánchez ensaye una respuesta bien armada a las acusaciones del Partido Popular, afecta una narrativa que hasta ahora no había sido alcanzada por la polarización política.
"Es como una mancha de humedad. Arranca pequeña pero no sale más y puede hacerse más grande", explica a LPO una fuente del PP que considera que la crisis socialista puede ser un tiro de gracia para el gobierno de coalición.
En el PSOE lo descartan. Pero reconocen que "hay que dejar de hacer goles en nuestra meta". "No nos entran más problemas internos", admiten fuentes de Ferraz en relación a la crisis de Sumar y Podemos.
En efecto, los interrogantes que recorren en Ferraz están relacionados a cuántos dirigentes pueden caer en la trama a partir de las declaraciones que pueda efectuar Ábalos.
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La mirada está puesta en Sánchez, Cerdán y Salvador Illa. Y, por último, cuál puede ser la consecuencia si Sánchez no lograr resolver puertas adentro y para el debate público la idea que el PSOE sea un partido corrupto.
"Ábalos puede hablar y, aún diciendo mentiras, tiene en sus manos las chances de hacer mucho daño", concluye una fuente socialista preocupada por el desenlace futuro de esta crisis.
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