Seguridad

Narcotráfico: No hay que convertir a las Fuerzas Armadas en Policía

Los soldados no están entrenados para perseguir la narco criminalidad. Las opciones posibles.

Mientras el grueso de ladirigencia política argentina sigue jugando al distraído con el problema de ladroga, este se ha convertido y extendido en algo mucho más complejo de lo que, conalguna pretensión de éxito, nuestro Estado puede manejar. De allí que las próximasautoridades nacionales y provinciales se enfrentarán a partir de diciembre con dosgrandes opciones de política hacia las drogas: caminar sobre “seguro,”abrazando el conservadurismo de hacer más de lo mismo—llamémosle opción “siga,siga” (aunque seguramente con otra intensidad, escala, o matiz)—lo que traerá consigolos mismos resultados; o, por el contrario, romper el molde en torno al cual sehan venido facturando las políticas de drogas en Argentina, y animarse areformarlas.

La opción “siga, siga”

La opción del “siga, siga” esla reacción natural del grueso de la dirigencia argentina a casi todos losproblemas importantes de nuestro país, al menos mientras nada estalle. Ante laincapacidad y/o la negligencia por entender de raíz de aquellos problemas, loregular es “barrer la basura debajo de la alfombra”; hacer que se hace; generar“señales”; “así como lo heredé (el problema), lo paso”; o poner la energía entransformar la percepción, en lugar de hacerlo con la realidad.

Todas estas reacciones, en elmarco del problema de las drogas, hicieron que en Argentina creciera en formaalarmante la tasa de prevalencia anual de cocaína (porcentaje de la población quees usuaria de la droga) desde el 2004.[1] Desdeentonces, en términos relativos existen un 200% más de consumidores de cocaínaen Argentina, que a su vez—dado la expansión económica de estos años—se presumiríaque incrementaron su nivel de consumo. Este crecimiento astronómico del mercadollevó a una expansión en los ingresos de las empresas narco-criminales, lo quegenera un incentivo enorme para incrementar la producción y comercialización dedrogas en el país y/o para el ingreso de nuevos grupos criminales al negociodel narcotráfico. A la postre, esto significa más corrupción narco y más armascirculando en la calle, y de mayor calibre.

Desde el 2004 a la fecha los consumidores de cocaína crecieron un 200 por ciento, esto es un incentivo enorme para el ingreso de nuevos grupos narco criminales.

Este círculo vicioso esproducto de la concurrencia de un conjunto de factores. En la base de ellos seencuentra la incapacidad e imprevisión de nuestro Estado para responder alcambio regional de los patrones de oferta y demanda de drogas. Básicamente,desde el 2000: i) un fracción importante de la producción se mudó de Colombia aPerú; ii) la presión en Colombia y sus rutas tradicionales obligaron a mejorarel rinde del suelo, y la “productividad” en la fabricación de cocaína, todo locual mantuvo el nivel de producción potencial casi constante en el conjunto dela región andina, a pesar de la erradicación de cultivos; iii) el incremento decontroles en los mercado tradicionales llevó a explorar nuevos, y asíSudamérica se convirtió en el segundo mercado de consumidores de cocaína, porencima de Europa Occidental; iv) la geografía en la producción y fabricación dedrogas cambió, otorgándole un nuevo rol a países que antes cumplían funcionesespecíficas o acotadas.[2]

Fuera de la realidad

A pesar de estos cambios, laArgentina siguió respondiendo con una política basada en un diagnóstico fuerade toda realidad: que sólo somos un país de tránsito. Así, esta respuesta se vienebasando en: i) el decomiso de droga como “nave insignia” de la política,creyendo la infantil idea que el nivel general de decomiso realizado puedeafectar la curva de oferta, y con ello la cantidad, precio, y pureza de ladroga disponible en el mercado; ii) el decomiso indiscriminado de droga, sinatender criterios de prioridad basados en la peligrosidad de la droga(ciertamente, la cocaína y el éxtasis es mucho más peligrosa que la marihuana)ni de impacto en la cadena de suministro (¿dónde es la interdicción máscosto-efectiva? ¿en la frontera? ¿en el mayorista? ¿en el menudeo? ); iii) elarresto y condena indiscriminada de personas involucradas en la provisión dedrogas ilegales—reforzada, pero no causada, por ley nro. 26.052 dedesfederalización parcial de la competencia penal en materia de estupefacientes—loque hace que alrededor del 84% de los condenados federales por causas de drogascumplan una sentencia de entre 4 y 6 años, revelando su poca trascendencia enla empresa narco-criminal;[3]iv) el descontrol de los precursores químicos;[4] v)la incapacidad de perseguir el lavado de activos provenientes del narcotráfico;vi) la ausencia de una política que—en escala y efectividad—reduzca la demandade drogas vía prevención y tratamiento.

Esta suerte de “política deEstado de facto” en materia de drogasha mostrado una capacidad de resiliencia enorme, considerando lo desastroso desus resultados. Un cambio de gobierno podría provocar un cambio de agenda, uncambio de enfoque, y—por tanto—un cambio de política en la materia. Perotambién podría reforzar el “siga, siga” dada la tendencia natural de buena partede la dirigencia política a desentenderse de los resultados y caminar sobre“seguro.”

Continuar con la actual política hacia las drogas nos llevará a la opción trágica de echar mano a las Fuerzas Armadas para convertirlas en policías.

Continuar con esta matriz depolítica hacia las drogas nos conducirá inexorablemente a un escenario con dosimplicancias significativos. En primer lugar, el nivel y complejidad delproblema no es estático, sino dinámico. De continuar con estas políticas, añotras año el flujo de ingreso a la población demandante de drogas ilegalesseguirá siendo mayor que el flujo de egreso, aumentando entonces el stock deconsumidores anualmente.[5] Estoimplicará que la oferta de drogas continuará en expansión, dado que—no mediandointervención efectiva por parte del Estado—sigue a la demanda. Por ello, hacerlo mismo implicará que estemos peor en este asunto, no igual.

En segundo lugar, si lareacción gubernamental a la (creciente) presión social por “hacer algo” con elproblema de las drogas sigue siendo principalmente decomisar droga y/o arrestarel narco-menudeo, no habrá efectivos policiales o plazas penitenciarias quealcancen para incautar las toneladas de droga que ingresan y se fabrican enArgentina, o perseguir traficantes minoristas que se reemplazan a una tasa derecambio infinitamente mayor al promedio del proceso penal. Así, repitiendo eldestino trágico de la Argentina, al final de este camino se encontrará la opciónde echar mano a las FF.AA. para convertirlas en policías, de manera de poderdecomisar más droga o arrestar a más narcos, no importa su rol en la empresanarco-criminal. En otras palabras, si se mantiene esta matriz de política, lamayor presión social que vendrá por la profundización (casi inexorable) delproblema de la droga llevará al próximo gobierno a tener que echar mano a loque sea para arrestar más gente y decomisar más droga. Y allí están las FF.AA…

LasFF.AA. haciendo de policías

En este aspecto, es menesterser tan preciso como contundentes. Así, ¿es necesario involucrar a las FF.AA.en el esfuerzo nacional de policía dirigido a perseguir el narcotráfico?Definitivamente si. ¿Esto significa convertir a las FF.AA. en policías, de modode realizar operaciones de inteligencia criminal e investigación penal paraperseguir empresas narco-criminales? Absolutamente no.

En efecto, echar mano a loprimero—involucrar medios militares en apoyo del esfuerzo nacional depolicía—no implica necesariamente lo segundo—transformarlos en policías.Lamentablemente, la decadencia argentina es, primero y fundamentalmente, unadecadencia de su intelligentzia,tradicionalmente colonizada (en términos “jauretchianos”[6]) por derecha, pero hoy mayoritariamentecolonizada por izquierda. Esta repite críticas caricaturizadas a todo aquelloque tenga “verde oliva” para así contentar a sus empleadores y donantes delNorte.

Convertir a las FF.AA. enpolicías es un grueso y peligroso error, dado que implica asimilar a un médicocon un maestro por el simple hecho que ambos usan guardapolvo blanco. Laorganización, el entrenamiento y el equipamiento que tiene un soldado no sirvenen lo más mínimo para reunir evidencia que permita encarcelar a loscapitalistas y el management de lasempresas narco-criminales. Por ello, si es un buen soldado, será un malpolicía; y si es un mal soldado, ¿por qué debería ser un buen policía? El caso(fallido) de México, que debe emplear a sus FF.AA. porque carece de fuerzasintermedias como la Gendarmería Nacional, exime de mayores argumentos.

El caso (fallido) de México que emplea a sus Fuerzas Armadas porque carece de fuerzas intermedias como la Gendarmería, exime de mayores argumentos.

No obstante, las FF.AA. tienendesarrolladas, o en desarrollo, una seria de capacidades primariamenteorientadas a la defensa nacional pero que podrían concurrir en asistencia alesfuerzo nacional de policía a los efectos perseguir la oferta de droga. Enconcreto, ¿por qué deberíamos desperdiciar camiones o vehículos blindados detransporte personal y recursos y medios de sanidad necesarios para sosteneroperaciones de ocupación y pacificación en áreas urbanas sin ley? ¿Por quédeberíamos rechazar aviones de la Fuerza Área que podrían vigilar, identificare interceptar aeronaves irregulares, y desechar helicópteros UH1 – UH2 delEjército que podrían trasladar efectivos de Gendarmería Nacional que abordenlas aeronaves cuando se las haga aterrizar, para decomisar el cargamento yarrestar al piloto? ¿Por qué ignorar medios de vigilancia electrónica comodrones o radas terrestres Rasit o radares 3D y 4D para control de rutas decontrabando? La lista podría continuar sumando medios militares que podríanapoyar el esfuerzo nacional de policía. Si tal colaboración resulta pertinente,¿por qué no legislarla, para que se haga a la luz del día, se someta amecanismos de rendición de cuentas y control, y se exponga a análisis deimpacto para evaluar su efectividad? ¿por qué hacerlo con culpa, a las sombras,y exponiendo a los efectivos militares a riesgo jurídico por su actuación?

Conclusión

Aun así, todo este empleo demedios militares en el esfuerzo nacional de policía podrá ser útil en tanto yen cuanto se reformule la matriz de la política de drogas de la Argentina, laque deberá estratégicamente orientarse a reducir la demanda, centrándose enprevención y tratamiento, y reprimir la oferta de drogas, focalizándose en lasempresas narco-criminales.

Caso contrario, la trillada frasede AlbertEinstein—“Locura es hacer lo mismo unavez tras otra y esperar resultados diferentes”—seguirá encarnando la improntade nuestra clase dirigente.

* Politólogo, especialista en seguridad. Director asociado dela consultora Asesores – Proyectos Institucionales S.A.


[1]Ver SEDRONAR (2011). “Tendencia en el consumo de sustancias psicoactivas enArgentina 2004 – 2010. Población de 16 a 65 años”, Buenos Aires.

[2]Por caso, en abril del año pasado en Paraguay—históricamente concentrado en laproducción de cannabis—se descubrió por primera vez un laboratorio de éxtasis, conectadocon redes brasileñas. En marzo del mismo año, se detectó la presencia de unaorganización conformada por colombianos, bolivianos y paraguayos que utilizaba cocaínade fuente colombiana y la transporta primero a Bolivia, luego la movía a laregión del Chaco, al norte de Paraguay, y finalmente lo lleva a losdepartamentos fronterizos de Amambay y Canindeyú, desde donde la droga setransporta por tierra a Brasily es exportada a Europa. Al mismo tiempo, se desmantelaba una cocina de cocaínaa seis kilómetros de la frontera con Bolivia, capaz de producir hasta unatonelada de clorhidrato de cocaína(HCL) al mes usando pasta base boliviana.

[3]Ver Gorgal, Diego y Perkins, Max (2013). “Será Justicia. ¿A quiénes condena lajusticia argentina por narcotráfico? Un análisis del Departamento JudicialFederal de San Martin, 2009-2012.” Documento de Trabajo, Fundación KonradAdenauer, UCA, Asociación Concordia, Buenos Aires.

[4] VerDespouy, Leandro (2014). “El Control de Aduanas y Fronteras. Informe Sectorialdel Presidente de la Auditoría General de la Nación,” Auditoria General de laNación, Buenos Aires.

[5] Elhecho que la tasa de prevalencia anual de cocaína en estudiantes secundariossea el doble que el de la población general marca una peligrosa tendencia.

[6]Como decía Arturo Jauretche, “…intelligentziacolonizada, que sólo tiene un valor sucedáneo carente de originalidad comosimple repetición de ajenos repertorios...”