Morena
AMLO no está loco
Por Andrés Wainstein
Sheinbaum será la candidata. Mensaje para la tropa: la autoridad del líder no se cuestiona. Los entretelones de la decisión.

Claudia Sheinbaum no quería ser candidata. En varios momentos de 2016, sus asesores le acercaban proyectos, le trazaban rutas y estrategias para pelear la Ciudad en 2018. La delegada de Tlalpan les repetía que ya había un candidato, que además contaría con su apoyo: Ricardo Monreal. Los apasionantes giros de la política los convertiría en adversarios.

Diciembre fue el mes clave. En pleno debate por el Presupuesto de la Ciudad, Monreal decidió negociar por fuera del bloque parlamentario que lidera César Cravioto -hombre de Martí Batres- y en cambio tendió puentes directos con los equipos de Mancera.

Los delegados de Morena serían castigados con aumentos de entre el 2% y el 6%, cubriendo así apenas los costos de la inflación. La excepción fue la Cuauhtémoc, que logró un porcentaje más aceptable: 8.7%. "Ellos no hacen la chamba en la Asamblea, esto es política", explicaban en su entorno.

Ya no importaban las razones. Desde ese momento había otra aspirante. Sheinbaum empezó a anunciarle a sus cercanos que sí daría la pelea. Julio Scherer, Yeidckol Polevnsky, Bertha Luján, Andy López Beltran: el círculo más íntimo de Andrés Manuel López Obrador empezó a jugar con sutileza pero también con decisión en favor de la mujer de Tlalpan.

¿Cómo ceder después de estos cuestionamientos? ¿Cómo avalar su candidatura después de semejante presión pública? A un líder no se lo amenaza, o al menos sin pagar un precio.

"Estoy luchando contra la nomenklatura", una frase picante que soltó esta tarde Monreal al entrar al hotel donde se definiría su destino político. Trazó así por primera vez en forma pública un paralelo entre Morena y el régimen soviético. Algo más importante: evidenció la soledad que enfrentaba adentro de su propio partido.

Media hora más tarde, el hombre de Zacatecas dejaría la mesa de negociación sin terminar de escuchar los resultados del sondeo, como reveló en exclusiva La Política Online. ¿Cómo leer ese movimiento? ¿Romperá con Morena? ¿Lo compensarán con la coordinación de la campaña presidencial? ¿Le guardarán un lugar en el eventual Gabinete?

Los líderes políticos del mundo, de oficialismo u oposición, buscan incidir en las decisiones de sus grupos, movimientos o partidos. La forma en que lo hacen es, desde luego, un debate inevitable. La obsesión de AMLO por mostrar un mecanismo aséptico quizás haya generado más problemas que soluciones. Como sea, el proceso deja algunas lecturas interesantes. 

AMLO no está loco

La primera, la conservación del líder. Monreal repitió hasta el cansancio que no traicionaría a Morena, pero envió también mensajes de advertencia. Algunos muy duros. Recomendó a AMLO tomar la decisión "con la cabeza, no con el corazón" e incluso le recordó que había abandonado el PRI por la "imposición de candidatos". Sabía a la perfección que la amenaza de una fractura plantaba un escenario de incertidumbre al proyecto presidencial. 

La definición en favor de Sheinbaum esconde un mensaje profundo de López Obrador al resto de su tropa. ¿Cómo ceder después de estos cuestionamientos? ¿Cómo apoyar al hombre que ejerció semejante presión pública? A un líder no se lo amenaza, no se lo desautoriza, o al menos no sin pagar un precio.

AMLO no está loco ni es un kamikaze, como buena parte de la prensa quiere instalar. Otra prueba de ácido: se volcó sobre la opción moderada, desplazando una vez más a Martí Batres, el candidato que reforzaría los prejuicios más oscuros que ya lo dañaron en comicios pasados. La mirada radical, sectaria y con discursos virulentos quedará fuera de la campaña en la Ciudad. Sheinbaum encabezará una mirada atemperada, más suave y menos confrontativa.

López Obrador sabe que se juega una doble sucesión en esta, su última batalla. El próximo Jefe de Gobierno será un aspirante presidencial anticipado, como suele ocurrir. La persona que pueda tomar la posta en 2024. También un relevo lógico en la conducción de Morena. 

Algo queda claro. Sheinbaum no es sólo corazón, también es cabeza. No fue un mal consejo de Monreal, después de todo.


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