Editorial
El campo en el capitalismo de amigos
El día en que el campo vuelve a la protesta, es cuanto menos insólito escuchar la respuesta del Gobierno ante los productores agropecuarios que exigen mayor rentabilidad. Los productores “son capitalistas que no aceptan el riesgo”, fue lo que dijo Ricardo Echegaray.

¿De qué riesgo estará hablando el titular del ONCCA, el organismo que controla la comercialización y exportación de los productos del campo? Debe ser del riesgo de no ser amigo de Néstor Kirchner. Porque está claro que el único capitalismo que tiene chances de triunfar en nuestro país en estos tiempos es ese: el capitalismo de los amigos.

Es imprescindible poner las cosas en orden. La gente del campo está siendo bombardeada en este momento por una verdadera campaña de desprestigio e, ingenua, la mayoría de la gente de la Ciudad acepta cualquier tipo de argumento, sin reflexionar.

En este momento, el sector agropecuario es uno de los más intervenidos por el Estado con un doble objetivo, que finalmente apunta a uno solo: llevar al máximo de lo posible la presión impositiva y concentrar la producción. La gran escala de producción es más rentable, y así permite mayores ingresos del Estado. De yapa (o no tanto, tal vez sea otro objetivo), siempre es más fácil de manejar un grupo de actores que pueden sentarse en una sola mesa que 300.000 pymes desplegadas por todo el territorio nacional.

mpacta que después de la hecatombe que se produjo en la Argentina hasta la derrota del oficialismo en el Senado, todavía no permite comprender cuestiones elementales.

El otro día, por ejemplo, un periodista experto e informado como es Marcelo Bonelli, se quejó ante Alfredo De Angeli que pedía una reducción de las retenciones, porque quería pagar menos impuestos. “Todos queremos pagar menos, ¿Por qué van a aceptar el Gobierno reducirle los impuestos a ustedes y no al resto?”. La voz de Bonelli era la del sentido común, por supuesto.

El campo paga todos los impuestos que pagamos todos y, además, paga retenciones. Las retenciones son un impuesto a las exportaciones, basado en la supuesta renta extraordinaria que ofrece una tierra productiva como es la de Argentina. Aclaro que estoy en contra de este impuesto, al que considero extorsivo, porque la tierra solita no produce nada. Hay que saber sembrarla, saber cosecharla, saber hacer llegar los productos a los puertos y también saber cobrarla. Nada de eso es automático. Hay que tener la capacidad técnica, intelectual y organizativa para llevar adelante toda actividad en el campo.

El campo aceptó la imposición que volvió al sector en el 2002 porque entendió que Argentina estaba en una situación de emergencia. Pero en ese momento de crisis fenomenal del país, el gobierno de Eduardo Duhalde, con 50 por ciento de la población por debajo de la línea de pobreza y 30 por ciento de desocupación, impuso 10 por ciento de retenciones. ¿Por qué ahora la penalización por exportar tiene el 35 por ciento si no existe crisis alguna, hay reservas e incluso superávit comercial?

La gente del campo siente que el Estado argentino es voraz, y tiene razón. A Néstor Kirchner nunca le interesó pensar cómo producir más y mejor. Primero, ni lo veía. Por eso aceptó poner sin chistar a un Secretario de Agricultura absolutamente incapaz como Miguel Campos, propuesto por Felipe Solá. Después empezó a interesarle por su aporte a las arcas del Estado, pero no para entenderlo y promover su desarrollo, sino para que liquide sus exportaciones en tiempo y forma. Así fue tomando contacto cada tanto con las principales empresas. Pero seguía distraído.

Cuando empezaron a molestarlo los precios de la carne, ordenó a Moreno ponerle precios máximos. Y de nada valieron los intentos porque entendiera que esa política sólo traería problemas graves de falta de carne en el futuro. El sólo ve el presente y del futuro, sólo le interesa el propio. No tolera generar certidumbres a los demás. Así que cuando los productores empezaron a molestarlo mucho, reemplazó a Campos por su amigo Javier de Urquiza.

El productor ovino de Gregores tenía indicaciones clarísimas: “entretenélos”. El sector lo quería a De Urquiza. Era un buen tipo, derecho, había sido uno de ellos. Tuvo hándicap. Y así tuvo a la dirigencia agropecuaria yendo y viniendo por semanas, meses y años, sin resolver ninguno de los problemas que se le planteaban. Todos sabemos dónde terminó la genial política agropecuaria kirchnerista: en una dramática madrugada en el Senado de la Nación, transmitida en directo por los canales de noticias.

Pero la situación para el campo no cambió. Está exactamente igual. En realidad, peor, porque pasaron otros dos meses y el único cambio que hubo fue el de Carlos Cheppi por De Urquiza al frente de Agricultura, que ya mostró que tiene las mismas instrucciones y que está dispuesto a cumplirlas a rajatablas.

Aunque también hay otro cambio. Ahora el ONCCA tiene un poder mayor que antes, porque está dirigido por el mismísimo Kirchner, que a través de Etchegaray interviene en forma personal en cada uno de los negocios de las empresas de agroalimentos que quieren exportar. Algunas denuncias acerca de manejos poco claros, incluso, llegaron a los principales diarios.

Hay que volver a decir que la gente del campo no existe en la agenda pública por imperio de la casualidad. Cuando en los 90 pululaban en la Ciudad los negocios financieros, ellos pelearon por reconvertirse para quedarse en el campo produciendo. Tenían los peores precios internacionales. Pero aprovecharon la importación de maquinaria sin aranceles para incorporar tecnología y producir más y mejor. Muchos no llegaron con los tiempos, y tuvieron que vender sus tierras. Pero los que resistieron, chicos, medianos o grandes, se hicieron fuertes. Y cuando llegó la crisis del 2001 y después la devalución, era el sector mejor parado para que la Argentina pueda aprovechar sus ventajas competitivas en forma inmediata y así sacar al país rápidamente del pozo.

Ganaron plata en los últimos años. No son los únicos. Y como cualquiera que tiene una actividad productiva o de servicio y no forma parte del capitalismo de amigos, este año esperaba terminar de ordenar sus cuentas y pegar un salto de crecimiento. Pero no pudieron. La voracidad del Estado y tremendos errores de gestión terminaron con el ciclo virtuoso de la economía y comenzó el parate. Ahora vino la caída de precios de los commodities por la crisis global y todo sigue empeorándose. Y Kirchner, más indiferente que nunca a los demandas del sector más competitivo y menos domesticado del país.

Es difícil imaginar cómo seguirá esta pelea absurda, a la que se llega solamente porque el campo es un sector de la economía, pero también una cultura de la resistencia y del amor por la tierra, muy difícil de comprender por personalidades toscas, primarias o resentidas.

La dirigencia del campo, mientras tanto, no tiene que dejar de ver que varios políticos que acompañaron su batalla contra el poder hegemónico, están bajando su respaldo, sólo porque ven que las encuestas ya no favorece este conflicto como antes.

inalmente, es el problema de siempre. Las sociedades exigen más explicaciones a quien produce que a quien especula. Miremos sino lo que pasa en los Estados Unidos. Pero Wall Street también deja a la Argentina una moraleja: la codicia tiene tanto poder que hasta logra corroer los basamentos más sólidos, hasta llevar a las estructuras al derrumbe. Y cuando todo vuelva a caerse, allí estará la gente de campo y los alimentos que producen, para empezar de nuevo. Aunque mejor sería que nunca más vuelva el caos a la Argentina.
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  • 2
    dulceargentina
    15/08/10
    21:11
    estos kkkkkkkkkkk lo que han echo a mansalva es la DICTADURA DE POBRES
    Responder
  • 1
    Emilio Galander
    08/10/08
    08:15
    Gracias por esta crónica. Clara, concisa y representativa del estado de cosas.
    Espero una próxima, si es que no se hizo ya, informando sobre los problemas puntuales del campo: Carnes, Leche, Granos y los regionales también, pero cada uno por separado para comprenderlos bien.
    Felicitaciones y gracias de nuevo
    Responder
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