Después de cuatro intentos, Benjamin Netanyahu está a un paso de volver al cargo de primer ministro de Israel. Su partido, el Likud, tiene aseguradas 32 bancas de las 120 del Parlamento, y junto a los aliados ortodoxos y de extrema derecha alcanza una mayorÃa cómoda de 65 escaños. Con el 86% de los votos escrutados, el resultado parece irreversible: el primer ministro en funciones, Yair Lapid, suspendió su participación en la cumbre climática de la COP27 en Egipto y les pidió a sus ministros y funcionarios que se preparasen para una transición ordenada.
"Todo ciudadano israelÃ, religioso o laico, de izquierda o derecha, judÃo o árabe, heterosexual o LGBTI, debe saber que continuaremos luchando para que Israel sea un Estado judÃo, democrático, liberal y progresista", dijo anoche Lapid. A esa altura, el dirigente centrista se aferraba a los 450.000 votos de aquellos israelÃes que no sufragaron en centros de votación, es decir, soldados, diplomáticos, presos, hospitalizados y mujeres vÃctimas de violencia de género que viven en refugios. Esos votos se terminarán de contar el jueves, pero apenas podrán cambiar la tendencia.
Israel: Netanyahu se juega su futuro polÃtico y Lapid busca aliados para mantenerse en el poder
Estos comicios, los quintos desde 2019, dejaron afuera del Parlamento a la izquierda pacifista de Meretz, a los nacionalistas palestinos de Balad y a la derecha expansionista de Hogar JudÃo. En cambio, convirtieron a la coalición ultraderechista de Sionismo Religioso en la tercera fuerza con 14 bancas, por detrás del partido de Lapid, Yesh Atid o Hay Futuro, que obtuvo 24. El ascenso de Sionismo Religioso asusta a los sectores moderados del paÃs, a la población palestina dentro de Israel y en los territorios ocupados y a la administración Biden. Netanyahu tendrá que calibrar el extremismo de sus socios.
La estrategia del lÃder del Likud funcionó. Primero se ganó la lealtad de los partidos ultraortodoxos Shas y JudaÃsmo Unido de la Torá y después reunió a grupos marginales de nacionalistas, supremacistas judÃos y homofóbicos en una única lista para evitar la dispersión de votos. Asà fue tomando forma Sionismo Religioso, liderado por los diputados Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir. Smotrich se hizo conocido por oponerse a la marcha del orgullo gay y la integración entre árabes y judÃos. Estuvo preso unas semanas por boicotear la retirada de los colonos israelÃes de la Franja de Gaza en 2015.
Sin embargo, Ben-Gvir fue la revelación de la campaña. El abogado va mucho más lejos que su socio y defiende la deportación de ciudadanos israelÃes de origen palestino y la pena de muerte para los "terroristas". En realidad, el grueso de su base, los jóvenes religiosos y los colonos en la Cisjordania ocupada, usan "terrorista" y "árabe" como sinónimos. Ben-Gvir les pidió a sus seguidores que cambiaran los cantos de "muerte a los árabes" por "muerte a los terroristas", aunque le interesa poco mostrarse más moderado. Después de todo, moldeó la radicalización de la sociedad israelà en las últimas tres décadas.
Sin apoyo de Estados Unidos, Netanyahu intenta volver al poder en Israel
Ben-Gvir participó de las protestas contra los Acuerdos de Oslo para llegar a una paz duradera con los palestinos y amenazó al entonces primer ministro Isacc Rabin semanas antes del magnicidio contra el lÃder laborista y premio Nobel de la Paz. Fue discÃpulo de Meir Kahane, un rabino de origen estadounidense que fundo el partido racista Kach, más tarde ilegalizado y considerado una organización terrorista dentro y fuera de Israel. La ideologÃa racista de Kahane, un Estado teocrático exclusivamente para los judÃos, sobrevivió a su asesinato en 1990.
Hasta no hace tanto tiempo, Ben-Gvir tenÃa en su casa una foto de Baruch Goldstein, un fundamentalista que masacró a 29 palestinos en la ciudad ocupada de Hebrón en 1994. Ben-Gvir y Goldstein pertenecÃan al partido de Kahane, Kach. Semanas atrás, el dirigente de Sionismo Religioso sacó su arma en el barrio palestino de Sheikh Jarrah en Jerusalén y exigió a los policÃas que lo custodiaban que disparasen contra los "terroristas". Los nacionalistas judÃos quieren ocupar el barrio y al acoso a la población palestina es constante. Ayer por la noche, los seguidores de Ben-Gvir festejaron los resultados tirando piedras a los vecinos árabes de Sheikh Jarrah.
Netanyahu se reunió hace poco con Ben-Gvir en el Hotel Waldorf Astoria en Jerusalén, pero no quiso sacarse fotos. Ninguno reveló el contenido de las negociaciones. El lÃder del Likud era consciente del crecimiento de Sionismo Religioso en las encuestas. Smotrich nunca generó el entusiasmo que Ben-Gvir suscitó en campaña entre los jóvenes radicalizados, los ortodoxos y los votantes desencantados de las otras fuerzas de derecha -incluido el Likud- y sabe que debe el resultado a su compañero.
Ben-Gvir aseguró que exigirá el Ministerio de Seguridad, lo que implicarÃa darles luz verde a los extremistas religiosos y nacionalistas que atacan a palestinos en los territorios ocupados. Como abogado, defendió a colonos y jóvenes radicalizados involucrados en ataques contra la propiedad palestina. Ben-Gvir mismo fue condenado en el pasado por incitación al odio y apoyo al terrorismo. Ahora podrÃa convertirse en ministro y legitimar la narrativa racista y anti árabe.
"Es hora de que volvamos a ser dueños de esta tierra", aseguró en su discurso tras conocerse los primeros resultados. La pelota está en el tejado de Netanyahu. En sus 12 años como primer ministro, el lÃder del Likud polarizó a la sociedad, combatió a Hamas con sucesivos bombardeos sobre Gaza, alentó la expansión de los asentamientos israelÃes en territorio palestino ocupado y alentó el resurgimiento de la derecha inspirada en Kahane para engrosar su bloque de poder. Pero nunca imaginó que su creación tomarÃa tanto impulso y ganarÃa tanto peso en su futuro gobierno. Es un escenario desconocido incluso para Netanyahu.
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