La relación entre Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas siempre fue intensa. Dos liderazgos emblemáticos de la izquierda, amantes de las recorridas y el contacto en corto con los pueblos, personalidades fuertes y apasionados seguidores. Sus distanciamientos fueron siempre una suerte de guerra fría para quienes integran sus círculos más íntimos. Recelos no exentos de cordialidad.

Muchos de los militantes de Morena saben que AMLO solía pedir que en los últimos años que nadie concurra a los eventos de Cuauhtémoc y Alejandro Encinas, que se mantenían como "independientes": criticaban al PRD, pero no apoyaban de lleno el nuevo proyecto del tabasqueño.

Cárdenas solía repetir entre sus amigos que Andrés Manuel era un desagradecido. Mientras tanto, se mantenía muy cercano al entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad, Miguel Ángel Mancera, una figura enemistada con López Obrador. La distancia era muy marcada, y así se mantuvo hasta no hace mucho tiempo.

El encuentro que mantuvieron hace pocas semanas escondió un dato que se mantuvo en el más hermético de los silencios. Después de conversar y mostrarse juntos, un emisario de Cuauhtémoc acercó un pedido: el histórico fundador del PRD sondeaba la chance de pedir la representación en Washington. Quería la embajada más importante del mundo.

La respuesta fue una ilustración de lo que transitó esta relación en los últimos años: ese lugar ya estaba reservado para Martha Bárcena, pero en cambio se le ofreció dirigir el futur Centro Cultural de Los Pinos, que llevaría el nombre de su padre: Lázaro Cárdenas.

Una de los hitos que rodea a la figura de Cuauhtémoc es justamente el haber pasado su infancia en Los Pinos. En la residencia presidencial convive con jóvenes y niños de todo el país, que eran invitados y alojados por el General Cárdenas para poder estudiar o finalizar su formación académica.