Si algo nunca le faltó a Martín Redrado es ego. Desde siempre fue un amante de las apariciones mediáticas y las definiciones rimbombantes. Pese a eso, ahora vive momentos de extrema cautela y de “silencio stampa”. Espera, frotándose las manos, transformarse en el hombre clave de la economía nacional desde el día después del 28 de junio hasta el 2011.

El “Golden Boy”, como se lo llamaba, está en un periodo de extrema prudencia política. Contrariamente a su pulsión mediática, casi no aparece públicamente. Pero está tranquilo. A los suyos les dice que tiene resto para controlar el dólar, al menos, hasta fin de años.

Por lo bajo también, y sólo a su círculo más íntimo, comenta con críticas muchas decisiones de Néstor Kirchner, las cuáles cree poco colaboran para generar la ansiada “tranquilidad” en los mercados. De poco sirvió para esto, por ejemplo, la embestida contra Techint y los rumores de ola estatizadota.

La postura se corresponde con una lógica estratégica. Redrado cree que después de las elecciones, y como se prevé aún ganando el oficialismo queda políticamente deteriorado, puede llegar su momento. Y Cuando habla de “su” momento, lo que piensa es en ser nombrado oficialmente ministro de Economía de la Nación.

Transición, contactos y créditos

El traje que le gustaría probarse a Redrado es, casi, el de una especie de “salvador de la patria”. El mismo que alguna vez, luego de la renegociación de la deuda externa, lució Roberto Lavagna. Se ve a sí mismo como en único capaz de garantizar al mundo una transición ordenada, en el aspecto económico, de acá a 2011.

Para fundamentar esa idea, saca a relucir sus contactos internacionales o su buena relación con los gobernadores. Incluso, sus vínculos con un arco importante de la oposición, entre la que todavía sostiene cierto respeto. Por todo esto es que se imagina como el hombre clave de la próxima etapa, con márgenes de acción amplios, para lo que viene luego del 28-J.

Subido a su propio tren, sugiere que los Kirchner no tienen a otro economista como él para cambiar la imagen del gobierno ante los mercados y que, si no hacen eso, se las va a complicar y mucho sostener las riendas del país. Entiende que, dentro del oficialismo, sólo él puede conseguir créditos internacionales.

El tiempo le dará la razón o echará por tierra sus ilusiones. Por ahora solo resta esperar. En silencio.