Sergio Massa, un killer con dolo eventual (por ahora)

El intendente de Tigre transita la placidez de la política de "propuestas" y se desentiende del daño objetivo que su irrupción en el escenario electoral le produce al Gobierno y parte de la oposición. La apuesta al éxodo de intendentes el día después de las primarias y la invasión Tártara que nunca termina de llegar. 
Sergio Massa parece flotar en estado de gracia sobre el desorden de su flamante dispositivo político y las contradictorias voces de los candidatos más rutilantes que eligió para darle brillo a su propuesta. Ajeno a las expectativas que genera, juguetea con una campaña minimalista, mechando aquí y allá definiciones etéreas, inasibles. Una colección de buenas intenciones.

Es verdad que esa melodía se ve cada tanto distorsionada por los disparates de algunas de las nuevas estrellas del massimo como Fabián Gianola, lo que llevó a Juanjo Alvarez a pedirle a quien se lo recomendó, que le haga el favor de "meterlo en un Subte hasta el 2019, por favor".

Pero el registro objetivo de esas dificultades se choca con otro dato de la realidad: Sigue siendo el candidato que más mide y su irrupción está horadando la base electoral de los otros postulantes, con especial impacto en Francisco de Narváez.

Massa y sus socios con más rodaje político –Darío Giustozzi, Héctor Daer- se han cansado de jurar que su objetivo no es Cristina, que nada más lejos de su voluntad que causarle algún disgusto serio a la Casa Rosada. Lo suyo es la “superación” propositiva. Es decir, son buenos muchachos con mejores intenciones.

Esa extraña ambigüedad, ese “lanzamiento” en cámara lenta, le llenó la humanidad de preguntas a muchos –incluído a este cronista- ¿Estrategia genial? ¿Arreglo por debajo de la mesa? ¿Simple desorientación? ¿Caos creativo?

La verdad: Se trata de una rareza. Killers profesionales con dolo eventual. Asesinos por naturaleza que eluden la imagen del crimen y envuelven su cometido en algodones y palabras amables. Ellos sabrán porqué lo hacen, lo que no le quita sustancia a la base “objetiva” del tipo penal que están construyendo, más allá de cual sea la parte visible –aún para ellos- de su voluntad.

Un triunfo de Massa en las primarias es la bala de plata que liquidará de manera casi definitiva las fantasías de perpetuidad del kichnerismo. Por el simple expediente de bajar a temperaturas polares el volumen electoral de un oficialismo que ya la tiene complicada en al menos siete distritos: Capital Federal, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Chubut, Santa Cruz, Catamarca y acaso también Corrientes.

Por otro lado ¿Para qué anticipar un choque de frente si los tártaros nunca terminan de llegar?, se preguntan algunos cercanos al intendente de Tigre, que acaso espera ganar las primarias así, casi sin molestar, como quien camina al chino de la vuelta a comprarse una cervecita.

¿Y porqué no? ¿Acaso no es posible que ese prometido ataque devastador haya sido apenas un mito más? Tal vez las fuerzas que se imaginan en el kirchnerismo ya se desvanecieron, o las armas de destrucción masiva nunca existieron o sencillamente Ella no tiene ganas de jugar ese juego y es mucho más de lo que creen incluso los que la siguen.

Y mientras estos interrogantes circulan, Massa podría estar desplegando una estrategia en dos tiempos que no le cuenta ni a su almohada. Es decir: Si gana en las primarias, los intendentes que todavía permanecen fieles al dispositivo oficial, acaso se vean forzados a iniciar una migración en defensa propia.

La cuenta es sencilla: Si en octubre se agiganta la brecha, podrían ver amenazado el control de sus Concejos Deliberantes y con ello la gobernabilidad. Quedar a tiro de destitución. Massa armó propuestas livianas, confusas, en distritos claves que no controlan sus aliados de superficie. ¿Tendió acaso la mesa para una comilona que espera nuevos invitados? ¿Para qué hacer nombres? No seas malo.

También existe otra explicación. Massa es la expresión inacabada de un nuevo tipo de liderazgo que está surgiendo bajo la presión de la demanda social. Un liderazgo centrado en los problemas cercanos, “municipales”, de vida cotidiana. Alejado de los grandes debates ideológicos. Transporte público, salud, inundaciones, educación, seguridad. Esa lectura explicaría porqué Cristina eligió a un intendente para pelear con un intendente.

Pero algo es real, aún aquellos que comparten esa mirada, creen que el 2015 será mucho menos light que este 2103, si es que eso es lo que nos depara esta campaña, que como en aquellla brillante novela de Dino Buzzati, parece sumida en un inicio eternamente diferido.