A un mes de haber asumido como speaker del Congreso con un grado de debilidad fabuloso, Kevin McCarthy empieza a hacer pie en su puesto. Después de haber sido humillado por sus propios compañeros de bancada, que se negaron durante 15 votaciones a darle su apoyo, el presidente de la Cámara de Representantes acaba de cerrar una semana en la que dio muestras de su capacidad para reponerse del golpe.
El californiano que reemplazó con mucha dificultad a la histórica Nancy Pelosi persuadió el jueves a al menos tres reticentes republicanos a cambiar sus posiciones y votar para lograr su primer objetivo: expulsar a una representante demócrata de tres mandatos de la membresía del influyente Comité de Asuntos Exteriores.
Aunque su gran desafío de corto plazo es alinear a su bloque detrás de una postura común en torno al debate por el techo de la deuda para la administración Biden, McCarthy comenzó a ganar adhesiones y, de a poco, la resistencia interna de los republicanos que lo rechazan empieza a ceder y los peores fantasmas comienzan a alejarse lentamente.
La votación del jueves mostró al californiano surgido del distrito conservador de Bakersfield en una posición desconocida. Tras haber logrado ser electo orador con un sufrimiento que no registra antecedentes en un siglo, McCarthy parece haber iniciado su camino de liderazgo con un látigo para disciplinar a los demócratas y un manual de supervivencia para disuadir a los rebeldes republicanos.
A fuerza de concesiones y largas horas de negociación, el presidente de la Cámara logró suavizar las objeciones de sus colegas y obtuvo el respaldo necesario para expulsar con 218 votos sobre 211 a la crítica progresista Israel Ilhan Omar del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara.
Antes de la votación que la marginó, la representante demócrata pronunció un discurso que emocionó a muchos de sus colegas pero no modificó en nada la voluntad de McCarthy. "Soy musulmana. Soy inmigrante y, curiosamente, de África. ¿Alguien se sorprende de que me estén atacando? ¿Alguien se sorprende de que de alguna manera se me considere indigno de hablar sobre la política exterior estadounidense?", se preguntó. Después de la votación, el líder demócrata de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries definió al operativo comandado por McCarthy como una "venganza política ".
El californiano que reemplazó a Pelosi tiene por delante una misión mucho más desafiante: encolumnar a los republicanos detrás de una postura común para reducir los gastos del presupuesto e impedir que Biden eleve el techo de la deuda. Para eso, despliega un juego a dos puntas en el que combina posturas duras que agita en público desde el Congreso con contactos reservados y acercamientos con la administración demócrata.
El miércoles último, el primer encuentro de McCarthy con Biden en la Casa Blanca demostró que existen puentes de negociación entre demócratas y republicanos pero no aportó ningún dato de relevancia sobre la posibilidad de un acuerdo. "El presidente y yo tratamos de encontrar una manera en que podamos trabajar junto. Creo que al final del día podremos encontrar un terreno de entendimiento", dijo McCarthy a la prensa al final de la reunión con el presidente, que se prolongó durante una hora. Al día siguiente, los dos volvieron a coincidir en un encuentro pleno de coincidencias en el Desayuno Nacional de la Oración, realizado en el Capitolio.
El republicano McCarthy lleva años como representante y, como Pelosi, expresa el poder de California en el Congreso. Electo por un distrito mayoritariamente conservador en Bakersfield, a unas dos horas al norte de Los Ángeles en vehículo, está acostumbrado a navegar en la polarización, con un ida y vuelta interminable. Así como se alejó y se acercó a Donald Trump en más de una oportunidad, combina los dotes de un negociador que cuestiona al gobierno pero se sienta al mismo tiempo en la Casa Blanca.
Sus dificultades para consagrarse como orador de la Cámara no eran apenas una falencia personal sino que se inscriben en la fuerte división del Partido Republicano. Si el resultado inesperado de las elecciones de noviembre potenció las diferencias y dejó golpeado a Trump, el affaire McCarthy volvió a mostrar que el ex presidente ya no conduce como antes y que los republicanos sufren la falta de un liderazgo que unifique a todas las facciones.
De acuerdo a los especialistas que miran la composición del Congreso, los republicanos aparecen atrapados con cuatro partidos bajo un mismo techo con goteras: los partidarios de MAGA, los militantes ultra-MAGA, los miembros del establishment y la línea moderada.
McCarthy no forma parte del negacionismo extremo que Trump eligió para ir a pelear en los comicios de noviembre en los estados más importantes, pero se cuidó siempre de no enemistarse con el ex presidente. Ese delgado equilibrio es el que ahora le toca reeeditar en una posición de mayor exposición, mientras los republicanos de extrema derecha lo condicionan desde el Congreso y Biden lo invita al acuerdo desde la Casa Blanca.
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