Sucesión
Mensajes presidenciales
Por Raymundo Riva Palacio
Pistas y señales desde Palacio fulminan las certezas de los aspirantes. La palabra de Esquer. Los tiempos del canciller.

 Andrés Manuel López Obrador es un presidente que engaña fácilmente con la verdad. Y sin embargo, es muy difícil leer correctamente lo que piensa. En el tema de la sucesión presidencial, dijo que no hay favoritismos y que la candidatura de Morena se decidiría con una encuesta, que afirmó en la cena con aspirantes a sucederlo, gobernadores y líderes del partido el lunes pasado, era el método que más le gustaba y en el que más confiaba.

Sus declaraciones públicas son consistentes con las privadas, aunque ha dado señales confusas que inquietan a Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, considerada por muchos -incluido por quien esto escribe-, como la delfín del presidente.

La primera señal importante fue hace una semana exacta, cuando después de que el presidente pidió en la cena a gobernadoras y gobernadores, y a los líderes del partido, no tomar partido por ninguno de los aspirantes a la candidatura y apoyarlos cuando fueran a sus estados, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, aprovechó el momento para pedirle autorización de renunciar y poder contender de manera transparente por la nominación. Por supuesto, le dijo López Obrador, deseándole mucha suerte.

La segunda fue cuando el líder de Morena, Mario Delgado, consideró que Ebrard se estaba adelantando a los tiempos marcados por el calendario que habían diseñado el partido y fue atajado por el presidente. No habría paso para atrás, expresó López Obrador, porque ya había dado el banderazo de salida. Las palabras del presidente provocaron inquietud en Sheinbaum y en el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

La tercera fue para Sheinbaum, quien después de que Ebrard anunció públicamente el martes que renunciaría, le solicitó una audiencia al presidente el miércoles, pero no se la dio. La prensa le preguntó a la jefa de Gobierno todos los días si renunciaría como había hecho el canciller. Sheinbaum eludió responder de manera clara en un principio, pero ante la presión fue modificando el matiz de su respuesta, de metafórica, a esperar los resolutivos del Consejo Nacional de Morena este domingo, a anticipar que el lunes fijaría su posición, y a decir que en caso de que se diera su salida de la jefatura, sus colaboradores terminarían la obra sexenal.

En la cena del lunes el presidente había dado línea de manera sutil. Dijo primero que fueran quienes aspiraran a la candidatura presidencial los que se pusieran de acuerdo sobre el método -que según Sheinbaum el viernes, ya lo habían hecho-, aunque subrayó su predilección por la encuesta, que ha trascendido ante el descalabro que sufrieron las casas demoscópicas de cabecera de Delgado en las elecciones del estado de México, podría ser realizada por el equipo de encuestadores que ha estado con López Obrador desde hace más de dos décadas, cuando José Barberán, un muy respetado hombre de izquierda que se vinculó con el presidente desde mediados de los 90, lo armó.

Después de autorizarle a Ebrard la renuncia, López Obrador señaló que sus rivales por la candidatura podrían hacer lo mismo antes de que el Consejo Nacional de Morena estableciera las reglas del juego, o en su defecto, esperar los resolutivos y decidir hasta entonces si dejaban sus cargos o permanecían en sus funciones oficiales, dejando entrever en ese momento que la renuncia podría no ser un requisito indispensable para aspirar a la candidatura. Pero para más claridad sobre los deseos del presidente, hacia finales de la semana el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, el viejo enemigo de Ebrard que preside el Consejo Nacional de Morena, dijo que propondría la renuncia de los aspirantes, pero "sin afectar el cumplimiento de la responsabilidad que ahora tengan encomendada". De cualquier forma, en el Consejo Nacional de Morena este domingo, quedó claro que quien quiera ser candidato, tendrá que renunciar al registrarse.

La cuarta señal la recibió el secretario de Gobernación, a través de un viejo amigo, el secretario particular del presidente, Alejandro Esquer. El mensaje que recibió fue que esperaba que fuera el último en presentar su renuncia, debido a que no estaba en igualdad de circunstancias que Sheinbaum o Ebrard. Lo que significa el mensaje solo ellos deben saberlo, pues la forma cáustica como se lo dieron refleja valores entendidos que, al desconocerlos, puede llevar a interpretaciones antagónicas. ¿No tendría que renunciar porque está muy abajo en las encuestas y su papel como candidato sería solo testimonial? O no tendría que dejar el cargo porque su destino está sellado. Pero al mismo tiempo, el mensaje no llevaba ninguna presión para que no renunciara. Si el secretario decide hacerlo, no tendrá problema. Incluso, el viernes adelantó en Chiapas que lo haría, aunque no estableció plazo.

La lucha por la candidatura presidencial será entre tres, si nos atenemos a quienes López Obrador tiene en la cabeza, y no es un juego de sillas donde al final sacará un conejo de la chistera. En todo caso, sí está muy claro quiénes no figurarán. Al senador Ricardo Monreal, que se apuntó para ser el cuatro en discordia dentro de Morena, ni lo mencionó en los mensajes, pero tuvo una deferencia al recibirlo el viernes pasado en Palacio Nacional, de la que solo dijeron que había ido a agradecerle la confianza en la gestión parlamentaria, lo que suena falso.

A los precandidatos del Partido Verde, Manuel Velasco, y del PT, Gerardo Fernández Noroña, ni los toma en serio. Se mofó de ellos en público y, aunque pidió a Delgado que les diera un espacio en el proceso, anticipó que jamás podrían ser candidatos del partido porque no cree que garantizarían la continuidad del proyecto de la cuarta transformación.

Con los resolutivos del Consejo Nacional de Morena se irán definiendo a los verdaderos adversarios por la candidatura presidencial, sus ejércitos electorales y si la favorita de López Obrador como tal se mantiene en su sitio pero, sobre todo, si es capaz de estar a la altura del deseo de su mentor.

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