El control del Sistema Único de Boleto Electrónico -conocido como SUBE- abrió una nueva disputa en el kirchnerismo. Es que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, intenta arrebatárselo a Juan Pablo Schiavi, quien en los últimos días demostró que resistirá el embate.

La implementación del SUBE estuvo, desde un comienzo, coordinado por la Secretaría de Transporte -en una primera etapa a cargo de Ricardo Jaime, hasta que fue desplazado de su cargo por las múltiples causas que enfrentaba- y de Nación Servicios. Mientras que Schiavi marca las decisiones y los tiempos políticos del proyecto, José Angel de Dios -presidente de la entidad- se ocupa de las cuestiones operativas.

De Dios es un hombre de Julio De Vido, un "pingüino", como le llaman en el Gobierno a los dirigentes que llegaron desde Santa Cruz y que trabajaron junto a los Kirchner desde antes de su arribo a la Casa Rosada. Silencioso, desde Nación Servicios se ocupa, entre otras cosas, de habilitar los nuevos locales de recarga, de la distribución de las tarjetas y de los controles bancarios de todas las transacciones.

Pero la cara visible del SUBE, sin duda, es Schiavi. Fue el secretario de Transporte quien atravesó las etapas más engorrosas de la iniciativa: negociar y superar la resistecia de los empresarios de colectivos y de las concesionarias de trenes para blanquear un negocio que hasta ahora se manejaba mayoritariamente en negro.

Cuando ese obstáculo se superó -gran parte de los unidades ya tienen instaladas las lectores y se encara la última fase de distribución de tarjetas-, Florencio Randazzo busca desplazar al secretario de Transporte con el argumento de que su gestión en la confección de DNI y pasaportes funcionó a la perfección. "Si pude entregar documentos en todo el país, como no voy a poder con la SUBE", repite el ministro en la Casa Rosada.

No es casual este movimiento de Randazzo: en los últimos meses, y sobre todo luego de perder la pulseada para ocupar la Jefatura de Gabinete, su presencia en los medios se ha diluido, algo que lo desvela. Su Agencia Vial no consigue objetivos que puedan ser exhibidos públicamente, y su trabajo con pasaportes y DNI perdió impacto. Peor aún: la cartera que lidera, la más política de todas, queda virtualmente vaciada ante la concentración de poder en Cristina y Zannini.

El hombre fuerte de Chivilcoy, se sabe, es un amante de la cámaras y armó un "combo" muy práctico para mostrarse con famosos y dirigentes políticos. Recorre el país y sobre todo la provincia con "móviles" de la Agencia Vial o de confección de documentos. Su equipo de fotográfos lo acompañan y luego a través del relacionista de la noche Leo Matheu reparten las fotos en las "vidrieras" de revistas del espectáculo como Caras, Paparazzi o Gente, entre otras. De esa manera, Randazzo se evita el costo de hacer un acto, en un auténtico prodigio de "portabilidad" política.

Randazzo confía en que, al hacerse del control de la SUBE, ganaría por dos vías: recuperaría un lugar en los medios, y tendría la chance de profundizar lazos con los intendentes del conurbano, actores fundamentales en las últimas semanas para apuntalar la distrubución de las tarjetas. Un objetivo nada despreciable, que podría sumar a sus esfuerzos para posicionarse como candidato a gobernador de Buenos Aires.

En ese marco, algunos especulan con que la decisión de quitar los subsidios a los usuarios que no tengan la tarjeta SUBE habría sido una reacción apresurada de Schiavi, para demostrar que las decisiones siguen estando bajo su mando.

Es que lo intempestiva de la decisión quedó en evidencia por dos motivos centrales: el corto publicitario comenzó a rotar ayer cuando todavía no hay una norma legal publicada que respalde el anuncio y desde lo operativo nisiquiera se preparó un plan de contingencia para afrontar el previsible pico de demanda de tarjetas.