La elección del PRO: Macri ante el desafío de revisar su construcción política

El segundo lugar que obtuvo el Pro en la Ciudad, que insólitamente continúan negando, obliga a Mauricio Macri a revisar su sistema de construcción política. El impacto en la gobernabilidad y la falta de renovación. 
En las primarias de ayer el kirchnerismo no fue el único derrotado. El Pro también sufrió una caída, que pareció más atenuada porque su candidata a senadora salió primera en términos individuales. Se trata de una elección que contiene densos mensajes para la fuerza que fundó Mauricio Macri.

Una sorpresiva caída que viene exponer las disfuncionalidades de un sistema de decisión política que empieza a mostrar los lógicos signos de agotamiento de aquello que no se renueva.

El PRO surgió a la política enarbolando el discurso del cambio, de la apertura a la sociedad civil, del rechazo a los aparatos, al autismo, a los acuerdos de cúpula, a la eternización de las oligarquías partidarias. Luego de seis años en el poder muchos de esos males empiezan a infiltrarse en su estructura.

La reacción ante la derrota orilló el papelón y lo que es más grave, un día después de los comicios, con la tapa de los diarios sobre la mesa confirmando lo obvio -que salieron segundos-, los principales candidatos ofrecieron una conferencia de prensa para insistir en un triunfo que no existió.

Autismo estéril que los emparenta con lo peor del kirchnerismo que “celebró” un triunfo “nacional”, en una legislativa que arroja una de las peores elecciones en la historia del peronismo. Ese discurso que niega la realidad es un error que se burla de la voluntad que se expresó ayer en las urnas y los errores en política suelen pagarse con votos.

Sorprende la ausencia de un consejo apropiado del consultor Jaime Durán Barba, colaboración que se supone debería aparecer en situaciones como estas. Como sorprende que la primera línea del PRO no haya cuidado a su líder, que bailó antes las cámaras, cuando ya se sabía que no estaban ganando. Sólo la discreta colaboración de los medios evitó un escarnio mayor. No hay que ser muy creativo para imaginar el tratamiento que hubiera recibido Cristina si se apresuraba a “festejar” con un baile el segundo lugar de Insaurralde.

De hecho, esa decisión apresurada fue motivo de cruces en el bunker del PRO de Costa Salguero, hasta que el jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, zanjó la discusión: “Ganamos, salgan a festejar”.

Son muchos los que por estas horas comparten en el PRO el fastidio por lo que entienden es un rumbo equivocado. Por caso, el vicepresidente de la Legislatura, Cristian Ritondo, no estuvo en el buker de los festejos. Pero la discusión viene de antes y apunta a uno de los peores rasgos que empieza a consolidar el macrismo: Su escasa renovación política.

Michetti y Bergman son los mismos candidatos de las pasadas elecciones. De hecho, el rabino todavía tiene dos años de mandato como legislador.

Es acaso el error de subordinar toda decisión a las encuestas. Michetti siempre aparece como la carta ganadora –aunque luego a la hora de los votos cae varios puntos-, pero por algún motivo una y otra vez no logra adherir a su imagen todos los votos que suma Macri.

Acaso el ciudadano sea más sutil de los que piensan los estrategas del PRO y vea distintos donde hay distintos. Los sondeos que manejan en el gobierno porteño confirman que Macri está en un pico de popularidad con un 60 por ciento de imagen positiva y su gestión alcanza el 70 por ciento de aprobación, en gran medida por aciertos contraculturales como el Metrobus de la 9 de Julio y acaso la peatonalización del centro porteño, entre otras obras.

Lo notable es que sus candidatos no logren sumar ni la mitad de la aprobación que tiene su gestión. Es ya muy evidente que Macri es una cosa y el Pro otra muy distinta. Así como existe una divergencia evidente entre sus colaboradores cuando están en la gestión y cuando hacen política. Macri adquirió una densidad con los años que sus "armadores" no logran condensar.

Por eso, se observa en el Pro como dispositivo político algo de pánico al riesgo, de encerrarse sobre lo conocido, una preferencia por lo controlable, que están obturando las posibilidades de crecer. Porque se suma al famoso “manejable”, con el que se enojan cuando deja de serlo; pero no se permite el despegue al dirigente propio, que tiene un matiz particular que podría enriquecer al PRO.

La pulsión por la uniformidad que se observa de manera cómica en la profusión de camisas celestes sin corbata, se extiende en el Pro a niveles más profundos, donde existe un verdadero techo de cristal para aquellos que expresan culturas políticas distintas a las de la cúpula, aunque sean probadamente exitosas.

En un espacio liderado por un ingeniero, no siempre prevalece el respeto al resultado. De hecho, Michetti ayer alcanzó sus buenos registros en gran medida gracias al voto peronista del Sur de la Ciudad. Rasgo de su identidad que el macrismo por alguna dificultad ideológica, vive de manera vergonzante. Mismo código genético que explotó ante la foto de Lavagna con De la Sota y Moyano, que lleva a preguntarse que marca electoral hubiera alcanzado ayer la frustrada boleta Lavagna-Michetti.

Wishful thinking que se expresa en el nuevo mantra del macrismo: “En octubre Unen va a perder votos que volverán al PRO”. Puede ocurrir o no. El problema es que se margina la política para optar por el riesgoso camino de confundir deseos con diagnósticos.

La gobernabilidad

Todavía la cúpula del Pro parece no haber medido en todo su calado lo que está en riesgo. Si en octubre se repite este resultado entran en zona de peligro cuestiones mucho más importantes que el futuro de Michetti y Bergman.

Por una decisión que tal vez ahora se pueda entrever equivocada, el Pro decidió unificar las elecciones de la Ciudad con las legislativas nacionales. De manera que junto a la boleta de senadores y diputados se anexará el tramo de legisladores porteños, cuyas listas cierran el próximo 26 de agosto.

Con estos porcentajes el Pro caería a 26 bancas con el agravante que concluyen su mandato tres aliados que le ayudaron a garantizar cierta mayoria en los momentos claves –dos legisladores de Patricia Bullrich y Daniel Amoroso-. Son cinco menos que la mayoría propia, en un año en el que Macri seguramente correrá el riesgo de enfrentar un juicio oral, que podría encender en la oposición fantasias destituyentes.

Ignorar un problema no ayuda a resolverlo. Y si algunos se entusiasman imaginando un voto cruzado Michetti-Carrió, deberían pensarlo de nuevo: ¿Esperan que muchos porteños corten la boleta en tres tramos, armando un rompecabezas que sea Michetti-Carrio-Legisladores del PRO?

El proceso de cierre de la lista de legisladores del macrismo que comenzó hoy, se vuelve clave. Puede ser aprovechado para ampliar el espacio político y tratar de subsanar la endogamia de los tramos nacionales, o puede ser una nueva muestra de engolosinamiento que cierre aún más el espacio.

Es posible que la mayor lección que ofrece esta elección al Pro y otras fuerzas, es que la sociedad parecer estar reconociendo la democracia interna. Separados los candidatos de Unen quedaban al borde de la inexistencia electoral, con muy pocas excepciones. La primaria potenció los registros individuales y llevó a la flamante fuerza a ganar la Ciudad, algo impensado el año pasado.

Con el agregado de plantar en la cancha un competivo Martín Lousteau que en el 2015 bien puede ser un candidato interesante para la jefatura de Gobierno. Hay gente muy poderosa cerca suyo que hace rato tienen ese objetivo en la mira. De nuevo, nada más que política pura y dura. De esa que arriesga.