El trágico 2 de abril puso sobre el tapete varios problemas que pasan desapercibidos cotidianamente pero que afectan desde hace tiempo a nuestra ciudad. Ciudad que crece desmedidamente a lo alto, pero con pies de barro. Cantidades de enormes edificios brotan como hongos y cambian aceleradamente su fisonomía pero no cuentan con los desagües necesarios. El suelo se ha hecho impermeable, dicen los entendidos.

Crecimiento sin planificación y falta de inversión en infraestructura llevan a esta situación cada vez peor. Cada nuevo gobierno cambia el código urbano pero no ataca el problema de fondo.

Miles de instalaciones clandestinas en muchos barrios han hecho que pluviales y cloacas se conecten y así cualquier lluvia un poco intensa hace brotar desechos con la consiguiente contaminación. Más de 64 mil hogares de La Plata, esto es el 30 por ciento del total, no tienen cloacas. ¿Será como dice un viejo apotegma político que las obras bajo tierra no se ven y lo que no se ve no reditúa en votos?

Los asentamientos en tierras linderas a los arroyos, manifestación de la pobreza existente que esconden las estadísticas, se ven afectados no solo cuando desbordan los cauces por inundaciones repetidas, sino que sufren diariamente la contaminación ambiental la cual se manifiesta a través de intoxicaciones, diarreas, alergias, infecciones y parasitosis infantil con sus secuelas de malnutrición.

Coincidente con la inundación, un incendio en la refinería de YPF causó alarma extrema y además nos mostró en toda su dimensión lo que todos los días sufrimos imperceptiblemente: la contaminación del aire que respiramos. Nuestra región tiene una de las tasas más altas de alergias y problemas respiratorios como el asma, producto de esa contaminación diaria.

La aparición masiva de mosquitos después de la inundación nos puso en alerta por la presencia del temible Aedes Aegypti, vector del dengue. Pero en realidad también este es una presencia peligrosamente habitual desde hace tiempo.

La ciudad de Julio Verne

La tan declamada reconstrucción de La Plata es una excelente oportunidad para volver a los orígenes que alumbraron su nacimiento. La “reconstrucción” debe estar guiada por los ideales de sus mentores.

Efectivamente, al igual que "France-Ville", la ciudad ideada de Julio Verne, La Plata estuvo diseñada bajo los criterios sanitaristas de esa época. Aquella, la del libro de Verne “Los quinientos millones de la Begún”, estuvo inspirada en Hygeia, A City of Health, una ciudad ideal basada en un esquema higienista del médico inglés Benjamin Ward Richardson. La nuestra, la real, estuvo diseñada por un equipo integrado entre otros por los primeros médicos higienistas del país, los asesores de Rocha, Guillermo Rawson, Eduardo Wilde y Emilio Coni quienes se habían formado en aquellas ideas.

France-Ville, fue descripta por Verne como una ciudad moderna, ordenada, limpia, sin enfermedades y con los medios de comunicación más modernos, el teléfono en cada casa y el reloj eléctrico en todas las plazas. Sus habitantes procuraban idear el modo de prolongar la vida humana y darle a esta, todo tipo de comodidades.

La Plata también estuvo ideada bajo aquellos preceptos, que eran los de avanzada en esa época. Justamente el higienismo, esta corriente de pensamiento llamada también sanitarismo, aparece en Europa como reacción al enorme e insalubre crecimiento de las ciudades industriales y se preocupó, durante el siglo XIX, de plantear reformas para un espacio urbano plagado de problemas de habitabilidad.

De ciudad inundable a ciudad saludable

Se debe repensar La Plata como ciudad saludable. Como lo hicieron sus fundadores. Volver a las fuentes. Urge elaborar, en forma participativa entre todas las fuerzas vivas de la ciudad, un plan estratégico para los próximos 70 años de cara a su tercer centenario.

Se debe reordenar el uso de la tierra, invertir en obras hidráulicas y en cloacas. Pero también debemos encarar otras patologías de nuestro tiempo. El caos del tránsito se cobró en lo que va del año más victimas fatales que el mismo período del año pasado. La inseguridad genera muertes y angustia cotidiana. El uso y abuso de alcohol está creciendo en nuestra región especialmente en jóvenes causando enfermedad y participando en un 25 por ciento de los accidentes de tránsito. También el uso de drogas está creciendo y además del daño a la salud que produce influye en muchos de los hechos de inseguridad. La nocturnidad descontrolada es un flagelo que angustia a miles de familias. La contaminación sonora es preocupante ya que nuestra región está considerada como una de las más ruidosas del país y de seguir así se incrementará en un 50 por ciento las afecciones en la audición. Y así podemos seguir.

El Concejo Deliberante local acaba de plantear el concepto de ciudad inundable. Es correcto que se acuñe esta idea porque nos moviliza, nos pone en alerta y debería guiar el accionar de futuras obras. Pero dejamos pasar mucho tiempo para darnos cuenta de esto. No dejemos pasar más tiempo para darnos cuenta de las otras “patologías” que crónicamente nos aquejan. Transformemos esta crisis en una oportunidad.