Las necesidades polÃticas se imponen sobre las decisiones económicas. Sin embargo, postergar o interrumpir un proceso de estabilización hace que se vuelva más costoso en el tiempo. |
En nuestro paÃs la inflación se ha transformado nuevamente en un problema sustancial desde la segunda parte de la década de 2000, no olvidando y, al parecer, no habiendo aprendido de los traumáticos episodios de las últimas décadas del siglo pasado.
Es evidente la economÃa argentina continúa replicando los ciclos de volatilidad real y nominal desde, al menos, el último cuarto del siglo XX. Expansiones de cierta aceleración -muchas veces sesgadas desde el consumo y financiadas por capitales de corto plazo- se transforman en recesiones profundas con inflación (en el extremo llegando a niveles de hiperinflación) y volatilidad que, luego, deben ser corregidas a través de estabilizaciones de shock o, en otros casos, graduales afectando la distribución de la riqueza.
Desde ese contexto, muchos nos preocupamos sobre las posibles soluciones o, en principio, la búsqueda hacia niveles menores de inflación. Si bien la teorÃa económica plantea un set de factores diversos y esencialmente económicos sobre las causas de la inflación, para el caso de nuestro paÃs es posible pensar que el fenómeno de recurrencia de los últimos años puede tener un elemento no económico que explique cierta dinámica. En ese sentido, notamos que la gestión de polÃtica económica sobre la dinámica inflacionaria y las distorsiones consecuentes está determinada por decisiones que pueden situarse en común acuerdo con la coyuntura polÃtico-electoral de cada año, es decir, la polÃtica económica determinada por cierto sesgo polÃtico coyuntural.
Paralelamente, la polÃtica maximiza su estrategia para establecerse o continuar en el Poder Ejecutivo, resultando que en años de elecciones se eviten ajustes, se realicen polÃticas expansivas en aras de evitar o minimizar el ciclo recesivo y se eviten realizar (o continuar realizando) las correcciones necesarias, sin tener en cuenta las consecuencias de corto plazo, principalmente, sobre los precios.
Esa dinámica parece observarse en la historia económica argentina reciente. Desde 2011, en años de elecciones legislativas y presidenciales (años impares), el crecimiento de la economÃa es mayor al de los perÃodos no electivos (años pares) en los cuales se establece un perÃodo de contracción de la actividad; conformando un ciclo económico no iniciado principalmente por factores netamente económicos, tales como aumentos súbitos de precios de bienes exportables o influjos masivos de inversión.
Pues, los factores estarÃan determinados desde la perspectiva de la polÃtica económica gestionada, es decir, por la economÃa polÃtica nacional a los efectos de optimizar su estrategia de no interferir en las decisiones de los votantes desde la coyuntura económica derivada de los efectos de la polÃtica económica. PerÃodos en los cuales son necesarios los ajustes sobre las distorsiones de precios relativos, estabilizar el tipo de cambio y la convergencia hacia un nivel menor de déficit fiscal primario; no son tenidos en cuenta en los años de elecciones. Por el contrario, son los años siguientes, años pares, donde parece generarse una necesidad imperativa de estabilizar las variables.
En el año 2011, lejos de aplicar una polÃtica de estabilización cambiaria y eliminar las distorsiones de precios en el marco del crecimiento del 25% del Ãndice de inflación del año 2010, evitaron corregir los precios de los servicios públicos y se establecieron restricciones discrecionales sobre el mercado de cambios, convergiendo en el denominada "cepo cambiario". Mientras que en 2012 las consecuencias de las restricciones cambiarias generaron fuertes tensiones y volatilidad financiera afectando la actividad económica y las decisiones de precios futuras.
En 2013 se llevaron a cabo las elecciones legislativas. Si bien el gobierno oficial obtuvo resultados adversos, continuó con sus polÃticas de restricciones cambiarias y evitó cualquier tipo de corrección y sinceramiento de los precios relativos domésticos. El costo fue una gran pérdida de reservas (US$ 12.600 millones) y el establecimiento en un sendero creciente del Ãndice de precios. Contrariamente, a principios de 2014 se evidenció una corrección del tipo de cambio que implicó un aumento del 19% de la cotización oficial del dólar y del 21% en el mercado paralelo. A su vez, se anunció un recorte en los subsidios al gas y el agua. El intento de corrección de precios nominales resultó en una elevada tasa de inflación anual del 38,4%.
Por su parte, el año 2015 estuvo determinado por las elecciones presidenciales lo cual no evidenció una gestión de polÃtica económica de corrección de las distorsiones nominales. Luego de las elecciones, en diciembre, se eliminó el cepo cambiario lo que implicó un aumento del tipo de cambio nominal en 40%. Y en 2016 se anunciaron fuertes aumentos de las tarifas de servicios públicos a los efectos de comenzar a corregir las distorsiones de precios. El crecimiento anual de la inflación de ese año fue 36,1% con una contracción del PIB en 2,1%.
Sin dudas, en 2017 la incipiente polÃtica de corrección y estabilización del año precedente se suavizó. La inflación disminuyó marcadamente en 24,8% anual y el PIB volvió a crecer 2,7% interanualmente. Respecto a 2018, los incrementos de tarifas públicas (entre 25% y 30%), el fuerte ajuste fiscal y monetario en el marco del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y la corrección del atraso cambiario fueron factores que afectaron el crecimiento, la generación de empleo y sustentaron la expansión del Ãndice inflacionario. En concreto, la economÃa se contrajo 2,5% respecto a 2017, el tipo de cambio nominal se depreció en 101% anual y la inflación marco un récord de 47,6%.
En el corriente año sà se han gestionado ajustes de precios y del tipo de cambio en un entorno nuevamente de tensiones nominales. Esto llevó a que, durante el primer trimestre de 2019, la inflación se acelerara acumulando un 11,4%. A partir de abril, las tensiones cambiarias y de precios se están desacelerando en un marco de polÃtica económica con mayores grados de libertad y mejor calibrada, respecto a los perÃodos previos. Si bien depende del contexto, no se anunciaron mayores restricciones a partir del segundo cuatrimestre del año.
Sin dudas, esto sugiere que la economÃa polÃtica ya tiene dominancia sobre el tecnicismo de la polÃtica económica. Hay que evitar disrupciones que direccionen decisiones del electorado.
Esos acontecimientos no deben dejarse de lado al momento de explicar, en general, ciertos vaivenes de precios y de actividad que notamos durante los últimos años. Pues, las correcciones abruptas en contextos de recursos muy escasos (déficit primario continuo) se han observado con gran frecuencia en la historia económica reciente, las cuales no siempre estuvieron acompañadas de polÃticas contracÃclicas a los efectos de intentar suavizar y distribuir la carga socioeconómica del costo del ajuste.
Por lo tanto, es posible notar que existe cierta causalidad de variables no económicas en relación a los años donde se producen o no los intentos de corrección de precios. Postergar o interrumpir un proceso de estabilización, principalmente de niveles medios y altos de inflación, se torna más costoso en el tiempo. Quizás la perspectiva o intencionalidad polÃtica genere un sesgo sobre la determinación de los ajustes aplicados, es decir, sea uno de los factores causales de nuevas tensiones o amplÃen las mismas. Es de esperar que no sea asà y que solo estemos ante un hecho de pura casualidad.
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