Oficialismo
El salario (inmerecido) del Presidente
Por Raymundo Riva Palacio
Análisis del trabajo que realiza el jefe de Estado por un salario total de dos millones 11 mil pesos anuales. La seguridad y la salud bajo la lupa.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la austeridad republicana, que es un eufemismo para secar el gasto del gobierno para inyectar en sus megaproyectos de la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, en subsidios a los energéticos y en sus programas sociales con fines electorales, un grito de guerra. Bajo esa narrativa ha tomado los salarios de jueces y órganos autónomos, de periodistas y todo lo que se le ponga enfrente, para desplegar un discurso de lucha de clases y manejar su palabra binaria de los ricos y los pobres, los privilegiados y los marginados, que termina siempre con denuestos y acusaciones de corrupción.

Los salarios forman parte de una retórica que repite para machacar en la mente del electorado mexicano que él es diferente a todos en el pasado. Sí lo es, sin duda, aunque no por las razones que busca denodadamente -el reconocimiento hacia su persona-, y por la hipocresía con la cual maneja los datos. López Obrador dice que gana dos millones 11 mil pesos anuales, que da un promedio de alrededor de 167 mil pesos mensuales, pero la realidad es ligeramente diferente.

El tabulador de la Secretaría de Hacienda lo tiene con un salario mensual de 50 mil 931 pesos de sueldo base y 133 mil 537 pesos de compensación garantizada, lo que da un total de 184 mil 488 pesos, que suman dos millones 216 mil 712 pesos anuales, donde lo relevante no es que sea un 5% superior, sino el manejo tramposo con el que maneja las cifras. López Obrador es el quinto presidente que más gana en América Latina, casi el doble del argentino Alberto Fernández, y 20% arriba de las percepciones del brasileño Luis Inazio Lula da Silva, pero se presenta como el más humilde de los humildes.

Su salario ha sido caballo de batalla contra quienes considera sus principales adversarios, la Suprema Corte, el anterior Instituto Nacional Electoral y periodistas críticos, pero es meramente un golpeteo propagandístico que busca daño reputacional. No dice nada de los miembros de su gabinete, que tienen un salario mensual inferior de solo mil 762 pesos, aunque una buena parte de los secretarios de Estado son figuras ausentes de la actividad pública, ni tampoco se refiere el presidente a lo que si no gana, tampoco gasta.

Por ejemplo, López Obrador no tiene que poner un solo peso en servicios personales, ni su seguridad social o prestaciones, que se incluyen en los 875 millones 520 mil pesos asignados a la Oficina de la Presidencia, ni tampoco en materiales de trabajo, alimentos, utensilios o combustibles, que suman otros 140 millones de pesos. No se compara el gasto de su Presidencia a otras anteriores, pero muchos de los que tiene los disfraza y los pagan otras secretarías. A sus moneros asesores les paga con programas de televisión y servicios; los honorarios de los francotiradores contra periodistas críticos salen de las nóminas militares. A otros se les paga en efectivo o con empleo para familiares o sus corruptelas son toleradas por su lealtad. Esos dineros no se ven, pero se sienten.

Los presidentes de México no ganan fortunas, pero tampoco tienen que gastar. Es correcto, por el tipo de trabajo y responsabilidad que tienen, pero la pregunta es ¿por qué tipo de servicio los mexicanos estamos pagando su salario con nuestros impuestos?

Es un salario bien merecido porque lo desquita levantándose a las cinco de la mañana para presidir diariamente la reunión del gabinete de seguridad. Pero no lo porque esas reuniones no sirven para nada: en 57 meses de gobierno, el número de homicidios dolosos en su gobierno, según la consultora TResearch, fue de 164 mil 445, 56 mil 321 más que en ese mismo periodo del gobierno de Enrique Peña Nieto, y 79 mil 54 por encima de los que tuvo Felipe Calderón. Realmente, pagarle emolumentos por ese desastre violento, es justificable.

Igual sería por el caso de la pandemia de la covid-19. De 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México fue el segundo país con la mayor tasa de exceso de mortalidad, detrás de Colombia, que, de acuerdo con las estimaciones doméstica, roza las 800 mil personas. Le pagamos al presidente y para cuidar a la población mostró a todo el país un amuleto que aseguró frenaba el coronavirus, y lo invitó a abrazarse y a desoír las recomendaciones de confinamiento. Mantuvo abiertas las fronteras para que llegaran turistas y enfermos de todo el mundo, o pasajeros varados queriendo llegar a sus casas. Nos congratulamos porque llegamos a ser uno de los países con más turismo durante los años de la pandemia, pero ¿a qué costo?

Eso no le importó. Tampoco la incapacidad del gobierno para desarrollar una estrategia de control epidémico adecuada, cuyo responsable, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, había sido despedido en el gobierno de Calderón por su incapacidad para diseñar una estrategia que contuviera la epidemia del AH1N1 en 2009. No tenemos medicinas ambivalentes y sólo existe la cubana, que sirve para la primera versión de la covid, y la Patria, la vacuna mexicana que no es estadunidense, porque la fórmula se compró en Nueva York, que ya es obsoleta.

Le pagamos al presidente para que dedique unas tres horas para gobernar en público, en la mañanera, en donde nos receta ocurrencias -la última que para diciembre habrá una megafarmacia con las medicinas de todo el mundo-, hace propaganda, y reparte gritos, sombrerazos, insultos y puñetazos, disfrazados de conferencias de prensa que en realidad no lo son. De hecho, en las últimas semanas apenas si ha respondido dos preguntas, algunas que solo sirven para que los paleros que comen de la mano del vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, se dediquen a hacerle genuflexiones obscenas y grotescas, o para neutralizar preguntas serias e incómodas.

Después de la mañanera desayuna el presidente, y luego, como lo ha hecho siempre, se toma una siesta cerca del mediodía. Duerme el presidente en horas que hasta Peña Nieto -que le encantaba la bohemia y siempre se desvelaba- trabajaba. Después, regularmente, se va a jugar un poco de beisbol en horas de trabajo. A Peña Nieto la prensa lo acababa porque jugaba golf los fines de semana. Con López Obrador, todo está normalizado y, peor aún, se lo celebran muchos.

Por las tardes trabaja un poco, sobre todo en temas electorales, y hacia las siete de la noche, junto con Ramírez Cuevas, prepara la hoguera donde le prenderá fuego a alguien al día siguiente.

Le pagamos con nuestros impuestos para que cada beisbolista famoso en las grandes ligas en Estados Unidos sea recibido en Palacio Nacional, aunque tenga abandonado al deporte mexicano, y para que lo visiten las Madres de la Plaza de Mayo, en lugar de abrir la puerta a las madres de quienes han desaparecido en México -casi la mitad del total histórico, en su gobierno-, porque alega que son politiqueras, con la falta de empatía que ya es proverbial en él.

Recibe un salario para gobernar para todos los mexicanos, pero si medimos en función de los resultados de la elección presidencial en 2018, ha excluido al 70% del país, que tiene que seguir pagando impuestos de donde salen sus remuneraciones. Ahora, si vemos sus resultados en los asuntos fundamentales, diríamos que está bien pagado porque, siguiendo el modelo neoliberal que tanto ataca diariamente, no se ha endeudado, lo que ha ayudado para que, con las remesas y el diferencial de tasas de interés, se mantenga estable la economía. Pero nos debe muchísimo dinero porque en otros problemas lacerantes, como la seguridad, salud y combate a la corrupción, sus resultados son espantosos.

En el balance, se puede argumentar que el salario que percibe no tiene justificación alguna. Faltan 13 meses para termine su mandato, al término del cual se podrá concluir lo que ya no tiene vuelta, que su salario habrá sido mucho más elevado de lo que merecía para alguien que ha resultado incompetente para gobernar el país. 

rrivapalacio@ejecentral.com.mx 

twitter: @rivapa

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