Tamara Iungman
"Con las muertes que producen las islas de calor urbanas, es absurdo que Madrid esté talando árboles maduros"
La científica -bióloga con una maestría en Salud Pública- forma parte del Instituto de Salud Global de Barcelona y es autora del primer estudio que relaciona muertes prematuras con este fenómeno climático.

Este fin de semana, España se saltará dos meses en el calendario climático. La mayoría de la península tendrá temperaturas de finales de mayo y principios de junio con termómetros que, en algunos sitios, van a superar los 30 grados. 

El calor extremo, como consecuencia del cambio climático, va a ser una constante en los próximos años, según las proyecciones de científicos y meteorólogos. Y las ciudades, por sus exceso de asfalto y hormigón, van a ser las principales víctimas de esta nueva -y muy preocupante- realidad climática.

A finales de enero, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) publicó una investigación en The Lancet sobre la estrecha relación entre muertes prematuras y las "islas de calor urbanas", un concepto científico abstracto pero fácil de percibir: los días de altas temperaturas el cemento atrapa el calor durante el día y lo expulsan por la noche, lo que genera que los entornos urbanos sean mucho más cálidos que los espacios más verdes.

Ningún otro estudio científico había conectado antes, con datos y cifras, el exceso de fallecimientos en verano por este fenómeno climático. En España, Barcelona es la ciudad con una mayor tasa de muertes prematuras atribuibles al efecto de la isla de calor (con una tasa de 14,82%), seguida de Málaga (12,39%) y Madrid (12,27%): 1.035 decesos en total durante un verano.

Un tercio de estos fallecimientos podría evitarse si las ciudades alcanzaran una cobertura arbórea del 30%. Tan simple (y complejo) como eso.   

La investigadora principal de este valioso trabajo científico es Tamara Iungman, bióloga con una Maestría en Salud Pública y Gestión en Salud y otra en Salud Ambiental y Ocupacional. Habló con LPO sobre los detalles de la investigación y sobre la urgente necesidad ("tendríamos que haber empezado ayer") de planificar ciudades verdes.

"Con las muertes que producen las islas de calor urbanas, es absurdo que Madrid esté talando árboles maduros"

¿Cuál fue el disparador de la investigación? ¿Qué se buscó comprobar?

La investigación forma parte de un trabajo más amplio que estudia mil ciudades europeas. Analizamos el impacto en la salud respecto a las exposiciones ambientales asociadas a la planificación urbana y del transporte. Hicimos foco primero en la contaminación del aire, el ruido y la falta de espacios verdes. En este marco, el último trabajo era el del calor. Al estar estudiando más que nada las cuestiones del diseño urbano pusimos el foco en lo que se llaman isla de calor urbana en vez de la temperatura por sí sola. 

¿Y qué es una isla de calor urbana?

Es la diferencia de temperatura que existe entre las ciudades y sus entornos aledaños rurales. Se explica, principalmente, por el diseño de la estructura urbana, incluida la falta de espacios azules y espacios verdes, la densidad poblacional, el exceso de superficies impermeables como el asfalto y también el exceso de tráfico, de vehículos, que también emanan calor. Este es el contexto en el que decidimos investigar el impacto en la salud de las islas urbanas de calor, advirtiendo que no había estudios previos sobre este fenómeno. Por otro lado, lo que veníamos haciendo era desarrollar todas estas estimaciones siguiendo una metodología que se llama "evaluación de impacto en salud", que se basa en la evaluación comparativa de riesgos. Básicamente se evalúa una situación A (escenario base) con una situación B (escenario contrafáctico) para estimar los potenciales cambios en salud que podríamos obtener al cambiar de escenarios. Lo que veníamos haciendo hasta ahora era tomar como escenarios contrafácticos las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre no pasar determinados límites de contaminación del aire, sobre las recomendaciones de espacios verdes o en cuanto a contaminación sonora. Pero en términos de temperatura tampoco existe un límite porque el efecto de la temperatura en sí misma está muy asociado a cada población. Se nos ocurrió plantear un escenario contrafáctico realista basado en una estrategia concreta. La idea del estudio en el fondo es fomentar estas estrategias metodológicas en la incorporación en la agenda política. 

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¿Cuántas ciudades se analizaron y en qué espacio temporal?

Analizamos un total de 93 ciudades europeas con datos de junio a agosto de 2015. Nos fuimos a ese año por una cuestión de disponibilidad de datos. Trabajamos con una resolución muy alta. Teniendo en cuenta que estamos hablando de un estudio estructural de diseño urbano a largo plazo podemos inferir que los números,  al estudiar una diferencia de temperatura, y más allá de si el verano de un año es más cálido que el de otro, son bastantes similares a los actuales. A no ser que justo en esas ciudades haya habido modificaciones urbanas estructurales, algo que no vimos. Proyectamos que si estás modificaciones no se concretan los valores van a ir en aumento, tanto por el incremento del tamaño de las urbanizaciones como por las tendencias del calentamiento global.

¿Cuáles son las principales conclusiones que deja la investigación a quienes, en Europa y en todo el mundo, tienen que tomar decisiones políticas respecto a la planificación de las grandes urbes?

Tenemos dos grandes conclusiones. Una es la magnitud del impacto en la mortalidad de las islas de calor. Estimamos que en media, pero con una amplia variabilidad, un 4% de la mortalidad de los meses de verano (6.700 fallecimientos) puede ser atribuible a este fenómeno. Es un porcentaje bastante significativo. Hay ciudades donde el porcentaje está alrededor del 10% o 12%. ¿Qué nos dice este dato? Que en estas ciudades ese porcentaje, nada menos que un 12%, se podría evitar. La segunda conclusión es la importancia que tiene el aumento de la cobertura de árboles en la prevención de estas muertes. De media estimamos que un tercio de la mortalidad atribuida a la isla de calor podrían evitarse ganando un 30% más de arbolado. De nuevo en esta conclusión vemos bastante variabilidad. Las ciudades ubicadas al sureste de Europa son las que menos masa arbórea tienen.

Un árbol tarda alrededor de 50 años en desarrollar todo su potencial. La respuesta es que tendríamos que haber empezado ayer. Ya estamos tarde, eso es indiscutible. Pero empecemos desde ahora al menos. Y lo otro: tenemos un montón de árboles, hay que cuidarlos. La política no tiene que estar solo a plantar más árboles, sino a su cuidado y mantenimiento. Esta es otra falla muy común

Las ciudades españolas, Madrid, Málaga, Barcelona, aparecen entras las de mayor mortalidad. ¿Cómo se explican estos números rojos?

Hay una parte de la explicación en el clima y en lo geográfico. Eso es sola una parte. Hay ciudades ubicadas al sur del continente que tienen climas cálidos y sin embargo los impactos no son tan altos. La otra gran parte se explica por la estructura urbana de estas metrópolis y, en el caso de España, que la mayoría tiene una muy baja cobertura de árboles. La media de la cobertura de árboles de las 93 ciudades es casi del 15%, con una variación que va del 2% hasta el 35%. Las ciudades españolas tienen un promedio de 8,5%. En Madrid es del 9,46% y en Barcelona de 8,41%. Málaga alcanza casi un 16%. Las políticas urbanísticas juegan un papel fundamental, sin dejar de tener como referencia el bioma (clima, flora y fauna) de cada ciudad. Esto lo discutimos en el artículo. Es mucho más costoso para las ciudades con climas semiáridos como las mediterráneas mantener los árboles. Tienen que encontrarse en su mayor potencial para poder cumplir con todas sus funciones ecosistémicas, dentro de las cuales está el enfriamiento del aire. Eso es así. Ahora bien, si realizamos una evaluación de impacto económico integrando la salud, los beneficios sobrepasan por mucho a los costes. 

"Con las muertes que producen las islas de calor urbanas, es absurdo que Madrid esté talando árboles maduros"

Un ayuntamiento que tras leer el informe planifique la plantación de miles de árboles no va a mitigar este exceso de muertes ni en el corto ni en el mediano plazo. Los árboles maduros son vitales, se desprende de vuestro estudio. ¿Es así?

Este comentario me lo hicieron en el primer congreso que presentamos la investigación. Me reprocharon que el modelo no contemplaba el tiempo que tardan en crecer los árboles. Para que los árboles puedan enfriar no pueden ser un plantín, tienen que estar desarrollados. Un árbol tarda alrededor de 50 años en desarrollar todo su potencial. La respuesta es que tendríamos que haber empezado ayer. Ya estamos tarde, eso es indiscutible. Pero empecemos desde ahora al menos. Y lo otro: tenemos un montón de árboles, hay que cuidarlos. La política no tiene que estar solo a plantar más árboles, sino a su cuidado y mantenimiento. Esta es otra falla muy común.

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Según un relevamiento periodístico, Madrid perdió más de 78 mil árboles maduros en sus calles y parques durante el actual mandato político. ¿Qué te dice esta cifra?

Teniendo en cuenta lo que dije antes, que los árboles tardan 50 años en poder desplegar todo su potencial y teniendo en cunta la cantidad de muertes atribuibles a las islas de calor urbanas, que Madrid esté talando estos árboles es absurdo por donde se lo mire, más aún considerando que Madrid tampoco es una ciudad con un alto porcentaje de árboles. En nuestro estudio Barcelona fue la ciudad española con mayores impactos, pero muy seguido de cerca por Madrid. Son dos ciudades que deberían estar pensando seriamente en este fenómeno. Barcelona lo está haciendo. Esperemos ver resultados en el mediano plazo, al menos.

Hay ciudades ubicadas al sur del continente que tienen climas cálidos y sin embargo los impactos no son tan altos. En el caso de España, la mayoría tiene una muy baja cobertura de árboles. La media de la cobertura de árboles de las 93 ciudades estudiadas es casi del 15%, con una variación que va del 2% hasta el 35%. Las ciudades españolas tienen un promedio de 8,5%. En Madrid es del 9,46% y en Barcelona de 8,41%. Málaga alcanza casi un 16%. Las políticas urbanísticas juegan un papel fundamental 

La paradoja: en nombre del "progreso" muchas ciudades eliminan sus espacios verdes para nuevas construcciones de hormigón. ¿El estudio es una llamado de alerta a esta lógica?

Ojalá. Lamentablemente en las lógicas urbanísticas priman los intereses privados a los públicos. Pero así como hay muchos ejemplos negativos, también hay referencias positivas a seguir. Hay bastante ciudades con iniciativas verdes que apuestan cada vez menos al hormigón. Lo importante es que dejen de ser laboratorios y que estas políticas se puedan replicar. En este sentido, es muy importante que los poderes locales tengan en cuenta el factor distribución. No sólo es importante conseguir un porcentaje de cobertura de árboles del 30%, sino cómo se distribuyen para que toda la población puede beneficiarse. Hay mucha evidencia que muestra que los sectores más desfavorecidos, los de menos estatus socioeconómicos, son los que están más privados de los espacios verdes. Es lo que llamamos una doble vulnerabilidad. Esta es otra conclusión clave de la investigación. Necesitamos llegar a ese porcentaje del 30% bien distribuidos para evitar estas desigualdades.

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¿Por qué a los poderes políticos les cuesta tanto aferrarse a la evidencia científica para, en este caso, planificar la ciudades? La investigación es muy contundente.

Siempre la política va un poquito por detrás. El tema es que el tiempo apremia. Y vamos lento. Pero repito lo de antes: hay ciudades que están a la vanguardia de desarrollo sostenibles, inclusivos, equitativos y resilientes. Pero es cierto que hay otras muchas ciudades que siguen desarrollando plazas de asfalto y que siguen diseñando las ciudades para los coches en lugar de para las personas. Nosotros en nuestro estudio solo evaluamos la necesidad de aumentar la cobertura de árboles. Pero la infraestructura verde urbana trae un conjunto de beneficios, léase la promoción de la actividad física, mitigar el ruido, disminuir la contaminación del aire. Necesitamos ciudades muchos más vivibles, mucho más saludables. Por eso las soluciones son holísticas e integrales. No podemos seguir diseñando en el 2023 ciudades para los coches. Los poderes políticos tienen que animarse a cambios estructurales.

"Con las muertes que producen las islas de calor urbanas, es absurdo que Madrid esté talando árboles maduros"

Publicada la investigación, ¿algún ayuntamiento español se comunicó contigo o con tu equipo para pedir asesoramiento? 

Sí hemos recibido alguna que otra consulta desde los ámbitos políticos y académicos. Nos han contactado algún ayuntamiento. Igual estas investigaciones si bien tienen un impacto mediático bastante fuerte al principio, luego decantan. Ojalá el estudio logre repercusiones más amplias y completas.

Y los ciudadanos de a pie, ante el exceso de mortalidad de estas islas de calor, ¿con qué reflejos pueden defenderse? Imagino intentar vivir, si la economía lo permite, en las zonas más verdes de las ciudades.

Sería un reflejo, sí. La variabilidad espacial es muy alta, hablamos hasta de metros. Los árboles tienen dos mecanismos principales de enfriamiento. Y uno es tan simple como la sombra. Eso reduce la temperatura. Claramente la temperatura puede variar varios grados en una misma ciudad dependiendo sus zonas. Como ciudadanos lo que podemos hacer es involucrarnos más y exigir mejores políticas verdes en cuanto a lo urbanístico. Por eso nos interesa que la repercusión y el impacto de la investigación en la sociedad, la que al fin y al cabo demanda los cambios y las transformaciones. Cada ciudad tiene distintos niveles de activismo. ¿Un reflejo? Dejar de usar el coche. Estamos pidiendo cambios en los diseños urbanos que pongan en el centro a los ciudadanos. Qué mejor que empezar cada uno desde sus hábitos. Más bicicletas, más transporte público y menos coches. De todas maneras, soy una convencida que los cambios más profundos no vienen del individuo, son sistémicos.   


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