Editorial
El submarino que no era amarillo y que venía detrás de la Cortina de Hierro (Humo)
| Por Hugo QuintanaEl nuevo campeonato de futbol es otra acción del marketing oficial. La AFA cumple el papel de "usina humeante" porque está intervenida por el gobierno. Es la consecuencia necesaria del contrato por el cual cedió los derechos a la televisación del fútbol de Primera "A". |
El Presidente Frondizi tenía una muletilla oratoria: sus discursos finalizaban con la expresión “para 20 millones de argentinos”. Esa cantidad era la población total argentina en la época del mandatario desarrollista. Con el cliché del marketing oficialista actual, el doctor Frondizi podría haber dicho entonces que sus medidas de gobierno eran “para todos”.
Un día de su mandato, el 30 de enero de 1960, una patrulla de la armada argentina dio cuenta de la presencia de un submarino no identificado en las cercanías de Puerto Madryn. Días más tarde sería detectada una segunda nave intrusa. Inmediatamente ganó terreno la hipótesis de que podrían tratarse de submarinos soviéticos.
El alto mando argentino se puso en alerta máximo, movilizó todas sus fuerzas y recursos y ejecutó las operaciones convenientes a la situación. El 11 de febrero el Presidente Frondizi ordenó un ataque total con la participación de trece navíos y cuarenta aviones.
Los movimientos de los supuestos submarinos, sus inmersiones y emersiones, fueron comidilla de todos los días durante varias semanas, en las casas, en las calles, en los lugares de reunión y en los medios de comunicación.
De más está decir que los submarinos nunca fueron “cazados” ni destruidos. Así como aparecieron, desaparecieron. Pronto se hizo fuerte la sospecha de que se trataba del tinglado de una farsa, de una puesta en escena, mezcla de fábula, maquinación, sobreactuación, embuste, fantasía, grandilocuencia, que se montaba para distraer y entretener.
Mientras duró el hechizo, la atención “de todo el mundo” estuvo dirigida a ese “culebrón”, genuino precursor del “reality”. El submarino fue un fantasma, una cortina de humo, multipropósito: por un lado, el militarismo antidemocrático lo utilizó para demandar el reequipamiento y modernización armamentista, reforzar el macartismo y la “lucha contra el comunismo” y acrecentar los lazos de cooperación con la “Escuela de las Américas”; por otro, un gobierno apabullado por los planteos militares y sindicales vio la posibilidad de aprovechar el incidente para diluir la crisis que estaba atravesando y retrasar la llegada de la siguiente.
En la conversación política, el “submarino ruso” pasó a ser la metáfora, el ejemplo paradigmático de la “cortina de humo”: un hecho real o inventado, un anuncio, un proyecto quimérico, a los que se reviste de verosimilitud y espectacularidad para concitar la atención en una cosa y desviarla de otra.
Este es el trabajo que ha hecho la AFA, su presidente y la mayoría “levanta manos” de los miembros de su Comité Ejecutivo, al anunciar un nuevo esquema para el fútbol argentino, a implementarse a partir de agosto del año 2012, y que según sus mentores significa una profunda federalización de ese deporte.
La estructura definitiva del torneo se aprobaría en la Asamblea que realizaría la AFA el próximo 18 de octubre, días antes de las elecciones generales nacionales. La AFA cumple este papel de “usina humeante” porque de hecho está intervenida por el gobierno. Es la consecuencia necesaria del contrato que ha firmado con el gobierno nacional cediendo los derechos a la televisación del fútbol de Primera “A”.
Está claro en esa relación quien manda y quien obedece, quien compra y quien se vende. Así es que el “titular” de la cuasi agencia gubernamental del fútbol ha recibido “de arriba” la orden de generar una noticia rimbombante, capaz de “fijar” la agenda nacional, de ocupar las tapas de los diarios y los flashes de los noticiosos, de modo que, en un país futbolero, la opinión pública se concentre en debatir las bondades y maldades de la iniciativa y deje de lado cualquier examen y reflexión sobre el encadenamiento de derrotas electorales que ha sufrido el gobierno nacional.
Vano intento: como en el episodio fantástico del submarino ruso, más temprano que tarde va a caer la máscara.