Editorial
La oposición, entre las urgencias y el tiempo
Por Gonzalo Arias
El virtual abandono de funciones estatales básicas como la salud y la educación, podría incidir pronto en la temperatura social.

Para el tan amplio como heterogéneo espacio de la oposición, al igual que para el gobierno de Milei, el tiempo es hoy una de las principales variables a la hora de definir posicionamientos y delinear estrategias de corto, mediano y largo plazo.

En este marco, las diferentes interpretaciones respecto a la posible evolución del calendario y su impacto en el clima social dan lugar a diversas proyecciones que configuran múltiples escenarios posibles, sin nadie que pueda hoy contar con información certera o indicios concretos que permitan tomar decisiones basadas en datos.

En el reino de la más profunda incertidumbre, abundan así los preconceptos, pálpitos o juicios basados en convicciones propias de la subjetividad de los actores políticos, a la par que los tiempos se aceleran al calor de inminentes definiciones políticas, y el margen para actuar se estrecha frente a la magnitud de la recesión y la crisis.

Una clara evidencia de ello es el clima que rodea a las negociaciones en torno a la versión "abreviada" de la Ley de Bases que sería remitida finalmente esta semana a la Cámara de Diputados. Mientras el Ministro del Interior y el Jefe de Gabinete recibían en la Casa Rosada a los referentes de los bloques dialoguistas para ultimar detalles y pulir la letra chica de la ley que el oficialismo aspira a llevar al recinto de la cámara baja en un ambicioso plazo de 15 días, el presidente arremetía una vez más contra los legisladores y los mandatarios provinciales.

El buen clima del que hablaban Pichetto, Massot, o Cobos tras salir de la reunión en Balcarce 50, muy pronto se enrarecía por las nuevas diatribas del locuaz primer mandatario. Así, en una inusualmente extensa entrevista con Alejandro Fantino se mostró tan confiado en su propio liderazgo como provocador frente a la oposición, señalando "no tengo esperanzas en que sean algo distinto, pero les doy la oportunidad de sacar Bases y les ofrezco el Pacto de Mayo, que son 10 reglas para una economía sana. Si no, no importa, les veo la cara en las elecciones de 2025″.

En este contexto, y más allá de que el propio Francos vaticinó que el gobierno está muy cerca de conseguir la "ley", el vínculo de la oposición con el gobierno no logra superar las mutuas desconfianzas. Es que lo que se habla y "acuerda" con el Ministro o el Jefe de Gabinete puede rápidamente ser dinamitado por un Milei imprevisible y excesivamente irascible.

Lógicamente, hacia el interior de la oposición hay matices. Ya no hablamos de las claras diferencias entre la oposición frontal que representa el kirchnerismo y aliados, y la oposición más moderada y dialoguista que hoy representan la mayoría de los sectores que supieron animar Juntos por el Cambio, los peronistas de Pichetto, Massot y Randazzo, y el espacio de Stolbizer, entre otros.

Es que entre las filas dialoguistas también hay importantes diferencias, que van desde el colaboracionismo de importantes sectores del PRO hasta el pragmatismo de los radicales vinculados a gobernadores, pasando por proyectos de impronta más personal y diferenciadora como el que encabeza el Senador Lousteau e internas entre diferentes variantes del peronismo no kirchnerista.

Así las cosas, los posicionamientos frente a la inminente ley de bases "bis" ya comienzan a perfilar algunas de estas inocultables diferencias. Desde el PRO parece no solo primar por amplio margen la actitud colaboracionista, sino también la inocultable intención de congraciarse con un oficialismo que no deja de darle la espalda a un posible acuerdo y obturarle vías de acceso al gabinete. Otros sectores, tanto en el PRO como el radicalismo, son partidarios de darle al gobierno esta "herramienta" legislativa, como gesto para que deje de victimizarse señalando al Congreso como una "máquina de impedir". Por su parte, la mayoría del radicalismo no es ajeno a la dramática situación fiscal de las provincias, golpeadas por el freno en la transferencia de fondos, la paralización de obras públicas, el drástico recorte de los programas financiados por nación y la baja de la coparticipación.

Sin embargo, y más allá de estas diferencias y matices, casi todos los dialoguistas -quizás con la excepción de los más convencidos colaboracionistas del Pro-, parecen abonar la vía del pragmatismo, mostrándose dispuestos a ceder no más allá de algunas cuestiones mínimas y necesarias (incluso marcando algunas diferencias), lo más alejadas posible de la "batalla cultural" que pretende liderar Milei, a la espera de que el tiempo dirima si el apoyo social al gobierno resulta inmune no solo ya a las consecuencias más profundas de la recesión sino a la potencial frustración de las expectativas de una pronta recuperación económica.

Un envarado Milei acaba de jactarse de que está "haciendo el ajuste más grande de la historia y mi popularidad aumenta", una situación que frente al brutal freno en la actividad económica, la licuación de salarios y jubilaciones, la pérdida de empleos, la eliminación de los subsidios, y el virtual abandono de funciones estatales básicas como la salud y la educación, podría incidir pronto en la temperatura social. Sobre todo si, como indican muchos analistas, la recuperación no solo tardaría más tiempo de lo esperado, sino que impactaría primero a los sectores vinculados al mercado internacional, como el agro, la energía y la minería, y no en los bolsillos de los ciudadanos de a pie.

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