Editorial
La tercera vía
Por Diego Guelar
Por qué la alternativa al bipartidismo que propone el PRO no es un caso aislado sino conectado con los procesos políticos de las últimas décadas en toda la región sudamericana.

La decisión del PRO de construir una alternativa al bipartidismo que rigiera en Argentina durante los últimos 66 años aparece como una necesidad local con muy importantes antecedentes en la región.

Mirando los resultados electorales de los últimos 30 años, verificamos que el Justicialismo triunfó en 1989, 2003, 2007 y 2011 mientras que el Radicalismo lo hizo en 1983 y 1999. En el 1er caso, el Peronismo logró su reelección y perdurar durante más de una década en cada turno. En el caso de la UCR, no pudo terminar ninguno de sus dos mandatos.

El exceso de pragmatismo de los primeros los llevó a gobernar bajo signos ideológicos opuestos: en el período 1989-1999 se privatizaron las compañías públicas y el Sistema Nacional de Jubilaciones así como se dio independencia al Banco Central, se abrió la economía y se realizó una política externa de gran cercanía con los EE.UU. y el Fondo Monetario Internacional. Se gobernó con baja inflación, altas reservas (que no eran utilizables para el pago de compromisos externos) que garantizaban el sistema de convertibilidad fijo de la moneda y un esquema de alta desocupación producto del masivo licenciamiento de personal de las ex empresas públicas y un bajo índice de industrialización nacional.

En el período 2003-2015, después del default del 2001, se reestatizaron o se intervinieron la empresas públicas, se derogó la independencia del Banco Central y se volvió a una política de alta emisión de moneda e inflación con un aumento anual promedio del 30% del gasto público (destinados a subsidios sociales, al transporte y al suministro de gas, electricidad, agua y telefonía fija). Nos alejamos de nuestros socios tradicionales – Europa y los EE.UU – y nos acercamos a la propuesta bolivariana de Hugo Chávez.

Las administraciones Radicales de 1983 y 1999 no pudieron o no supieron romper la lógica económica heredada de la dictadura militar y/o su predecesor peronista. Por eso comenzaron a derrapar en la primera mitad de su mandato y ambas dos terminaron en crisis económicas y sociales muy profundas.

Las lógicas Amigo-Enemigo y Nacionalismo – Liberalismo nos hicieron incapaces de romper el “péndulo” histórico argentino quitándonos toda posibilidad de solidificar la Nación en una propuesta creíble hacia adentro y afuera de nuestras fronteras.

Durante el mismo periodo, nuestros vecinos más importantes hicieron todo lo contrario: los uruguayos parieron una “tercera vía” (ni blanca ni colorada) que, proviniendo de la izquierda, ocupó el centro y gobernó para todos.

Los chilenos pudieron asociar a Demócrata-Cristianos y Socialistas – rivales tradicionales – en una “Concertación” que derrotó a la sólida derecha chilena, produciendo también una “tercera vía centrista” que gobernó durante 20 años y acaba de recuperar el poder después de un mandato de la derecha.

En Brasil ocurrió otro tanto. 2 fuerzas “terceristas”, el PT y el PSDB pudieron alinear a un espectro de 600 partidos creados por izquierda, centro y derecha y fundar un nuevo sistema político gracias al legado de sus máximas figuras contemporáneas: Fernando H. Cardoso y Luis Inácio Lula da Silva.

Lo mismo hicieron en Colombia Alvaro Uribe y Manuel Santos desde el año 2000, al romper el “Acuerdo Conservador- Liberal”, Hugo Chávez en Venezuela al terminar el contubernio entre ADECO y COPEI y Correa en Ecuador con Demócrata Cristianos y Social –Cristianos. Los dos últimos eligieron caminos muy distintos a los otros, pero fueron también el resultado de las frustraciones acumuladas por sus pueblos.

Desde perspectivas políticas e ideológicas muy distintas, en toda Sudamérica se produjo un proceso de recambio político de la mano de la obsolescencia de las propuestas partidarias vigentes en la segunda mitad del siglo XX.

El siglo XXI nos plantea nuevos desafíos también en Argentina. Las propuestas frentistas que disputarán las elecciones del próximo 2015 tendrán que enfrentarlos con nuevas respuestas que no vienen del pasado. Hay que construirlas hoy de cara al futuro con fuerte conciencia autocrítica y la audacia de romper viejos tabúes y mitos. Repetir ese pasado es derrotarnos a nosotros mismos antes de siquiera haber empezado.

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