29 de abril, 2024
Editorial
Lanata, Abraham y Caparrós: Tres mosqueteros aburridos
Jorge Lanata, Tomás Abraham y MartÃn Caparros – ¡los intelectuales! – se sentaron junto y frente a MarÃa Laura Santillán, en su programa nocturno de los domingos, en donde abandona los mohines morales de Telenoche y los reemplaza por esa expresión reforzada de pensamiento. |
Ahí estaban los tres. Ni mosqueteros ni chiflados. Más bien displicentes, monocordes y tremendamente aburridos. Era domingo, 21 de agosto, por la señal TN de televisión por cable.
Jorge Lanata, Tomás Abraham y Martín Caparros – ¡los intelectuales! – se sentaron junto y frente a María Laura Santillán, en su programa nocturno de los domingos, en donde abandona los mohines morales de Telenoche y los reemplaza por esa expresión reforzada de pensamiento.
Para mí, que de alguna manera siempre admiré y envidié a los tres (dejo notablemente afuera de cualquier ponderación a la señora, y no precisamente por cuestión de género o misoginia) fue una decepción largamente anunciada.
Los vi a través de sus propias caricias auto-eróticas o auto-retóricas, arrastrar palabras y develar sonrisas. Mi decepción fue leve; sus narcisismos más bien grises.
Lanata, Abraham y Caparrós, ante mis ojos y en breves instantes, se reconvertían en sucedáneos de pedantes con pasión de naftalina. Eran –sin órdenes de correspondencia- Aguinis, Kovadloff y Sebrelli.
Escribo estas palabras sin menoscabo de nadie, porque tampoco soy de los que se sobresaltan de pasión al pensar en Jauretche como el pináculo del pensamiento, ni de los que sufren de incontinencia cuando escuchan las balbuceantes razones de Horacio González y sus adláteres.
(A veces pienso que me quedó, tal vez, lo más kitsch del viejo Perón: Estar tan lejos de uno como del otro imperialismo. La puta Tercera Posición. Los frontispicios de la medida y la armonía).
En el programa aquí mentado, se iban a dedicar, según la ocurrencia del programa Argentina para Armar, a analizar el resultado de las elecciones primarias. La consigna era “El país que se viene”.
Los tres mosqueteros
Abraham sonreía lejano, esperando el momento para jugar con el falso socratismo de no saber nada y culminar en loas a su candidato Hermes Binner. “Yo soy su más formidable crítico” dijo más o menos, mientras explicaba que a los demás opositores no había nada que criticarles. Como si entre él –Abraham- y Rodriguez Saa no hubiera paralelismo alguno.
El inspirador de las gloriosas medias Tom de Ciudadela (“los niños juegan, juegan y juegan; van de paseo, van a la escuela…”) se convirtió en profeta de la reelección: “La voluntad kirchnerista de concentrar el poder y no soltarlo demostrada en los últimos ocho años va a llevar a que se trabaje en una nueva reelección de Cristina”. Le temo al intento de reelección pero no a las profecías de Abraham. Tengo años leyéndolo.
Lanata parecía un periodista cansado. Me hizo acordar al viejo Neustadt en su ocaso post-menemista, y me dio algo de ternura. El gran Bernardo –que llegó a estar tan sordo como el asistente del Zorro- fue quizás el mejor profesional del periodismo político de la televisión argentina y Lanata, en las antípodas de las quiméricas ideologías, su mejor alumno.
“¿Qué elegimos en las primarias? ¡Nada!”, reflexionó Lanata. “En las primarias nos obligaron a votar por algo que ya estaba elegido”. Se lo veía muy desmoralizado para opinar con tanta certeza de un hecho aparentemente inocuo cuando no inexistente.
Por fin, Martín Caparrós estaba incómodo y miedoso en el uso de la palabra. Sin ideas, lo cual no es pecado, pero también sin humor, que siempre fue su mejor virtud. Triste, también, parecía un lápiz que ya no tiene de dónde sacar punta.
Todo lo puso, parece ser, en su reciente libro Argentinismos, donde escribió tantas cosas que a mí mismo se me ocurrieron durante los últimos años, que me dio pudor comprarlo. Acaso por aquello del pensamiento marxista ("No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo") o por el prejuicio neurótico y elitista de suponer que nada bueno que yo haya pensado antes del domingo 14 de agosto puede ser escrito y tener razón.
Notarán que no hay aquí casi ni una línea de defensa al gobierno kirchnerista. Es que no soy seguramente el más indicado para hacerlo en estos días que corren. Acaso nunca lo sea. Pero no por ello uno debe callarse, en especial cuando lo cansan ciertas cosas que antes lo divertían tanto.
Y a los de TN el consejo de un humilde espectador: Llévenlo a la mesa a Jorge Asís que, por más que se haya arrepentido de haber escrito su mejor novela, Diario de la Argentina, sigue siendo un jodido perro de la calle y casi nunca aburre tanto.
Jorge Lanata, Tomás Abraham y Martín Caparros – ¡los intelectuales! – se sentaron junto y frente a María Laura Santillán, en su programa nocturno de los domingos, en donde abandona los mohines morales de Telenoche y los reemplaza por esa expresión reforzada de pensamiento.
Para mí, que de alguna manera siempre admiré y envidié a los tres (dejo notablemente afuera de cualquier ponderación a la señora, y no precisamente por cuestión de género o misoginia) fue una decepción largamente anunciada.
Los vi a través de sus propias caricias auto-eróticas o auto-retóricas, arrastrar palabras y develar sonrisas. Mi decepción fue leve; sus narcisismos más bien grises.
Lanata, Abraham y Caparrós, ante mis ojos y en breves instantes, se reconvertían en sucedáneos de pedantes con pasión de naftalina. Eran –sin órdenes de correspondencia- Aguinis, Kovadloff y Sebrelli.
Escribo estas palabras sin menoscabo de nadie, porque tampoco soy de los que se sobresaltan de pasión al pensar en Jauretche como el pináculo del pensamiento, ni de los que sufren de incontinencia cuando escuchan las balbuceantes razones de Horacio González y sus adláteres.
(A veces pienso que me quedó, tal vez, lo más kitsch del viejo Perón: Estar tan lejos de uno como del otro imperialismo. La puta Tercera Posición. Los frontispicios de la medida y la armonía).
En el programa aquí mentado, se iban a dedicar, según la ocurrencia del programa Argentina para Armar, a analizar el resultado de las elecciones primarias. La consigna era “El país que se viene”.
Los tres mosqueteros
Abraham sonreía lejano, esperando el momento para jugar con el falso socratismo de no saber nada y culminar en loas a su candidato Hermes Binner. “Yo soy su más formidable crítico” dijo más o menos, mientras explicaba que a los demás opositores no había nada que criticarles. Como si entre él –Abraham- y Rodriguez Saa no hubiera paralelismo alguno.
El inspirador de las gloriosas medias Tom de Ciudadela (“los niños juegan, juegan y juegan; van de paseo, van a la escuela…”) se convirtió en profeta de la reelección: “La voluntad kirchnerista de concentrar el poder y no soltarlo demostrada en los últimos ocho años va a llevar a que se trabaje en una nueva reelección de Cristina”. Le temo al intento de reelección pero no a las profecías de Abraham. Tengo años leyéndolo.
Lanata parecía un periodista cansado. Me hizo acordar al viejo Neustadt en su ocaso post-menemista, y me dio algo de ternura. El gran Bernardo –que llegó a estar tan sordo como el asistente del Zorro- fue quizás el mejor profesional del periodismo político de la televisión argentina y Lanata, en las antípodas de las quiméricas ideologías, su mejor alumno.
“¿Qué elegimos en las primarias? ¡Nada!”, reflexionó Lanata. “En las primarias nos obligaron a votar por algo que ya estaba elegido”. Se lo veía muy desmoralizado para opinar con tanta certeza de un hecho aparentemente inocuo cuando no inexistente.
Por fin, Martín Caparrós estaba incómodo y miedoso en el uso de la palabra. Sin ideas, lo cual no es pecado, pero también sin humor, que siempre fue su mejor virtud. Triste, también, parecía un lápiz que ya no tiene de dónde sacar punta.
Todo lo puso, parece ser, en su reciente libro Argentinismos, donde escribió tantas cosas que a mí mismo se me ocurrieron durante los últimos años, que me dio pudor comprarlo. Acaso por aquello del pensamiento marxista ("No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo") o por el prejuicio neurótico y elitista de suponer que nada bueno que yo haya pensado antes del domingo 14 de agosto puede ser escrito y tener razón.
Notarán que no hay aquí casi ni una línea de defensa al gobierno kirchnerista. Es que no soy seguramente el más indicado para hacerlo en estos días que corren. Acaso nunca lo sea. Pero no por ello uno debe callarse, en especial cuando lo cansan ciertas cosas que antes lo divertían tanto.
Y a los de TN el consejo de un humilde espectador: Llévenlo a la mesa a Jorge Asís que, por más que se haya arrepentido de haber escrito su mejor novela, Diario de la Argentina, sigue siendo un jodido perro de la calle y casi nunca aburre tanto.
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No le llegas ni a los talones a cualquiera de los tres que criticas.
Es cierto nomas, en este paÃs cualquier boludo se da el lujo de criticar a gente con trayectoria.
PD: y corregi tu sintaxis que es pésima.