¿Quo vadis peronismo?

El PJ pierde capital político año tras año, diluye identidad y objetivos y se convierte más en una amenaza fantasiosa de "no se puede gobernar sin el PJ" que en una opción estratégica para solucionar los dramáticos problemas que tenemos por delante.
Hay muchas incógnitas acerca de qué sucederá con la dirigencia peronista de ahora en adelante, pero francamente, no me parece nada útil escribir ahora sobre ese minué burocrático.

Primero, porque el país tiene problemas más importantes y, segundo, porque la cuestión central para el peronismo no es como se rearman las estructuras dirigenciales, sino cuál es su futuro en la política argentina.

El PJ viene perdiendo capital político nacional año tras año, diluyendo identidad y objetivos y convirtiéndose más en una amenaza fantasiosa (“no se puede gobernar sin el PJ”) que en una opción estratégica para solucionar los dramáticos problemas que tenemos por delante.

Néstor Kirchner ha convertido a nuestros valores más importantes en un cocoliche de gestos desordenados y objetivos inconsistentes que han resultado en el deterioro de la justicia social y en un enorme aumento de la exclusión; en el aislamiento (Perón promovía el “continentalismo”); y en el enfrentamiento social (la anti -“comunidad organizada”).

El pobre resultado eleccionario que tuvo Kirchner en el cordón más pobre del GBA muestra claramente que las apelaciones sentimentales y paranoicas invocando a Perón, y el uso de los “aparatos” no alcanzan para cambiar las percepciones de la gente sobre su propia realidad y su futuro.

Los ciudadanos - de todos los sectores sociales- exigen hoy los valores propios de una sociedad abierta: equidad y crecimiento sostenibles; mejor calidad en la acción y eficiencia en los resultados; transparencia; estabilidad y coherencia.

Por eso no votaron a los Kirchner, a pesar de su proclamado peronismo. Y en el caso de la Argentina de 2009, estas demandas se dan en el marco de un país empobrecido, con menos recursos fiscales, y crecientes tensiones sociales, que limitaran seriamente la libertad de opciones de ahora en adelante. Pero sobre todo, en un país que exige desesperadamente una mirada estratégica , con políticas de Estado que se sostengan y que puedan combinar crecimiento, acumulación y distribución así como encontrar un lugar en el mundo.

Pero, ¿qué peronismo puede hoy responder a estas demandas y de tal manera volver a ser opción? Sólo un peronismo que logre desarrollar una profunda discusión interna acerca de errores, limitaciones, objetivos y metodologías para lograrlos. Que pueda convertir sus “20 Verdades” en objetivos concretos y trabaje por ellos en el tiempo, tal como la educación de calidad, defendiendo a los pobres antes que a las corporaciones.

¿Para qué sirve proclamar que “los únicos privilegiados son los niños” si no se sabe cómo asegurarles un proyecto de vida digno?

Y que con los acuerdos internos que logre, inicie y sostenga un programa de largo plazo, que incluya compromisos con las demás fuerzas políticas. Que no proteja delincuentes y abandone la obediencia ciega. Que recupere una verdadera democracia interna. Que apoye la reforma política profunda y en serio.

Un peronismo que recuerde que la experiencia de la Renovación a mediados de los 80, así como otros procesos similares, mostraron el limitado valor que tienen las estructuras burocráticas y los aparatos cuando no comprenden cuales son los procesos y las demandas sociales profundos.

Por ello, como lo acaban de vivir los Kirchner, no hay marchita ni carita de Perón o Evita; ni punteros que cambien lo inexorable. Si no se entiende esto, y se actúa en consecuencia, el minué terminará siendo el juego de las sillas, y los bailarines se irán quedando fuera irremediablemente.

Publicado en “El Cronista Comercial” el 28 de Julio de 2009