México
Dos amigos y un impostor
Por Raymundo Riva Palacio
Biden hizo su jugada en la cumbre de Washington. EEUU ingresa en clima electoral. El silencio de AMLO.

 La primera cumbre de líderes de América del Norte se llevó a cabo esta semana en Washington por primera vez desde que el presidente Donald Trump la metió en la congeladora hace cinco años. El tono de la reunión fue cordial, incluso cálida, en gran medida porque la agenda de discusión eliminó todos aquellos temas contenciosos y donde habrían aflorado diferencias inocultables.

En realidad fue una cumbre de hipocresías, especialmente del presidente Joe Biden, quien el mismo día que recibía con los brazos abiertos al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en la Casa Blanca les daba una puñalada en la espalda. ¿Alguien se dice sorprendido?

La agenda de la cumbre fue construida por la Casa Blanca, casi a semejanza de las prioridades y objetivos que Biden planteó desde que asumió el poder en enero, y cuyos detalles fueron reiterados en su convocatoria el 10 de noviembre, en el briefing de altos funcionarios estadounidenses en la víspera del encuentro, y en la declaración conjunta firmada por los tres líderes. No hubo intención alguna de esconder quién manda, pero se llegó a la impudicia política de llamar la declaración conjunta "Reconstruyendo Mejor Juntos: una América del Norte segura y próspera", que retomó el lema de campaña de Biden y de su agenda legislativa, "Reconstruyendo Mejor".

El fracaso mexicano

Para López Obrador y Trudeau no había alternativa. O bailaban al compás de la música que tocaría Biden, o se quedaban fuera de la fiesta. Cada uno de los líderes tenía sus razones particulares para actuar como lo hicieron el jueves pasado. Biden, que tiene una aprobación de 41%, de acuerdo con la última encuesta publicada por The Washington Post y la cadena de televisión ABC el lunes, necesitaba poner un alto al descontento económico a escaso un año de que todo el Congreso vaya a elecciones, y a tres de que se dispute la Presidencia, que hoy, si se celebraran esas las elecciones, el o la candidata republicana ganaría por tres puntos.

Trudeau, con una aprobación de 41% según el tracking del Instituto Angus Reid, ha ido perdiendo legitimidad y fuerza, como lo demostraron las elecciones anticipadas que convocó en septiembre, donde volvió a quedar corto para lograr la mayoría en el Parlamento, y por segunda ocasión en dos años, tiene un gobierno minoritario. El primer ministro asumió una posición beligerante y cabildeó en Washington que la industria automotriz canadiense quedara excluida de los créditos fiscales que propuso Biden para consumidores y sindicatos que compraran autos eléctricos en Estados Unidos. Cuando la prensa canadiense le preguntó a Biden sobre si excluiría a ese país de su iniciativa, esquivó la pregunta. Está en manos del Congreso, dijo, horas antes de que la Cámara de Representantes aprobara por margen estrecho la iniciativa, antes de enviarla al Senado.  

En realidad fue una cumbre de hipocresías, especialmente del presidente Joe Biden, quien el mismo día que recibía con los brazos abiertos al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en la Casa Blanca les daba una puñalada en la espalda. ¿Alguien se dice sorprendido?

El primer ministro buscó concesiones de Estados Unidos y no lo logró. Canadá, junto con una treintena de países europeos -incluidos Alemania, Italia y Francia, tres de los cuatro grandes fabricantes de automóviles en ese continente-, Japón y Corea del Sur, enviaron recientemente una carta al gobierno de Biden y a los legisladores argumentando que esa acción violaba los acuerdos internacionales. Los ignoraron. México también se sumó a esa protesta, porque es una medida que golpea fuertemente su industria automotriz, que es la locomotora que empuja al sector exportador. Pero López Obrador ni siquiera se tomó la molestia de planteárselo a Biden, como sí hizo Trudeau, y guardó un silencio que puede impactar al crecimiento económico del país, escudado en una sólida aprobación de 62%, y una sociedad muy poco exigente.

La postura de Trudeau en Washington le abrió espacios de maniobra política con los canadienses, que no le pasaron ninguna factura a él, pero que se lamentan de manera creciente que el acuerdo comercial norteamericano ajustado por la Administración Trump, les perjudica más de lo que los beneficia. En el caso de López Obrador, la narrativa épica de los logros alcanzados es más importante que la realidad. El canciller Marcelo Ebrard, vocero de ese discurso, dijo al terminar la cumbre que había sido "extraordinaria", omitiendo que la declaración conjunta estaba repleta de compromisos que contravienen las políticas emprendidas por López Obrador.

Tampoco se detuvo Ebrard, ni se reflejó la indignación en la prensa, en lo que sucedió horas antes de que Biden dialogara con López Obrador, poco antes de celebrarse el encuentro trilateral, al firmar la Ley de Protección de Funcionarios y Empleados Federales Jaime Zapata y Víctor Ávila, llamada así en homenaje a dos agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas que fueron atacados por Los Zetas en 2011 en San Luis Potosí, y causó la muerte del primero. Esta ley es una abierta intromisión en los asuntos internos no sólo de México, sino del mundo, porque permite que quien ataque a personal estadounidense en el extranjero va a ser perseguido en donde se encuentre para ser llevado ante la justicia de ese país. Es la extraterritorialidad de la justicia estadounidense, por encima de las leyes de otras naciones.

México es muy sensible a ello, o se suponía que lo era, por la reacción que se dio a principio de los 90's cuando un grupo de cazarrecompensas privó de su libertad al doctor Humberto Álvarez Macháin y se lo entregó a la DEA tras cruzar la frontera con Estados Unidos, porque lo buscaban por haber sido quien mantuvo con vida a su agente Enrique Camarena Salazar, para que lo torturara y extrajera información el Cártel de Guadalajara. La indignación de aquél entonces y la protesta del gobierno mexicano, el jueves se vistió de sonrisas de López Obrador y de ceguera en su gobierno.

La cumbre de los líderes de Norteamérica, llamada de "Los Tres Amigos", como se le empezó a conocer desde 2005, no fue de tales. Amigos, de nombre más que por relación intensa o por alianza coyuntura, resultaron efímeramente López Obrador y Trudeau, pero el tercero, Biden, resultó un impostor en el marco regional en que convocó la cumbre, porque marchó sobre ellos para satisfacer a su partido, que tiene genes proteccionistas, apaciguar a sus críticos, y comenzar a pavimentar una base electoral sólida hacia 2022 y 2024. Sus vecinos en esta relación asimétrica, aguantarán y se ajustarán, porque su crecimiento depende de la economía estadounidense, pero sus correligionarios y los electores estadounidenses, no. La geopolítica también se aplicó entre estos socios.

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