Esta semana Emilio Gamboa circulaba por el Senado con dos datos que habrÃan llegado desde el War Room de José Antonio Meade. Por un lado la cuenta de que el PRI se encamina a conseguir 23 senadores en la elección de verano (actualmente junto con sus satélites tiene 70). Por el otro que Meade no puede sacar menos de 16 puntos porque de lo contrario el PRI ya no será un actor de gobernabilidad en el sexenio próximo. Dos datos que expresan con total claridad el clima que se vive al cierre de la precampaña.
Al mismo tiempo esta semana Alejandro Baillères, mandamás del Grupo Bal luego de que su padre Alberto le cediera el control de la compañÃa, habrÃa peregrinado hacia Los Pinos. El ejecutivo se mostró preocupado y por momentos molesto - al punto de la desubicación dado a quién tenÃa en frente - y fue hasta allà solo para pedir el urgente desembarco de Luis Videgaray en la campaña presidencial del PRI.
No es el primero en los últimos dÃas en los cuáles Enrique Ochoa ha estado más cuestionado que nunca hacia el interior del PRI. Pero lo cierto es que Enrique Peña Nieto quiere que Videgaray sea canciller hasta el final del sexenio. De hecho le habrÃa dado una nueva encomienda: organizar una última foto con Donald Trump antes de las elecciones mexicanas, en algún lugar del mundo.
Ese mismo argumento escucharon algunos empresarios que visitaron al presidente hace dos semanas con la firme inquietud del tercer lugar del PRI. Ochoa estaba en ese encuentro y dijo que las encuestas ya no son creÃbles, que la gente no dice la verdad y que fracasaron en las pasadas elecciones de EU y de Inglaterra. El encuentro no terminó del todo bien.
El clamor empresario para que Videgaray se haga cargo de la campaña tiene que ver con e aura del canciller, capaz de combinar su rol de tecnócrata-reformista del sexenio actual con una aguda capacidad de operación polÃtica: lo que más le estarÃa faltando a Ochoa.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.