Aunque muchas opiniones sean agraviantes e injuriantes hacia la Presidente de la Nación, el movimiento que Cristina Kirchner conduce es profundamente democrático.

La democracia es una forma de gobierno que nos permite elegir nuestros representantes, esto es por medio del voto universal, secreto y obligatorio. Garantía constitucional que gracias al propio pueblo, a pesar de los sinsabores en materia política, social y económica, hemos sabido mantener y profundizar en casi treinta años en forma ininterrumpida.

Desde el año 2003 a la fecha los argentinos hemos transcurrido por un periodo de reparación histórica de derechos conculcados y de consagración y garantía de nuevos derechos, reafirmado recientemente en elecciones libres por el voto de 11 millones de argentinos.

Las movilizaciones populares siempre tienen un grado de organización. Y la de hoy tampoco es una excepción. Cualquier sector social tiene el derecho de protestar ante las autoridades.

Aunque los reclamos sean variados y contradictorios. Algunos de ellos con un valor antidemocrático.

Como dirigente político de hijo de una generación que sufrió mucho la violencia y la intolerancia no puedo soslayar lo observado.

De allí la necesidad de manifestar no la preocupación de la movilización popular de un sector de la sociedad, sino la manipulación de grupos de poder que realizan por intermedio de medios masivos de comunicación al pueblo argentino todos los días, llenándolos de miedo, bronca y que todo está mal en este país. Todos sabemos que del miedo y la bronca al odio hay un solo paso.

Por eso la convocatoria de nuestra Presidenta a estar unidos, organizados y solidarios es un llamamiento a todos los argentinos para no caer en la tentación nuevamente de ir por el camino más fácil de lo individual.

Los representantes del pueblo a nivel nacional, provincial y municipal debemos consolidar en forma definitiva un proyecto colectivo que garantice el bienestar general a todos los argentinos.