La combinación de los elementos locales, regionales y globales generan un cocktail explosivo en Venezuela cuyo delicado equilibrio está al borde de estallar. |
La situación venezolana se caracteriza por un serio
enfrentamiento entre dos visiones que pueden denominarse el Populismo y el
Institucionalismo.
El primero, encarnado desde hace 14 años en la figura de Hugo Chávez, expresa el fracaso de la segunda, - el sistema bipartidario entre AD y COPEI, los dos grandes partidos socialdemócrata y social-cristiano – que rigió los destinos de Venezuela entre 1958 y 1998.
Si bien Venezuela gozó de una gran estabilidad institucional durante este último periodo, un 70% de la población se mantuvo condenada a la pobreza y la marginalidad.
Las instituciones republicanas tienen que mantener un equilibrio con los mecanismo democráticos para representar los intereses de las mayorías que luego tendrán que legitimar con su voto a quienes ejercen el poder. Este “contrato social” puede mantenerse durante un tiempo con bajo nivel de representatividad pero, finalmente, se quiebra y ese vacío es usualmente ocupado por una figura providencial que aúna en su persona condiciones de liderazgo étnico, sociológico y político, reivindicando las necesidades y anhelos de esas mayorías ignoradas.
El populismo se transforma así en una “Democracia legitimada” por el fracaso de los partidos que utilizaron al sistema para distribuirse privilegios personales y grupales.
La coincidencia entre la aparición de Hugo Chávez y el ciclo de precios petroleros en constante alza, permitieron una “larga transición” que fue modificando el perfil político y social de Venezuela que llega, en la actualidad, a encontrarse dividida en partes iguales entre quienes apoyan la perpetuación del “modelo” y quienes plantean armar un sistema más equilibrado basado en las instituciones republicanas siguiendo el modelo regional impulsado por Brasil, Chile, Uruguay y Colombia.
Por otro lado, hay tres importantes países que son actores fundamentales de este escenario: EE.UU, receptatario de la inmensa mayoría del petróleo venezolano (enfrentado políticamente con la administración del Presidente Maduro), China, mayor acreedor externo (con más de U$40.000 millones en créditos pagaderos con entregas futuras de petróleo) y Brasil, el más importante inversor extranjero. Tanto China como Brasil han manifestado su “apoyo institucional” al Presidente Maduro.
Un tercer elemento a considerar, es la preponderancia de las fuerzas armadas en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y la “especial relación” que mantiene con las fuerzas armadas y el gobierno cubano.
Cuba no podría sustentarse hoy sin el apoyo y los subsidios venezolanos.
La combinación de los elementos locales, regionales y globales generan un cocktail explosivo cuyo delicado equilibrio está al borde de estallar.
La muy tímida participación de las organizaciones de integración regional – OEA, Mercosur, UNASUR y CELAC – no parecen funcionales para encontrar una salida negociada que siente en la misma mesa a oficialistas y opositores.
Recién en diciembre del 2015 habrá elecciones parlamentarias y la delicada situación económica requiere soluciones de corto plazo que encaren los problemas de inflación, falta de reservas y desabastecimiento.
Sólo una operación de mediación creíble para ambas partes puede desactivar esta complicada bomba.
Sudamérica debe encarar decididamente este desafío si quiere ocupar un lugar en el tablero multipolar de este siglo.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.
roberto dante ? Lanús, Argentina -
Nuevamente la Unasur reaccionó con un positivo criterio de cuerpo para establecer la ?cláusula democrática ?; trabajar para el diálogo es fundamental ante las acciones de los que buscan desestabilizar a esta Indoamérica impensada a fines del siglo pasado.
Aunque debemos reconocer que el triunfalismo puede nublar el horizonte de nuestras interpretaciones sobre el futuro político de las relaciones de poder que se establecen, justo, enfrente de nuestros ojos.
Lo acontecido en las últimas semanas en Venezuela no debió sorprendernos; pero, nos sorprendió.
Especialmente (recorto el campo de análisis) a los argentinos que, desde diferentes concepciones, coincidimos en la necesidad de luchar por la construcción de la Patria Grande Latinoamericana.
Nosotros padecimos el equívoco de sobrevalorar la influencia de la herencia del gran líder muerto sobre nuestras interpretaciones sobre el momento histórico que vivíamos.
Estoy hablando sobre las elecciones presidenciables de 1982. Era vox populi entre gran parte de la joven militancia antiimperialista (algunos de ellos, hoy, son funcionarios del gobierno de Cristina K), la frase que se repetía hasta el agotamiento: ?Esta es la última elección que ganamos en nombre de Perón?.
No sólo se perdió la elección contra Alfonsín; además, no se pudo anticipar los tremendos y dolorosos años, para el campo popular, que significó la irrupción de las corrientes neoliberales que devastaron a Argentina y gran parte de Latinoamérica.
El domingo pasado, en El Salvador, el FMLN logró imponerse aunque, creo, que sólo en los números.
El frente de batalla se desnudó con toda su imprevisibilidad que no supimos interpretar.
Pero estamos a tiempo de corregir nuestro triunfalismo; a recuperar el espacio perdido, casa por casa.
Latinoamérica pertenecerá a sus pueblos si logramos resignificar los errores cometidos tanto en lo económico como en lo político y cultural. Dejo para todos un Doryoku (*). La historia no se cambia con un pedido de suerte.
(*) Expresión de deseo japonesa. En español: Esfuérzate.-