Después de cuatro años de disputas, por fin la Nación y la CABA se pusieron de acuerdo para resolver un problema metropolitano. Primer caso en escala menor: Autopista Illia donde se habilita el tramo pendiente de salida vehicular hacia el norte. Sabiduría taxista en tránsito por ahí, “…la verdad, hay que ponerle una ficha a Cristina y Macri por esto, está muy bien… “. Claro ejemplo de un escenario donde todos ganamos. Segundo caso en escala mayor: por acuerdo de Nación y Ciudad se hará la autopista ribereña, completando el anillo de autopistas metropolitanas conectando las autopistas Buenos Aires-La Plata, la 25 de Mayo y la Illia.

Decimos escala mayor por su tamaño -cientos de millones de dólares- y por su alto impacto para la Ciudad y el área metropolitana en función a las cuestiones que involucra. Por un lado el puerto: si para una mayor y mejor competitividad regional sistémica en La Gran Buenos Aires, se articula un sistema metropolitano de puertos, la racionalidad indica que las cargas generales deben desplazarse aguas abajo del Río de la Plata. 

El flamante puerto de Ensenada está aguardando y el de la Ciudad debería fortalecer su destino de cruceros y deportivo. Por otro lado, el suelo circundante de toda el área es campo fértil para definir usos que fortalezcan claramente la identidad de la “Buenos Aires Metrópolis, Capital Latinoamericana del Conocimiento y la Diversidad”, completando el definido carácter del centro porteño y el nuevo carácter del puerto de cruceros y el deporte. Finalmente, la Villa 31 con su urbanización pendiente, que debería estar acorde a las potencialidades sociales de su localización en clave de empleabilidad inclusiva.

Semejante complejidad demanda una correcta planificación, también posible de abordar en esta etapa por otro acierto de la convergencia de voluntades gubernamentales: la entidad responsable de evaluar el mejor proyecto de autopista ribereña es la Corporación Antiguo Puerto Madero, un organismo que reúne Nación y CABA, y que tiene una amplia experiencia en planeamiento estratégico. Por suerte, la Corporación hoy está conducida por un valioso profesional con profunda visión metropolitana.

Ojalá la dirigencia política argentina, a la que se le reclama cada vez más y mejor gestión, valore este ejemplo de cooperación, abstraiga los motivos profundos que la sustentan, y tome conciencia del alcance del federalismo de concertación. Éste es una herramienta poderosa para el desarrollo de las regiones del país. Desde la Fundación Metropolitana seguiremos promoviendo la constitución de la Región Metropolitana Buenos Aires, tal cual lo permite la Reforma Constitucional de 1994.