El uso de información de inteligencia su usó para difamar, entre otros, a polÃticos opositores y ministros de la Suprema Corte. Llegó el turno de los periodistas. |
Espiar a periodistas ha sido una vieja práctica de gobiernos mexicanos. Lo hacÃa la vieja policÃa polÃtica, la Dirección Federal de Seguridad, y la Inteligencia Militar. Tras desaparecer la policÃa polÃtica y constituirse un servicio de inteligencia civil profesional, la práctica se mantuvo y, en casos especÃficos, la vigilancia se realizaba fÃsicamente, creándose expedientes sobre su vida personal, sus hábitos y rutinas.
Lo que siempre les interesó saber fueron sus redes de vÃnculos para poder conocer sus relaciones e interacciones con los polÃticos y detectar si llegaban a ser utilizados para sus ambiciones de poder, o como sucedió en los 80's y los 90's, para detectar si tenÃan relación con grupos guerrilleros o de narcotraficantes, sobre los cuales llegaban a escribir.
Lo que se hacÃa era un trabajo de contrainteligencia, en donde se utilizaba la información que se recopilaba con fines únicos para la seguridad nacional. Con la llegada de Ernesto Zedillo a la Presidencia se amplió la vigilancia a periodistas, particularmente a ocho periodistas que en los 90's servÃan como caja de resonancia y de mensajeros inopinados de polÃticos en conflicto. Esa dialéctica no era inusual. Las columnas polÃticas en la prensa mexicana han sido, desde hace 60 años, la arena en donde se expresan las luchas y las aspiraciones de los polÃticos.
Pero no fue sino hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto en donde el espionaje a periodistas se masificó, y se les ubicó en la misma categorÃa que grupos armados, narcotraficantes, activistas opositores al gobierno, cabilderos y polÃticos. Desde 2015 comenzó a utilizar el programa Pegasus de manufactura israelÃ, adquirido por el gobierno federal y varios estatales para combatir el secuestro -las opiniones de ese software fueron siempre muy buenas por su efectividad-, para espiar periodistas.
En octubre de 2015, se reveló que el CISEN habÃa realizado 729 intervenciones telefónicas a una amplia gama de crÃticos y opositores del gobierno, entre los que habÃa dos periodistas, Carmen Aristegui y el autor de este artÃculo, además de haber estado escuchando teléfonos identificados como "Talento Televisa", que es como define esa empresa a sus conductores y periodistas.
Citizens Lab, de la Universidad de Toronto, y el periódico The New York Times, documentaron en 2017 un total de 76 casos de espionaje en contra de varios periodistas, entre ellos los reconocidos Aristegui y Carlos Loret, asà como otros reconocidos periodistas, como Salvador Camarena, que encabezaba la unidad de investigación de Mexicanos Contra la Corrupción, que revelaba regularmente actos ilegales o irregulares del gobierno peñista. La intencionalidad de esas intervenciones telefónicas y la utilización del malware Pegasus parecÃa, como en el pasado, conocer sus redes de vÃnculos para saber a qué intereses representaban o de dónde obtenÃan su información.
El espionaje a crÃticos, disidentes y opositores siempre fue criticado por la izquierda y los grupos progresistas en México, que recibieron con entusiasmo la llegada a la Presidencia de AMLO, quien prometió que el espionaje polÃtico serÃa desterrado y el CISEN, la agencia de inteligencia civil, desmantelado.
Esto último cambió rápidamente. Cuando llegó con esa encomienda el nuevo director del CISEN, el general Audomaro MartÃnez se topó con un cuerpo técnico profesional y con una buena tecnologÃa que se utilizaba para el combate a los cárteles de la droga. MartÃnez le explicó los beneficios de tener un aparato de inteligencia como el CISEN, y persuadió a López Obrador.
En la medida que fue avanzando su gobierno, conforme fue tropezando en el desmonte acelerado de instituciones, las crÃticas se fueron incrementando junto con las tensiones dentro del gobierno, que acompañadas de una inexperiencia en la administración pública, resultó en que un buen volumen de información privada y confidencial, comenzó a aparecer en la prensa polÃtica y económica.
Las columnas se convirtieron en el registro cotidiano del desorden dentro del gobierno y de las tensiones y conflictos entre los funcionarios, o de los humores cambiantes del presidente. Ello llevó a que desde el otoño del año pasado, cuando menos, se comenzara a espiar periodistas.
Los primeros a los cuales se les comenzó a intervenir sus teléfonos fueron a columnistas que hablaban sobre seguridad y polÃtica. Después a otros columnistas polÃticos que describÃan la forma como el presidente estaba tomando decisiones. Después a columnistas económicos que describÃan con enorme detalle la manera como peleaban dentro del gabinete.
En esa escalada que se estaba convirtiendo en práctica, el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, ordenó el seguimiento fÃsico y la intervención telefónica de dos columnistas que dieron a conocer los pasos que estaba tomando para que la Guardia Nacional, un grupo paramilitar que fue transferido del Ejército a manejar la seguridad, quedara formalmente integrado en la SecretarÃa de la Defensa.
En el equipo cercano a López Obrador, la preocupación se extendió al no saber de dónde estaba saliendo tanta información. Era tal la calidad de esta información, que en una de sus conferencias matutinas el presidente se quejó abiertamente de dos periodistas porque lo que se habÃa discutido un dÃa antes en sus oficinas, era publicado al siguiente con todo detalle.
El tema del espionaje a periodistas aceleró su metabolismo esta semana, luego de que un columnista de El Universal, Javier Tejado, dijo que un alto funcionario de la SecretarÃa de Seguridad, a quien identificó por nombre, habÃa ordenado espiar a varios periodistas que habÃan sido crÃticos de la propuesta gubernamental para crear un padrón de usuarios de teléfonos móviles.
Tejado habló de abuso de poder del funcionario, pero la denuncia se extendió en forma de alarma y preocupación entre diversos columnistas, no por el hecho que quisieran saber de dónde sale la información que publican, como hace mucho ha sido el caso del seguimiento a periodistas, sino porque a diferencia de otros presidentes, López Obrador ha demostrado ser inescrupuloso en el uso de información de inteligencia para difamar y dañar la reputación de quien se le cruza en el camino. Eso ya sucedió con polÃticos y con ministros de la Suprema Corte, con dirigentes de organismos autónomos y jefes de instituciones que sirven como contrapeso.
De esa forma, López Obrador ha ido desmantelando todas las instituciones de segunda y tercera generación democrática que servÃan como balance del poder. La prensa, cada vez más crÃtica ante sus cada vez más ataques directas a medios y periodistas, parece ser el nuevo objetivo. Qué tanto comenzará a utilizar información confidencial para, como lo ha hecho en el pasado, acomodar sin contexto y tergiversación los hechos, o manipular y mentir, no se puede saber porque cada dÃa AMLO es una incógnita. Lo que sà se puede anticipar es que negará que tal espionaje exista, porque "no somos como los de antes", como siempre dice, y se seguirá haciendo.
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