Cuando se habla de la "buena calidad de vida" de un país, políticos y economistas utilizan, por lo general, una única referencia para medirlo: el Producto Interno Bruto (PIB). En el imaginario colectivo del capitalismo global, el crecimiento económico es sinónimo de riqueza y desarrollo.
Esta anhelo de crecimiento permanente no solo es el responsable de una imparable y frenética extracción de recursos naturales (energía, agua, minerales, etc.) de un planeta finito, modelo productivo que está detrás de la crisis climática, según un amplio consenso científico. Tampoco repercute en el bienestar humano y social.
A esa conclusión ha llegado Morten Tønnessen, profesor de filosofía en la Universidad de Stavanger (Noruega) en una investigación científica titulada "PIB desperdiciado en EE.UU", que recientemente ha sido publicada por la Revista Nature.
La perspectiva del "PIB desperdiciado", explica el autor, aborda los beneficios y costes del crecimiento económico. Su objetivo final es favorecer "la priorización de políticas que promuevan un bienestar genuinamente sostenible".
Al analizar los datos del Índice de Desarrollo Humano (IDH), que combina datos de ingresos y datos de bienestar no relacionados con las remuneraciones (salud, esperanza de vida, educación, etc.), un total de 21 países superan a Estados Unidos en materia de bienestar a pesar de tener un PIB per cápita más bajo, algunos hasta 37,5% menor.
"El crecimiento verde no se está produciendo y no va a evitar una catástrofe climática"
"¿Cómo se pueden utilizar los datos del Índice de Desarrollo Humano (IDH) para evaluar las formas en que los niveles de ingresos se correlacionan con el desempeño del bienestar y en qué medida el PIB se desperdicia al no mejorar, de hecho, el bienestar?", se pregunta el investigador como disparador de su estudio.
Su supuesto básico es que el PIB se "desperdicia" si no sustenta el bienestar. "El análisis del PIB desperdiciado puede servir como base para explorar una pregunta de investigación adicional, relacionada con las conexiones entre la actividad económica, el bienestar y el impacto ambiental, a saber: ¿En qué medida las presiones ecológicas resultan de la proporción del PIB que se desperdicia?", introduce el autor.
Una de las conclusiones es que "sin ningún PIB desperdiciado", las emisiones anuales de CO2 de Estados Unidos podrían haber sido entre 1,268 y 1,767 millones de toneladas menores, lo que representa entre el 3,6% y el 5,0% del total mundial.
En cuanto a la huella material, la de Estados Unidos podría haber sido al menos 2,625 millones de toneladas menor sin desperdiciar el PIB. Se trata de un porcentaje a nivel global superior a la huella material de Brasil y casi tanto como la huella material de toda Asia occidental.
La idea subyacente detrás de este concepto, en línea con la noción de "crecimiento antieconómico", fue descrita por primera vez por el antropólogo Jason Hickel, uno de los máximos exponentes de la Teoría del Decrecimiento.
Este pensador propone un "experimento mental" para dimensionar el "desperdicio" del PIB. "Si Portugal tiene niveles más altos de bienestar humano que Estados Unidos, con 38.000 dólares menos de PIB per cápita, entonces podemos concluir que 38.000 dólares del ingreso per cápita de Estados Unidos están efectivamente "desperdiciados". Eso suma 13 billones de dólares al año para la economía estadounidense en su conjunto. Eso equivale a 13 billones de dólares en extracción, producción y consumo cada año, y 13 billones de dólares en presión ecológica, lo que no añade nada, en sí mismo, a los fundamentos del bienestar humano".
A su juicio, se trata de un "daño sin ganancia", que significa que la economía estadounidense "podría reducirse en un asombroso 65% con respecto a su tamaño actual y, al mismo tiempo, mejorar las vidas de los estadounidenses comunes y corrientes, si los ingresos se distribuyeran de manera más justa".
Siguiendo este razonamiento, Tønnessen detalla que si el propósito del crecimiento económico es mejorar el bienestar humano, entonces se debería esperar que Estados Unidos, cuyo ciudadano promedio tiene un ingreso considerablemente más alto que el ingreso promedio en la mayoría de los demás países, le vaya "muy bien" en términos de desempeño en materia de bienestar.
Sin embargo, países como Israel, Malta, Eslovenia, Austria, España, Chipre y Grecia obtienen mejores obtienen resultados que Estados Unidos en desarrollo humano pese a tener un Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita más bajo.
Según la investigación, "priorizar el bienestar humano en las políticas sociales y económicas mejora el desempeño del desarrollo humano y es menos derrochador en términos de presiones ecológicas".
Por ende, los "países ricos" pueden mejorar el bienestar desde los niveles actuales incluso en escenarios de estado estacionario/decrecimiento "si la reducción económica se combina con un reparto mucho más equitativo".
Para el autor, su estudio puede motivar "optimismo o pesimismo" con respecto a las perspectivas de un desarrollo humano sostenible en el siglo XXI.
Lo primero porque hay margen para "lograr mejoras sustanciales en el desarrollo humano". Esto se puede hacer "sin aumentar las presiones ecológicas".
Y pesimismo porque "las presiones ecológicas que actualmente resultan de los altos niveles de desarrollo humano en las economías avanzadas evidentemente todavía están lejos de niveles ambientalmente sostenibles".
"Incluso eliminar cualquier PIB desperdiciado en todos los países ricos, tal como se define en este artículo, mediante la optimización de políticas que apuntan al mayor desarrollo humano posible bajo las condiciones actuales de recursos, no resultará en nada remotamente parecido a una sociedad verdaderamente sustentable desde el punto de vista ambiental", aclara la investigación en sus conclusiones.
"Este nuevo artículo encuentra que entre el 38% y el 59% del PIB de Estados Unidos se "desperdicia" (junto con miles de millones de toneladas de carbono), en el sentido de que sin él se podrían lograr mejores resultados en materia de desarrollo humano", explica Hickel en uno de sus últimos tuits.
Los resultados, en definitiva, refuerzan la urgente necesidad de un debate político a gran escala "sobre la naturaleza y los efectos del crecimiento económico y los diferentes modelos económicos".
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