Santiago Peña sabÃa desde antes de asumir que tenÃa que recomponer la relación estratégica con Estados Unidos. El presidente paraguayo repite que la situación de su mentor, Horacio Cartes, considerado "significativamente" corrupto por Washington, apenas repercutirá en su gestión, pero no es lo que dicen en el Departamento de Estado. Y el mandatario lo sabe.
Fuentes del Departamento de Estado de Estados Unidos revelaron a LPO que Biden espera "gestos" de Peña que, si bien tiene una excelente relación con Washington, esperan señales de autonomÃa y distanciamiento del padrino polÃtico de Peña y máximo lÃder colorado, Horacio Cartes, acusado por "significativamente corrupto". Lo que pretenden en Estados Unidos del presidente paraguayo es la confirmación del respeto a la división de poderes y la independencia del poder judicial.
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En Washington ven a la Justicia como el último bastión capaz de dar luz verde a una eventual extradición del empresario y expresidente, ya que ambas cámaras del Congreso están controladas por el cartismo que, en última instancia, contarÃa con los votos necesarios para derogar el tratado de extradición con EEUU y proteger a su jefe. Sin embargo, Peña rechaza jugar esta carta porque supondrÃa un punto de no retorno con un aliado clave de Paraguay.
El Departamento de Estado tampoco ha movido fichas hasta el momento y le da al nuevo Ejecutivo un tiempo de gracia para demostrar que su compromiso con Cartes no llega a niveles de osadÃa que puedan resentir la relación bilateral, menos aún para un gobierno que acaba de comenzar. Si bien Peña insiste en que ha tenido más de una conversación con emisarios estadounidenses y "resolvió" la cuestión de su padrino polÃtico, los gestos no tardaron en aparecer.
Una de las primeras acciones del presidente fue la convocatoria de apuro de una cumbre de poderes para acordar una hoja de ruta centrada en el combate a la corrupción, el contrabando y el tráfico de armas y drogas, toda una declaración de principios. La reunión fue en la residencia oficial de Mburuvicha Róga, un domingo y anunciada casi sobre la hora. Peña estuvo acompañado por su vice, Pedro Alliana, y congregó al presidente del Congreso, Silvio Ovelar, el titular de la Corte Suprema, César Diesel, el fiscal general Emiliano Rolón y el contralor general Camilo BenÃtez.
El mensaje era claro, estaba dirigido a Washington y tenÃa como garantes a BenÃtez, hombre cercano al exvicepresidente Mario Abdo, Hugo Velázquez, y a Rolón, quien colaboró desde el inicio con EEUU en la investigación contra Cartes. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) de EEUU no solo se metió con las empresas del lÃder colorado, sino que el embajador Marc Ostfield llegó vincularlo con el grupo terrorista libanés Hezbolá. Para Washington se trata de ir a fondo y los guiños parecen insuficientes.
La oposición criticó la cumbre del domingo por hacerla por fuera del ámbito del Congreso y alertó sobre la promesa del gobierno de suprimir la SecretarÃa Nacional Anticorrupción, una instancia creada por el liberal Federico Franco en 2012 y que Peña evalúa eliminar porque en "una década no ha descubierto ningún caso de corrupción". "Reivindicamos la independencia de los poderes del Estado y el sistema republicano", dijo el presidente este jueves junto a Ovelar, con quien prepara un paquete de leyes contra la corrupción para el 24 de noviembre.
La expectativa es baja en Washington, donde prevén que las leyes en cuestión solo serán cosméticas hasta que prueben que no eximen a los dirigentes colorados y sus socios de otros partidos. Que Peña haya celebrado dos encuentros sobre la corrupción, el lavado y otras actividades ilÃcitas en cinco dÃas con la cúpula del Congreso y los organismos judiciales es un gesto, pero no una señal clara que demuestre las intenciones reales del protegido de Cartes.
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