04 de mayo, 2024
Editorial
Rumbo al Comité de Descolonización desde una posición superadora
La próxima visita de nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner al Comité de Descolonización de Naciones Unidas es un gesto con gran significación política para el sensible ámbito de las relaciones diplomáticas. |
Que una jefa de estado se haga presente ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas no es un gesto frecuente. Por ello consagra desde lo político, la firme convicción de que Malvinas es una política de estado, pero también, y fundamentalmente, que nuestro país asume una posición distinta, desde una síntesis superadora.
Lo que sucede, es que en torno Malvinas se dirimen cuestiones tan significativas para nuestro futuro económico y social, que no pueden ser dejadas al arbitrio ni del nacionalismo militarista ni de una política exterior pensada por viejos sectores atados a legalismos funcionales a intereses exógenos. Hoy, sin lugar a dudas, la solución del conflicto está en el plástico poder transformador de la política.
Ese mismo plástico poder de la política es el que ha permitido superar el empantanamiento diplomático de décadas de gestión inercial de la causa Malvinas, asfixiada por dos posiciones extremas e irreductibles: el militarismo y la indiferencia rigorista de quienes creían que ya nada correspondía hacer, más que proceder administrativamente.
Sacar a la causa Malvinas del piloto automático ha sido el primer gran paso, iluminando Malvinas hacia atrás y hacia adelante, tanto como una cuestión del pasado que merecía ser discutida, como también, y fundamentalmente, como una cuestión del futuro que exige un máximo de inteligencia y creatividad para la acción.
El segundo gran paso fue decantar y enunciar claramente que como sociedad promovemos una visión ni militarista ni cipaya de la resolución de la causa Malvinas. Este es lugar diferente donde emerge la posición superadora. No somos militaristas, porque sabemos que el camino no estuvo ni estará por la vía de las armas. Desde la desclasificación del informe Rattenbach, la Guerra de 1982 fue un acto militar de un gobierno no político. Los Argentinos somos gente de paz, los suramericanos somos un pueblo de paz. Tampoco somos cipayos, es decir, no somos secuaces a renta de los intereses extranjeros, de aquellos mismos intereses que han condicionado nuestra prosperidad y nuestra identidad social, y aun continúan haciéndolo.
El 14 junio, el gobierno argentino se presentará y expondrá sobre el tema Malvinas ante el Comité de Descolonización desde una síntesis superadora: paz, legitimidad colectiva y desarrollo.
La ferrea defensa de la paz reafirma la posición asumida: no se puede permitir que el rompecabezas geopolítico del Atlántico Sur y la Antártida se parezca al de Irak, Afganistán o Libia . El poder militar inglés en el Atlántico Sur ejerce una violencia silenciosa y normalizada, que oprime. La causa Malvinas no es contra el pueblo inglés, donde quiera que este se encuentre, es contra la geopolítica inglesa. El poder militar inglés en el Atlántico Sur es un poder violento y usurpador. La presencia de sus fuerzas armadas y el fantasma de su capacidad nuclear es una afrenta silenciosa que condiciona y asfixia nuestra vocación oceánica, la nuestra y la de toda Suramerica y Africa, ambas caras del Atlántico Sur.
La legitimidad es colectiva: la liberación de los suramericanos contra el viejo poder colonial reafirma una vez mas nuestra identidad regional.
Malvinas en el contexto actual es una promesa, no solo de soberanía e integridad territorial, sino, y fundamentalmente, una promesa de prosperidad futura para las generaciones venideras. Sabemos que en gran medida el futuro global de la economía real, la economía de los recursos, se dirime en el mar, y Malvinas es para nosotros mar, proyección antártica, riquezas submarinas y un corredor de buena vecindad hacia el África, el socio del futuro de Suramérica.
Por eso Malvinas es para todos los argentinos una causa presente: una obra en construcción de nuestro futuro próximo.
Lo que sucede, es que en torno Malvinas se dirimen cuestiones tan significativas para nuestro futuro económico y social, que no pueden ser dejadas al arbitrio ni del nacionalismo militarista ni de una política exterior pensada por viejos sectores atados a legalismos funcionales a intereses exógenos. Hoy, sin lugar a dudas, la solución del conflicto está en el plástico poder transformador de la política.
Ese mismo plástico poder de la política es el que ha permitido superar el empantanamiento diplomático de décadas de gestión inercial de la causa Malvinas, asfixiada por dos posiciones extremas e irreductibles: el militarismo y la indiferencia rigorista de quienes creían que ya nada correspondía hacer, más que proceder administrativamente.
Sacar a la causa Malvinas del piloto automático ha sido el primer gran paso, iluminando Malvinas hacia atrás y hacia adelante, tanto como una cuestión del pasado que merecía ser discutida, como también, y fundamentalmente, como una cuestión del futuro que exige un máximo de inteligencia y creatividad para la acción.
El segundo gran paso fue decantar y enunciar claramente que como sociedad promovemos una visión ni militarista ni cipaya de la resolución de la causa Malvinas. Este es lugar diferente donde emerge la posición superadora. No somos militaristas, porque sabemos que el camino no estuvo ni estará por la vía de las armas. Desde la desclasificación del informe Rattenbach, la Guerra de 1982 fue un acto militar de un gobierno no político. Los Argentinos somos gente de paz, los suramericanos somos un pueblo de paz. Tampoco somos cipayos, es decir, no somos secuaces a renta de los intereses extranjeros, de aquellos mismos intereses que han condicionado nuestra prosperidad y nuestra identidad social, y aun continúan haciéndolo.
El 14 junio, el gobierno argentino se presentará y expondrá sobre el tema Malvinas ante el Comité de Descolonización desde una síntesis superadora: paz, legitimidad colectiva y desarrollo.
La ferrea defensa de la paz reafirma la posición asumida: no se puede permitir que el rompecabezas geopolítico del Atlántico Sur y la Antártida se parezca al de Irak, Afganistán o Libia . El poder militar inglés en el Atlántico Sur ejerce una violencia silenciosa y normalizada, que oprime. La causa Malvinas no es contra el pueblo inglés, donde quiera que este se encuentre, es contra la geopolítica inglesa. El poder militar inglés en el Atlántico Sur es un poder violento y usurpador. La presencia de sus fuerzas armadas y el fantasma de su capacidad nuclear es una afrenta silenciosa que condiciona y asfixia nuestra vocación oceánica, la nuestra y la de toda Suramerica y Africa, ambas caras del Atlántico Sur.
La legitimidad es colectiva: la liberación de los suramericanos contra el viejo poder colonial reafirma una vez mas nuestra identidad regional.
Malvinas en el contexto actual es una promesa, no solo de soberanía e integridad territorial, sino, y fundamentalmente, una promesa de prosperidad futura para las generaciones venideras. Sabemos que en gran medida el futuro global de la economía real, la economía de los recursos, se dirime en el mar, y Malvinas es para nosotros mar, proyección antártica, riquezas submarinas y un corredor de buena vecindad hacia el África, el socio del futuro de Suramérica.
Por eso Malvinas es para todos los argentinos una causa presente: una obra en construcción de nuestro futuro próximo.
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Vamos Recce, siga pensando, su pais lo necesita, asi, lucido, independiente como siempre.