El oficialismo llega a la campaña presidencial con un doble registro que tiene su punto de intersección en Andrés Manuel López Obrador. Mientras el presidente tiene una faceta pública en las mañanas de una polarización creciente, en el plano corto intenta acuerdos, a veces con mayor o menor éxito, que le permitan tener el control absoluto del paÃs en el año electoral.
El contencioso que lleva adelante con Ricardo Salinas Pliego es una muestra exacta de esta estrategia. López Obrador se ha confrontado con el tercer hombre más rico de México por la concesión de un club de golf en Oaxaca que el tabasqueño dice querer expropiar para el Estado.
Lo cierto es que la concesión de Salinas Pliego sobre esos terrenos vence en 2027, que además ha tramitado con éxito un amparo y que no tiene problema en traspasarlo a otro jugador del mundo privado, si el Gobierno logra encontrar alguien dispuesto a realizar la inversión que implica el sostenimiento del campo de golf. El presidente conoce que es muy difÃcil llevar adelante esa operación y en privado desliza que lo más probable es que llegue a algún tipo de acuerdo con el dueño de Tv Azteca. Pero en público, para movilizar a sus bases, refuerza esa confrontación, seguro de que su votante lo acompaña en esa cruzada contra un magnate.
Lo mismo sucede en el conflicto de las últimas horas con Canadá. López Obrador se queja de la decisión de Justin Trudeau de imponer visas a los mexicanos pero la lógica es la misma: un discurso de corte nacionalista que sirve al interior de su movimiento.
En realidad, lo que más le importa al presidente es que Canadá no active un panel de controversias en los mecanismos del T-MEC en reclamo por su polÃtica energética. Las visas canadienses son un tema menor, casi marginal para el Gobierno, y de ahà la instrucción a la CancillerÃa de ayer miércoles de quitar el comunicado que decÃa que México podrÃa imponer visas a los ciudadanos de dicho paÃs como medida de reciprocidad.
Un esquema similar se aplica a la llamada "pausa" en las relaciones con España. Esta redacción pudo conocer de fuentes diplomáticas que dicho status es inexistente u que hay todo tipo de acciones y acuerdos bilaterales que se tratan casi a diario. La "pausa" solo involucra a tres personas: López Obrador, el presidente de gobierno español Pedro Sánchez y el monarca Felipe VI. Fuera de esa lejanÃa, la retórica adversa con España también funciona como un movilizador del voto propio. Pero nada más sucede.
AsÃ, mientras el presidente choca cada mañana con sus rivales reales y simbólicos, Claudia Sheinbaum introduce su mensaje de moderación, profesionalismo y cristaliza la idea de "continuidad con cambio".
El acuerdo del Gobierno con Iberdrola es el punto culminante de este lado B de Palacio Nacional. López Obrador acordó esta semana con una de las empresas que más atacó durante años y ayer miércoles envió a Rogelio RamÃrez De la O a reunirse con los banqueros para explicarles las ventajas del acuerdo y asegurarles que la macroeconomÃa de la transición, temor recurrente de la historia mexicana, está bajo control.
No solo eso, el presidente ha comenzado a deslizar en privado que avala la continuidad de RamÃrez De la O en la SecretarÃa de Hacienda para el próximo sexenio y que asà se lo ha recomendado a Sheinbaum, como una señal de certeza a los mercados. De momento es el único integrante del gabinete que cuenta con ese visto bueno. Posiblemente el menos parecido al López Obrador de cada mañana, donde la misión de estimular al voto duro se sostendrá durante toda la campaña.
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