Enrique Peña Nieto sabe que en menos de dos semanas se jugará quizás la batalla más importante de su sexenio. Pase lo que pase, marcará el inicio de la transición. Pero, claro, una derrota en su propio bastión lo dejará con poco capital político para lo que resta de su sexenio. El Presidente tiene una larga trayectoria peleando comicios y lo sabe a la perfección.

El análisis es simple. Los alcances de una derrota serían de magnitud. No sólo potenciaría el discurso de los opositores, sino que al mismo tiempo mostraría la debilidad del PRI a un año de las presidenciales. Peor aún: los sectores del tricolor que esperan agazapados un tropiezo de Peña Nieto, se entusiasmarían con recuperar el control del partido.

El mandatario sabe que no hay margen para el error. Por eso, desde hace algunas semanas modificó su propia agenda y, como explicó La Política Online, suspendió todo tipo de actos en las entidades que irán a elección. No quiere denuncias en su contra, pero tampoco que lo responsabilicen por los resultados de sus candidatos.

También canceló todas las actividades oficiales los días martes y jueves. Son los días para ocupar temas "personales", según explicó detalladamente Fran Guzmán a quienes pendían reuniones con el Presidente. En rigor, los temas personales deben leerse como cuestiones de política electoral.

El Presidente está más activo que nunca, y organiza reuniones en los horarios menos pensados. Fuentes cercanas a Los Pinos revelaron a La Política Online que incluso está recibiendo a gobernadores, miembros del Gabinete y altos militantes del PRI en medio de la madrugada.

Una de esas citas de trasnoche ocurrió a fines de la semana pasada. El invitado de honor fue Eruviel Ávila, el gobernador saliente del Estado de México y hoy hombre clave para los destinos del Presidente. Según pudo saber esta redacción, en Los Pinos conversaron sobre los preparativos de la elección del 4 de junio.

Un mensaje fue claro: Peña Nieto le exigió al gobernador sin vueltas que más allá del despliegue de operadores, se evite a toda costa cualquier tipo de incidente violento. El motivo es obvio: un sólo hecho de violencia durante el proceso encenderá la llama de las denuncias de fraude de Andrés Manuel López Obrador.

En una elección tan reñida -al menos así lo marcan las encuestas en todos los bunker de los candidatos-, Peña Nieto quiere evitar darle motivos de cuestionamientos a AMLO.

Por eso, allí mismo repasó con Eruviel la cantidad de elementos de las fuerzas de seguridad que participarán del proceso y le avisó que mandaría más federales de ser necesario.