Los gobiernos de Bonfatti y Fein se echan la culpa del papelón del clásico rosarino

El enfrentamiento de hinchas con la policía que motivó la suspensión del clásico de Newells y Central, impactó de llenó en el socialismo gobernante. La provincia intentó descargar culpas y reiteró que el partido se podría haber jugado. Desde la municipalidad que conduce, la también socialista Mónica Fein, lo cruzaron la idea. La interna de Lifschitz y Binner por detrás. 
La Política Online había anticipado que el clásico de los clásicos de Rosario había desatado una extravagante interna política, acicateada por la decisión del ministro de Seguridad, Raúl Lamberto de autorizar el partido, afirmando que la provincia que gobierna Antonio Bonfatti estaba en condiciones de garantizar la seguridad del certamen.

Sin embargo, el diablo metio la cola y lusgo de un durísimo enfretamiento entre hinchas de Newells, que incluyó armas de fuego, se decidió suspender el partido con todas las entradas vendidas y la gente en la cancha.

Ante el papelón, Lamberto no tuvo mejor idea que ratificar que estaban dadas las condiciones para que se jugase el clásico. Visión peculiar que se apresuraron a cruzar desde la intendencia de Rosario, que conduce la también socialista Mónica Fein.

El secretario de Gobierno de Rosario, Fernando Asegurado, afirmó que la Municipalidad estaba de acuerdo con la suspensión del partido ya que “los elementos surgidos generaban mayor incertidumbre, según expresó el funcionario a medios locales.

El ex intendente Miguel Lifschitz también se sumó a la discusión. Entrevistado en el programa “El Informador” de LT8, dijo que como intendente no hubiese autorizado el partido y agregó que la organización “fue una locura de los dirigentes de los clubes y del empresariado”. Sin la necesidad de responsabilizar a funcionarios, sostuvo que “fue un alto riesgo haberlo promovido” y que “era previsible que iba a pasar esto”.

El clásico y las MalvinasEl bochorno confirmó la predicción del titular de la empresa organizadora del clásico, Guillermo Tofoni, quien antes del partido había dicho que es “más fácil organizar un Argentina-Inglaterra en las Islas Malvinas que el clásico de Rosario”. 

El cruce no parece inocente y da la impresión de responder a la larvada pero persistente interna del socialismo. Lifschitz era inicialmente el candidato puesto para suceder a Hermes Binner en la gobernación en las elecciones del 2011.

Pero el entonces candidato presidencial eligió contra todo pronóstico apoyar a su ministros de Gobierno, Antonio Bonfatti, poco conocido en aquel entonces. Las elecciones que Bonfatti casi pierde frente al macrista Miguel del Sel, confirmaron lo arriesgada que fue la apuesta de Binner, acaso celoso del liderazgo terrritorial de Lifschitz, que quedó convalidado en esa elección.

El entonces intedente de Rosario se presentó como senador provincial y propuso a Mónica Fein como sucesora. Amabos ganaron por margenes muchos más amplios d elos obtenidos por Bonfatti y en última instancia le salvaron la elección. Ahora, Lifschitz cree que llegó su momento y parece dispuesto a jugar fuerte para suceder al actual gobernador en el 2015.

El papelón

La semana pasada había comenzado agitada en materia de seguridad. Pintadas y atentados incendiarios a inmuebles, cuyos propietarios se referencian con alguno de los equipos, caldearon los ánimos rosarinos. Pero el gobierno de Bonfatti sacó pecho y “garantizó” la seguridad del partido con un megaoperativo policial que incluyó 700 agentes, 120 guardias urbanos y un helicóptero. La situación, igual se desmadró.

Ayer, a tres horas del comienzo del clásico, y por motivos que aún no han sido esclarecidos, hinchas de Newell’s se enfrentaron con la policía en adyacencias del estadio de Newells y dejaron el saldo de un policía herido. Mientras tanto, en la cancha de Central, la hinchada canalla esperaba el inicio del “amistoso” que se iba a jugar sin público visitante.

A los pocos minutos de ocurrido los incidentes, arribó, al Parque Independencia, el ministro Lamberto y recorrió la zona.

Luego de más de una hora de reunión con las autoridades rojinegras, se decidió la suspensión del encuentro y estallaron las acusaciones cruzadas sobre quién había ordenado la suspensión. Para los dirigentes de Newells no estaban dadas las condiciones de seguridad para el arribo de los jugadores mientras que provincia se desligaba de la decisión, adjudicándosela al Club.

El presidente de Newells, Guillermo Lorente, acusó directamente al ministro Lamberto de mentiroso: “Si Lamberto dijo que él no suspendió el partido, está mintiendo. Lo conozco, lo aprecio, es un amigo desde hace 40 años, pero está mintiendo”, afirmó el dirigente a la prensa. Lorente agregó que el operativo fracasó y así se lo había hecho saber al ministro.

Según Raúl Lamberto, a pesar de los incidentes registrados, el partido se podía jugar y sentenció que “el clásico se jugará cuando los clubes asuman su responsabilidad”.

Mientras que, el presidente de Central, Norberto Speciale, hechó más sal al escándalo al acusar directamente a la dirigencia de Newells: “el que tenga un club de talibanes que manejan las decisiones, que lo solucione” afirmó.

En ese sentido, la jueza de instrucción, Alejandra Rodenas, quien antes del partido se había reunido con dirigentes de los clubes y representantes del municipio y provincia para “prevenir” incidentes, cuestionó que las instalaciones de Newell’s estuviesen abiertas cuando allí no se iba a desarrollar el partido y denunció que policía encontró una pistola en un baño del club.

La jueza también denunció que justo en el momento de los enfrentamientos, las cámaras de seguridad del club no funcionarion.

Más allá de quién tomó la decisión de suspender el partido, lo cual responde más a una necesidad folclórica que a comprender lo sucedido, lo concreto es que Santa Fe no logra superar la crisis institucional y política desatada a partir de las sospechas de vínculos entre el narcotráfico y la policía y alimenta esa sensación creciente que “todo puede pasar” en la provincia de la bota.