Kirchner redistribuye el riesgo contra Clarín

Como lo hizo con las elecciones del 28 de junio, donde exigió a los intendentes que se comprometieran en forma personal con las candidaturas testimoniales, ahora busca que los diputados y senadores oficialistas se jueguen –como él- en una lucha contra el Grupo Clarín.
“El que ataca, debe ganar. El que se defiende debe, solamente, sobrevivir”. Este era el consejo que el Maestro le daba al joven saltamontes, y que Kung Fú recordaba en el duro oeste norteamericano, cada vez que padecía agresiones, siempre injustas.

El diputado electo y Presidente Real debe ganar. Cree que es posible. La Cámpora, JP Descamisados, Libres del Sur, en fin, compañeros más o menos domesticados por los fondos públicos, acompañan desde la calle el anuncio del envío del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales en cadena que la Presidenta realizó desde la Casa Rosada.

Y como lo hizo con las elecciones del 28 de junio, donde exigió a los intendentes que se comprometieran en forma personal con las candidaturas testimoniales, ahora busca que los diputados y senadores oficialistas se jueguen –como él- en una lucha contra el Grupo Clarín.

Se trata de la redistribución del riesgo. Algo así como un “yo podré terminar preso, pero ustedes vienen conmigo”. Hay que reconocerle a Kirchner su coraje. Innecesario, claro, porque si se trata de democratizar el espacio audiovisual, es obvio que hay otros caminos, consensuados con los ganadores de las elecciones, planificados en el tiempo, discutidos con actores de distintas extracciones ideológicas.

Pero no. Kirchner no tiene problemas con las corporaciones. Sólo con aquéllas que no acatan sus órdenes. Por eso, el conflicto contra el campo no es para defender a los pequeños productores. Toda su política promueve una agricultura sin agricultores, ya que los grandes son los únicos que pueden resistir. Y es sólo un ejemplo.

El problema de Kirchner es con los espejos. Pero no es el único que tiene ese tipo de problemas. La política, los políticos, en general las sociedades, sobre todo en la Argentina, tienen siempre mala relación con los medios de comunicación, justamente porque –entre todos- espejan a la sociedad.

Y lo que los gobiernos, normalmente, no pueden tolerar, es que haya medios que espejen la opinión de sectores de la sociedad que no piensan como ellos.

No es que Clarín no tenga intereses que defender. Todos tienen intereses que defender. Pero hay un interés del que Grupo es esclavo, porque Clarín apuesta a que podrá sobrevivir: la opinión de la clase media urbana, que está masivamente contra los K.

Esto es lo que el Presidente Real no puede tolerar, y contra lo que decidió combatir con coraje y la mayor compañía que consiga: la opinión de la mayoría de la población.

También hay que reconocer que no es original. Su actuación de hoy tiene antecedentes. Pablo Sirvén, en el libro “Perón y los medios de comunicación”, inicia su capítulo XI, “El Derrumbe”, contando que “Perón estaba cansado. Llevaba seis años como presidente y le faltaban casi otros seis para completar su segundo flamante mandato. Pero aquella vitalidad y empuje de los primeros tiempos fue cediendo paulatinamente. Todo comenzaba a escapársele de las manos. Sus soluciones políticas y económicas se tornaban impracticables y su aureola de estadista consumado empezaba a esfumarse. La antinomia peronismo-antiperonismo se agudizaba día a día, algunos sectores de la fuerzas armadas conspiraban para derrocarlo, la presión internacional y el alejamiento de ciertas figuras clave de su elenco, se complotaban para que Juan Perón y su régimen se encaminasen lentamente hacia su propio fin”.

En ese contexto, Perón encara la ofensiva contra los diarios, que terminaría con su deslegitimación.

Kirchner, que como Menem se cree más que Perón, está convencido de ganar. No le alcanza la experiencia del líder fundador del Movimiento, que solía decir que llegó al poder con todos los medios en contra y se fue con todos los medios a favor. No le sirve tampoco que al volver, Perón no quisiera estatizar los tres canales privados de televisión, que sólo se consumó después de su muerte.

Cualquier cosa que se le explique a los políticos en torno a la formación de la opinión pública, es inútil. Son contados con los dedos de la mano quienes entienden de la construcción del capital simbólico. Claro, es un asunto demasiado abstracto para los que se mueven en el híperreal mundo del dinero que se cuenta billete a billete y el poder que se cuenta voto a voto.

¿Saben cómo se llamaba la editorial que inventó Emilio Apold, el temible Secretario de Prensa y Difusión de Perón, que manejaba los principales diarios y revistas comprados o expropiados por el gobierno peronista? Alea. Por Alea Jacta Es. En latín, La Suerte Está Echada. Como hoy.

Columna publicada en el blog El aguijón online.