El de "MartÃn Llaryora intendente" fue un proyecto polÃtico que nació con un claro objetivo: preparar el terreno dentro del peronismo cordobés para la sucesión de Juan Schiaretti.
Cuando allá por mediados del 2018 el gobernador pensó en su vice como la carta fuerte del PJ para intentar recuperar la Capital gobernada por el radical Ramón Mestre, nadie imaginaba que el plan terminarÃa germinando.
Entre otros factores, porque el propio Llaryora ya habÃa confesado frente a los suyos sus aspiraciones provinciales y su primera respuesta fue un "no"; segundo, porque su condición de "extranjero" (es de la ciudad San Francisco) se presumÃa de difÃcil digestión tanto para la estructura del PJ capitalino como para el electorado en general; y tercero porque hacÃa 46 años que un candidato justicialista no se imponÃa en el principal distrito provincial.
Sin embargo, Schiaretti con una mirada más amplia de las condiciones internas del peronismo cordobés donde ya no jugaba su socio y aliado para la alternancia de gobierno, José Manuel de la Sota, trabajó para darle forma a ese proyecto que, además, lo incluÃa como gobernador por tercera vez no consecutiva.
A los ojos del jefe polÃtico de Hacemos por Córdoba, Llaryora reunÃa todos los pergaminos necesarios para ser la nueva apuesta: administró durante dos periodos una de las ciudades más importantes de Córdoba; fue ministro provincial; vicegobernador y legislador nacional. Además, se animó a enfrentar a De la Sota en el 2013 cuando presentó su propia lista de diputados con "El peronismo que viene", lo que le valió su desembarco en el escenario provincial. Y como si eso fuera poco, fue un candidato que antes de serlo ya medÃa bien en las encuestas.
Pero lo que terminó de convencer Llaryola de dar el salto hacia la Capital cordobesa no fueron las promesas de apoyo polÃtico ni apuntalamiento económico a la gestión municipal por parte de la Provincia, sino un acuerdo no escrito que irÃa más allá. Gobernar la segunda ciudad más importante del paÃs lo ubicarÃa directamente en la lÃnea sucesoria; Llaryora es hoy para gran parte de la dirigencia peronista el candidato natural en el proceso de renovación que se abre de cara al 2023.
Es la apuesta de Schiaretti y de su esposa, Alejandra Vigo, que como jefa del PJ Capital puso esa estructura al servicio de la gestión obteniendo, a su vez, representación en el esquema de poder municipal y en el ámbito del Concejo Deliberante.
Y aunque en la cola por la sucesión haya muchos y buenos candidatos como el vicegobernador Manuel Calvo, para el matrimonio provincial, por ahora Llaryora es la pieza capaz de garantizar la continuidad del sello al frente del poder provincial, afirmaron a LPO fuentes al tanto de las conversaciones en la cúpula del peronismo cordobés.
"Con el intendente jugamos de memoria", dijo hace poco el gobernador al dejar inaugurada una obra para la ciudad, como para despejar dudas sobre el vÃnculo polÃtico que lo une a Llaryora. El intendente le devolvió el gesto y en público destacó el perfil de "gran hacedor" del titular del Ejecutivo.
En efecto, Llaryora como Schiaretti encarna un tipo de peronismo muy centrado en la gestión con cierta conciencia de los lÃmites fiscales. Cuando asumió en la intendencia, se encontró con una Ciudad ahorcada por una altÃsima deuda en dólares y una planta municipal que absorbÃa casi todo el presupuesto, dejando a la gestión casi sin recursos para obras y mantenimiento. El deterioro de la Capital de Córdoba frente a ciudades similares como Rosario, es evidente.
Contra todos los pronósticos y en plena pandemia decidió dar la pelea contra el poderoso gremio municipal del Suoem, que inició un plan de lucha feroz. Llaryora sorteó el bloqueo de la gestión con un staff de servidores urbanos suplentes y de paso demostró que se podÃan mantener los servicios a un costo salarial mucho menor. Ganó además una votación histórica en el Concejo Deliberante que redujo la jornada laboral y logró una reducción del 14,28 por ciento el salario básico de casi la mitad de los empleados municipales -la medida no rige para los agentes de Salud y Educación-, completando diez meses sin subas salariales a los municipales, que venÃan de años de sueldos indexados. Con ese ahorro el municipio logró compensar la brutal caÃda de ingresos por la pandemia y pudo evitar el colapso.
Fue una demostración impactante de músculo polÃtico en el medio de una de las crisis más agudas que haya transitado la Ciudad. Hoy la gestión de Llaryora avanza sobre todo en tres ejes de rápido impacto en los vecinos: la recuperación de parques y plazas, iluminación led y obras de agua potable y cloacas.
Por eso, quienes los conocen aseguran que, más allá de las idas y vueltas que puedan darse durante los tres años de gestión que ambos tienen por delante, Schiaretti encontró en Llaryora el socio que estaba necesitando para darle sobrevida a su modelo polÃtico.
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