Narcotráfico
Cocaína: Malas noticias desde Colombia
Por Diego Gorgal
El cultivo ilegal volvió a crecer un 20 por ciento en el 2014, luego de años de declive. El impacto en la región.

Novedades recientes vinculadas a la producción de cocaína en Colombia tendrán inexorablemente un impacto en la región. Luego de doce años de reducciones en el cultivo de coca y la producción de cocaína, el Ministerio de Defensa colombiano reconoció la semana pasada que las siembras ilegales crecieron entre el 15% y el 20% en el 2014. Esto significaría 10.000 hectáreas adicionales de cultivo de coca, lo que estaría llevando a un incremento proporcional en la producción de cocaína en Colombia, impactando necesariamente en el tráfico y consumo a nivel regional.

La magnitud y extensión de ese impacto será materia de especulaciones, pero su ocurrencia es tan cierta como preocupante. Frente a ello, cabe preguntarse: ¿alguna autoridad en la región ha advertido y se está preparando para mitigar los efectos que el incremento en la producción de cocaína en Colombia tendrá en nuestros países?

Los cambios estructurales en el mercado regional de la cocaína

Colombia adquiere hacia el año 2000 un protagonismo singular como productor de cocaína, convirtiéndose en el abastecedor de los dos grandes mercados de consumo de entonces: el norteamericano y el europeo. Con las FARC controlando un tercio del territorio nacional con entre 15.000 y 20.000 hombres, y no existiendo estación de policía ni presencia militar alguna en 123 municipios (de un total de 1.071), en buena parte de este “territorio sin Estado” se cultivaba el 73% de los cultivos mundiales de coca y se producía el 80% de la producción mundial de cocaína.

La llegada de Alvaro Uribe al poder, en el 2002, significa un cambio radical en el escenario. En efecto, con la asistencia militar y de inteligencia norteamericana, degrada militarmente a las guerrillas, recupera territorio para el control del Estado, y ataca su principal fuente de financiamiento: los cultivos de coca. La erradicación de cultivos de coca se realizó, primero, mediante aspersión aérea con glifosato y, luego—en territorio ya controlado—a través de campañas de erradicación manual.

Los resultados han sido beneficiosos para Colombia y EE.UU. El cultivo de coca en Colombia se redujo de aproximadamente un 70%: pasó de 163.000 hectáreas, en el 2000, a unas 48.000 ha., en el 2013. A resultas de ello, la producción potencial de cocaína en Colombia se cree que se redujo de 695 toneladas anuales en el 2000 a 309 en el 2013. Asimismo, la capacidad de decomiso de cargamentos por parte del gobierno colombiano mejoró alrededor del 140% respecto al 2000. Hoy Colombia, con 243 toneladas anuales, es quien más cantidad de cocaína decomisa en el mundo. Paralelamente, los efectos en el mercado norteamericano se hicieron notar. Desde el 2007, el precio minorista del gramo de cocaína comenzó a aumentar, la pureza a disminuir, y los indicadores de cantidad de consumidores y el consumo per capita a reducirse.

Sin embargo, estos resultados trajeron malas noticias para los países de la región. Por un lado, buena parte de la producción se movió nuevamente a Perú y Bolivia, quienes desde el 2000 han venido aumentando año tras años la superficie destinada a cultivos de coca y la fabricación de cocaína. En el 2012, Perú destinó más superficie que Colombia. Asimismo, las “cocinas” se expandieron en estos países, y también se instalaron a Venezuela, Brasil, Paraguay y la Argentina. Además, como consecuencias de las dificultades de acceso al mercado norteamericano, se desarrollaron nuevas rutas para traficar la droga. Por ejemplo, Venezuela es hoy una puerta de exportación de la droga colombiana, estando sus fuerzas armadas comprometidas en dicho tráfico.

Más importante aún, todos los países de la región expandieron significativamente su mercado doméstico de cocaína. Ante un mercado norteamericano más hostil que contrajo del 42 al 27% su participación en el consumo mundial, la mayor disponibilidad de cocaína alimentó al mercado regional y a Europa. Sudamérica representa hoy—con 3.5 millones de consumidores—un mercado de cocaína superior al de Europa Occidental y Central—con 3.2 millones—y por debajo de Canadá, EE.UU. y México—con un total de 5.6 millones.

Finalmente, las ganancias buscaron lavarse en otros países, lo que implica el traslado y montaje de servicios y logística financiera a tal fin en los países de lavado, como la Argentina.

A resultas de todo esto, hoy no hay más división entre países de producción, de tránsito, y de consumo. Todos, en distinta medida, producen, trafican, y consumen. Y en algunos, además, se lava el dinero de la droga.

El incremento de la producción de cocaína en Colombia

Si bien hay divergencias en la magnitud del aumento de los cultivos (el Departamento de Estado consigna un incremento del 39% durante el 2014), considerando la hipótesis de mínima—un incremento de 10.000 ha.—y estimando que la hectárea permite producir alrededor de 7 kilogramos de cocaína al año, este incremento en la superficie de cultivos aportó 70 toneladas adicionales a la producción colombiana de cocaína, lo que representaría casi un 10% de la producción mundial anual.

Esto se produce en un particular contexto colombiano. Primero, las conversaciones de paz con las FARC generan tanta esperanza como controversia. El 69% de los colombianos se declara pesimista, al respecto. En cuanto a su implicancia para el problema del narcotráfico, la principal duda es si el eventual acuerdo que el gobierno colombiano selle con el secretariado de las FARC será cumplido por la totalidad de la estructura guerrillera. El temor, bastante fundado, es que la generación más nueva de líderes guerrilleros—menos ideológicos y más pro-negocios (narcotráfico)—termine rompiendo con el secretariado central y siguiendo la “lucha armada”, que en realidad encubre el manejo de un negocio que les aporta a las FARC miles de millones de dólares al año. Por ejemplo, en la región del Catatumbo (Norte de Santander), donde se dejó de fumigar y de erradicar manualmente a raíz de los acuerdos, se estima que los cultivos ilícitos crecieron entre el 2011 y 2013 en un 120%, y para el 2014 el incremento sería del 21%.

Segundo, es eminente la decisión de abandonar la aspersión aérea para la erradicación de cultivos dado que la Organización Mundial de la Salud considera que el químico utilizado, el glifosato, es “probable que sea cancerígeno.” Esto implicaría que de aquí en más, la erradicación manual sería la única técnica utilizada para erradicar cultivos. Dicha técnica es mucho más efectiva, pero menos eficiente, ya que requiere un importante dispositivo de seguridad, pues implica transitar zonas aun fuera del control del Estado. Por ello, sería dable esperar que en los próximos años la erradicación de cultivos avance a ritmo más lento, reduzca el espectro cubierto, y—por tanto—vaya un paso atrás de la incorporación de nuevas hectáreas, resultando en un incremento neto de los cultivos.

Las implicancias para la región

Un incremento neto de los cultivos y la producción de cocaína, junto con decomisos que en Colombia crecieron a una tasa menor, implica un crecimiento de la oferta. Ello significa que la política de decomiso de drogas—sea en el tráfico internacional, en la frontera o en la distribución mayorista doméstica—tendrá un impacto relativo en la disponibilidad de cocaína aún menor de la que ya tiene. Sin duda, el aumento de la oferta es una mala noticia para Norteamérica, Europa Central y Occidental, y Sudamérica. Pero más lo es para los países de nuestra región, que cuentan con fronteras narcotizadas, pues se produce con mucha mayor facilidad el ingreso y egreso de, por un lado, drogas ilegales, y por otro, capitales y personas vinculadas al narcotráfico. Esta es la certeza que la novedad en Colombia depara.

De la mano de ella, hay un conjunto de especulaciones que los gobiernos deberán dar cuenta. La más importante es determinar si este incremento de oferta llevará efectivamente a incrementar la cantidad de cocaína disponible en los mercados domésticos, a mejorar la pureza (y, por tanto, el poder adictivo) o a reducir el precio (y, por tanto, mayor probabilidad de incorporar nuevos consumidores). Si esto se produce, entonces deberemos esperar un incremento en el tráfico y consumo de cocaína en la región, y con ello, en los daños asociados con el tráfico y consumo. Por ello, “quien no tenga cabeza para pensar, deberá tener espalda para soportar.” 

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