Vení Moreno, te estamos esperando

Las críticas del secretario de Comercio hacia Macri al que calificó como "un chiquito que nació en cuna de oro" no tienen valor político, no sirven para construir ni retener el poder. El propone dar batalla, pero queremos hacerlo en el campo de las ideas. Por eso deberá explicarnos qué tiene de peronista esconder la pobreza detrás de cifras falsas y por qué es más revolucionario repartir heladeras que implementar un ingreso básico para las familias indigentes.
Un filósofo barrial sentenció que a Moreno “se le soltó la cadena”. Conocido más por sus aprietes a empresarios y funcionarios (aún de su propio Gobierno) que por sus apariciones públicas, Guillermo Moreno decidió que es el momento de dejar los sillones y salir a la pelea pública.

Para ello, eligió la línea conceptual de su jefe: el mundo de los blancos y los negros, de tristes reminiscencias, lejanas y aún cercanas, cuando fueron exhumadas por otro apóstol de la convivencia, como el afortunadamente silencioso Luis D´Elía.

Vaya uno a saber por qué Moreno acude a argumentos tan agudos como el color de la piel o el material de la cuna para definir quiénes son amigos o enemigo, réprobos o elegidos de un modelo progresista. Tal vez lo denigra a Prat Gay por ser carilindo, sólo por oposición a Kirchner. No lo sabremos nunca (ni nos interesa), simplemente porque a esta altura de la historia es difícil saber cuál es el valor político de esos argumentos, ya que valor operativo y ético no tienen ninguno.

Y cuando digo valor político, estoy diciendo que -afortunadamente- no sirven para construir ni retener el poder. Y menos aún sirve el “vamos por todo”, también de tristes reminiscencias a lo largo de la historia de la humanidad.

Lo que es cierto, es que a Moreno, como a su numen intelectual y político Néstor Kirchner, se le han acabado los argumentos que otrora utilizaron para generar cohesión, aun en sus propias filas. La brutal caída en la aceptación popular de la batalla contra el campo es un indicio que aún no han procesado, y tal vez es por ello que siguen insistiendo en que hay un país que asume sus banderas de conflicto permanente y que de tal manera han de seguir adelante con su proyecto.

Por eso Moreno nos propone batalla y creo que es importante darla, obviamente en el campo de las ideas (¿o es que Moreno piensa en otro tipo de batallas?).

Así, cuando venga por todos, deberá explicarnos cuánto tiene de progresista (o peronista), el haber escondido la pobreza detrás de cifras falsas. O haber paralizado la investigación social en la Argentina, lo que impide saber que sucede con los más débiles, los excluidos, los que no tienen voz. También podrá contarnos porque piensa que hay que excluir de la comunidad organizada (eje del pensamiento peronista), a cualquiera que no piensa exactamente como el. O qué tiene de revolucionario el haber incubado -por impericia y tozudez- un ciclo ganadero como el que se aproxima, que habrá de generar la inflación que agrede sobre todo a los más pobres.

No dejará, espero, de contarnos por qué es más revolucionario repartir heladeras que implementar un ingreso básico para las familias indigentes. O cuál es el mérito ideológico de ocultar el dengue y echar a los funcionarios que se niegan a ser usados en un proyecto delirante. O por qué su Gobierno no logra aprobar un régimen que de cobijo a los chicos excluidos, sean o no delincuentes.

Será muy interesante que Moreno nos explique en qué autor de izquierda se inspiró Néstor Kirchner para cambiar la tablita impositiva y regalar 20% de aumento a los mas ricos, o que falló para que haya aumentado – después de 15 años- la mortalidad infantil.

Y muchas otras preguntas que podrá contestarnos para iniciar el sinceramiento que la buena política necesita. Por eso, si Moreno viene, lo estamos esperando.