Europa
Crisis en Ucrania: tiempo de definición en México
Por Raymundo Riva Palacio
La escalada militar llega al Consejo de Seguridad de la ONU y obliga a López Obrador a tomar postura.

 La crisis de Ucrania, que ha llevado a colocar en la agenda de riesgos la posibilidad de un conflicto militar en Europa, presentará este lunes una prueba de lealtad e interés político y económico para México, durante la reunión solicitada por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para discutir la crisis en el frente europeo oriental y lo que llamó "el comportamiento amenazante" de Rusia. Pero al mismo tiempo, abre una incógnita de cómo resolverá el presidente Andrés Manuel López Obrador sus contradicciones con Estados Unidos por la forma como ha desarrollado su relación política con el presidente Vladimir Putin.

En sus poco más de 130 años de relaciones bilaterales, Rusia no ha tenido nada más que nexos superficiales con México, y pese a compartir animadversión ocasional contra Estados Unidos, sucesivos gobiernos mexicanos, sin importar su inclinación ideológica, han jugado a favor de los intereses de Estados Unidos. En términos económicos, Rusia es insignificante para México, al ser su socio comercial número 35, con datos de 2020, y un inversionista significante, aunque se han ido abriendo espacios en el sector energético y minero. Sólo hasta 2021, el comercio bilateral se movió. Durante el primer semestre las exportaciones rusas brincaron de 421 millones de dólares, a mil 824.

Pero lo económico no es lo importante en el contexto geopolítico en donde se mueve Rusia con Estados Unidos. En diciembre pasado, en la escalada por la crisis en Ucrania, Putin ofreció su tradicional conferencia de prensa anual donde se refirió a que las acciones rusas en la frontera con Ucrania buscaba garantizar su seguridad, retomando la fuente del conflicto que arrastra con Estados Unidos, la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, donde los viejos aliados del Pacto de Varsovia, lo abandonaron para sumarse a occidente.

A Rusia, dijo Putin, no le toca dar garantías para aliviar la tensión en Ucrania, y dijo: "¿Acaso hemos puesto nosotros misiles cerca de la frontera con Estados Unidos? ¡No! Han sido ellos (Estados Unidos) los que han puesto armamento a nuestra puerta. ¿Qué pasaría si los pusiéramos en Canadá o México?". En el uego de escalar la retórica para construir mejores condiciones en la negociación, en las dos últimas semanas Putin conversó telefónicamente con los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel, Nicaragua, Daniel Ortega, y Venezuela, Nicolás Maduro, para ofrecerles mayor cooperación en todos los ámbitos, incluido el militar.

Canadá es miembro de la OTAN, y una posibilidad como la que mencionó retóricamente de instalar misiles rusos en su territorio, está fuera de la imaginación. Tampoco es una posibilidad real en México, que tiene con Estados Unidos la frontera no militarizada más grande del mundo, y un aparato productivo integrado, donde México es casi totalmente dependiente de la economía de Estados Unidos. Pero si la racional geoestratégica ubicaría a México en la órbita de Estados Unidos, en la racional política de López Obrador y su canciller, Marcelo Ebrard, el presidente mexicano está más cerca de Putin que de Joe Biden.

López Obrador, junto con Putin y el presidente brasileño Jair Bolsonaro, fueron los últimos en felicitar a Biden por su victoria electoral. López Obrador no atendió las recomendaciones de Ebrard y de la entonces embajadora en Washington, Martha Bárcena, para que lo felicitara después de la victoria en las elecciones, y dijo que esperaría hasta que fuera oficial. Aunque el argumento es sólido, fue una treta ideológica, porque sin haber resultados oficiales se apresuró a felicitar a los ganadores en las elecciones presidenciales en Argentina y Bolivia, antes de que se realizara el cómputo oficial, y se metió en política interna, que dijo respetar en el caso de Estados Unidos, al salir en apoyo del presidente peruano, Pedro Castillo, a quien, señaló, buscaban desestabilizar y derrocar.

Su política de no intervención, como lo marca la Constitución mexicana, es discrecional. Calló ante la represión de Díaz-Canel contra la protesta social en Cuba el año pasado, y guardó silencio ante la persecusión política de Ortega contra sus adversarios, colocándose en el lado de las dictaduras latinoamericanas. Cuando Biden declaró en la televisión que Putin era un "asesino" y se hicieron de palabras hace 10 meses, se le preguntó a López Obrador sobre su posición, y salomónicamente alegó que "no tenemos porqué meternos", esperando que fuera un "asunto pasajero".

Ese mismo mes, en la crisis de la pandemia y la búsqueda de vacunas, Ebrard corrió a Moscú para negociar dotaciones de millones de vacunas Sputnik V con el canciller ruso, Serguéi Lavrov, tras lo que López Obrador quedó muy agradecido, como se confirmó en una conversación telefónica que tuvieron en marzo del año pasado. López Obrador fue más allá semanas después, al invitar a Putin a los festejos del inicio del proceso de Independencia, un movimiento que levantó muchas cejas en Estados Unidos. Putin no acudió y lo sustituyó López Obrador con Díaz-Canel.

Desde un punto de vista ideológico, López Obrador ha sido claro al inclinarse al eje anti Estados Unidos. Biden no le ha cobrado la factura porque todo indica que es más importante que le ayude a contener la migración centroamericana, porque en ello posiblemente se juegue el control demócrata en el Capitolio este año, que endurecer su posición con Cuba, Nicaragua o Venezuela, que en este momento no representan mayor riesgo a los intereses de ese país.

Las crisis de Ucrania cambió esa correlación en las últimas semanas, y Putin está jugando las cartas latinoamericanas, presionando a Estados Unidos con eventuales operaciones conjuntas militares en la región, como respuesta a un enorme ejercicio militar que realizará la OTAN a partir de este lunes en el Mar Mediterráneo, para demostrar que, como dijo el portavoz del pentágono, John Kirby, el viernes, "están unidos, fuertes y con capacidades" para enfrentar cualquier eventualidad.

La reunión en el Consejo de Seguridad producirá la misma división de siempre. Estados Unidos y sus aliados enfrentarán a Rusia, que probablemente tendrá de su lado a su nuevo aliado estratégico, China. México es parte del Consejo de Seguridad y participará en el debate. Es previsible que una vez más trate de mantenerse neutral y seguir jugando a caer de pie en ambos campos. Pero aún si así lo hace, será una definición y un mensaje: para Putin, que tiene un aliado político frente a Estados Unidos, y a Biden, que no es confiable. En cualquier caso pierde. No gana nada significativo del lado ruso, y pierde mucho alejándose de Estados Unidos.

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