Transiciones

Tinelli, Cristóbal López y Scioli o los límites del modelo

Qué dejan los doce años de kirchnerismo detrás de su proclamado “modelo”. Inconsistencias y protegidos.

Muchos se preguntan tras elresultado de las PASO de agosto por qué fue Scioli el elegido si,supuestamente, no trajo los votos que prometía. ¿Qué llevó a elegirlo? ¿Porquees el que más mide? Cierto, pero ahora cuando el triunfo en primera vuelta noestá cantado, parece que con eso no alcanza. ¿Porque tiene el perfil justo decambio y continuidad dentro del aparato peronista? El peronismo no resuelve conarmonía sus diferencias. ¿Porque tiene un plan? Y acá me detengo. Se eligió a Scioliporque no se sabe cómo seguir. El mundo de 2015 cambió, se acabó el súper ciclode los commodities. Elegir a Scioli es más una decisión de preservación de latripulación, que de la dirección del barco. Se sabe más qué es lo que no sequiere perder (AUH, jubilaciones, etc.) que lo que se quiere ganar.

En 2008, el año que vivimosen peligro, se configuró el tipo de relación que tendría el Estado con laeconomía. Dicho rápido: el kirchnerismo modificó ese año la relación del Estadocon la economía (de la política con la economía) pero no cambió la economía, nomodificó la estructura productiva, aunque lo haya intentado. Cuando aquel año enmedio del conflicto, la presidenta anunció la implementación de un Programa de RedistribuciónSocial con una lista ambiciosa de hospitales y obras públicas de caráctersocial a construir, también desnudó en esas intenciones que el Estado queríarecaudar más aunque no tuviera estrictamente claro para qué, con qué objetivopuntual e improvisara a tientas en su propia flotación de subsidios, políticassociales y estímulos al consumo una vaga idea. Aquel conflicto fue constitutivoe identitario, y cada uno sabe de qué lado se puso. Aún guiado por la intuiciónde que es mejor un Estado más poderoso, también supuso el cumplimiento de su“programa” en una musculosa relación de fuerzas contra sectores de la economía,subordinándolos, eligiendo siempre bien con cuáles de ellos hacerlo. No opusoal campo el peso de una burguesía industrial, sino, el peso de la política, delEstado y de los sindicatos movilizados de ese entonces (con Moyano a lacabeza).

En el 2008 el kirchnerismo no opuso al campo una burguesía industrial, sino el peso de la política, el Estado y los sindicatos.

Un dato más: en 2008 todavía noestaba internamente saldada para el gobierno la “discusión” sobre laimplementación de la AUH, algo que la derrota electoral bonaerense de 2009destrabó positivamente. Pero ese fue el almuerzo desnudo: “Estado” versus “elsector más dinámico e internacionalizado de la economía”, el campo. No era sólocontra las “patronales” agrarias sino contra todo un sector de la economía. Noera sólo una pelea fiscal: fue una pelea de poder. Y todos, absolutamentetodos, disputaron “la calle”. Hasta Zanini reconoce de aquellas jornadas sucarácter democrático cuando advierte en el “voto no positivo” una capacidad deresolución institucional a los conflictos. Después vendría Clarín, la batallacultural, etc., y todo eso se iría sofisticando y desvariando.

2008 mostró la forma de unpaís real y el conflicto de intereses que los años de crecimiento a tasaschinas tenían latente: las líneas paralelas entre el boom de la soja y eltejido industrial. Comparado a 2001 mostraba “el estallido de la recuperación”,no el estallido del fracaso: era un relámpago en la noche serena. El Estado,las corporaciones y la sociedad argentina debían encontrar su punto deequilibrio luego de esos años de abundancia y anestesia social de consumo(2003-2007). Todo análisis sobre 2001 debe ir hacia atrás pero también haciaadelante: hacia la forma en que se estructuraría el país una vez que dejabaatrás la etapa de crisis.

El modelo y Tinelli

Lo que mostró la crisis conel campo es que el “modelo económico” es sobre todo un proyecto político quepuede incluir una cierta economía, una intuición industrialista, pero que no esestrictamente en esa economía donde tiene sus mayores y perdurables logros. Elkirchnerismo hizo más fuerte al Estado, lo dotó de más herramientas fiscales,financieras y políticas. La pregunta, más allá del industrialismo, elneokeynesianismo y distintas anunciaciones es qué economía queremos y podemostener, terminado el duelo por la ausencia de una burguesía argentina. Elconflicto con el campo develó dos cosas que son la misma: el fracaso de labúsqueda de una “burguesía nacional” y/o el descubrimiento de la fracción máspoderosa de la burguesía nacional realmente existente: ese sujeto agrario.

En un artículo llamado “Lasdos ovejas negras”, el economista Claudio Scaletta (insospechado de opositor algobierno, pero sin concesiones en su inteligencia crítica) apunta sobre los dosvértices de la “industrialización de la década”: el sector automotor y laelectrónica fueguina. Dice en Le Monde Diplomatique: “Por su fuertecrecimiento, los sectores estrella de la industria local a partir de 2003fueron el automotor y la electrónica fueguina. Se trata de actividades muydiferentes pero que, a la vez, tienen profundos denominadores comunes: estáncontroladas por un núcleo cerrado de empresas que se apropian de los beneficiosrecibidos, tanto de regímenes impositivos especiales, en Tierra del Fuego, comode reservas de mercado, en ambos casos, y se tornarían insustentables frente alcese de toda protección y estímulo. En sus procesos productivos predomina elensamblado, con desnacionalización de las etapas de diseño y desarrollo, ypresentan un déficit en la composición nacional de insumos, piezas y partes quese traduce, a su vez, en un potente déficit de divisas. Adicionalmente, cuantomás crece el mercado interno, mayores son los déficits externos.” Evidentementeestas dos actividades no forman imagen de un modelo de desarrollo basado en lasustitución de importaciones y el aumento de las exportaciones. “No es lo mismomejorar la distribución del ingreso que el desarrollo. La falta de lo segundole pone un límite a lo primero”, dice Scaletta.

El trabajador lechero que irrumpió en el segundo más caro de la televisión fue un pequeño cisne negro, en un país donde la calidad del empleo y de la economía no conmueven la agenda.

En la Argentina del mercadointerno como utopía, tenemos una confusión notable acerca de lo que significaser consumidor (con todo derecho) y ser trabajador (también con todo derecho). Entrelo que significa el derecho a consumir y la dirección de la economía (y elempleo). Veamos un caso sintomático ocurrido los últimos días. A MarceloTinelli el conflicto por el cierre de la empresa de dulce de leche (LaSalamandra) se le metió en el estudio. Lo vimos: mientras una pareja bailaba,un ex empleado de la empresa de Cristóbal López (cerrada en noviembre pasado,dejando 36 trabajadores en la calle) se paró de prepo delante de la cámara eintentó que su remera blanca con letras negras y una leyenda que incluía elnombre del empresario se leyera en millones de hogares. Días después, unTinelli pasado de rosca, después de pergeñar las mil teorías de quién le puso aesos desempleados sindicalizados en su estudio (si eran barras, si eran activistas,si fue Moyano, si fue su interna en AFA) prometió un juicio contra ellos y dijoalgo dantesco al describirlos: “parecían grandotes físicamente, no sé si tenía un gimnasio la empresaesta, porque la verdad habían crecido mucho físicamente”. Para Tinelli no hayforma de construir un “cuerpo así”, trabajando. El trabajo físico parecereducido a Piquín o Matías Alé, es decir, al nivel del sacrificio físicoexclusivo para el goce. El hedonismo de trabajar para el cuerpo. El cuerpo esel medio para el cuerpo. No alcanzó que Julio Sigales, dirigente del sindicato lechero Atilra, reconocierala afiliación gremial de los trabajadores despedidos y negara que fueran“barrabravas” o amantes del crossfit. Estado, periodismo, militantes,corporaciones y espectáculo se cruzaron en esa escena repentina. En un país (yuna metrópolis) de discursos inflados y sobre-interpretados, no había lugarpara esa imagen limpia: un trabajador defendía su fuente de trabajo usurpandoviolentamente el aire más caro de la televisión argentina con la sola astuciade la razón de que Marcelo Tinelli y Cristóbal López son socios.

El trabajador lechero fue unpequeño cisne negro filmado en vivo en un país donde la calidad del empleo y lacalidad de la economía no conmueven la agenda. La Salamandra era una empresacon decenas de trabajadores que producía un tipo de dulce de leche y queexportaba sus productos al mundo. Ya sabemos: la política se espectacularizó,el espectáculo de politizó. Corramos el circo y veamos la Argentina real otravez: ¿de qué trabajan los que trabajan, cómo viven, qué hacen nuestrasempresas, qué le dan al país y al mundo?

En una escena soñada, lostrabajadores de la empresa cerrada podrían interrumpir el baile de Showmatchcon una remera blanca y escrito en letra cursiva: “Es el desarrollo, estúpido”.