¿Qué mensaje envía para octubre la elección de Miguel del Sel?

La elección de Miguel del Sel en Santa Fe, que casi duplicó los votos del kirchnerista Agustín Rossi, replica la distancia que Mauricio Macri le sacó a Daniel Filmus. La pregunta central es hasta que punto estos resultados se explican por cuestionales locales, y cuanto reflejan un cansancio de la sociedad con el kirchnerismo, que acaso podría complicar el tránsito de Cristina hacia la reelección.
Miguel del Sel acaba de sumarse oficialmente a la muy exclusiva lista de fenómenos populares de la historia reciente de la Argentina. No fue una novedad para La Política Online que así lo visuelizó luego de la impactante elección que hizo en las primarias santafesinas, pero si lo fue para muchos analistas y dirigentes políticos que eligieron mirarlo desde el prejuicio.

Las razones locales de la levantada del Midachi –que se intuyen- son varias. A su indiscutible carisma personal, se suma el evidente descontento del voto peronista clásico con el kirchnerista Agustín Rossi, tal vez más identificado con el desaparecido Frepaso –que integró- que con el PJ santafesino. Y es todo un tema para analizar si acaso el kirchnerismo no empieza a pagar electoralmente su debilidad por los dirigentes que política y culturalmente representan lo que fue esa fuerza, por sobre los pragmáticos peronistas tradicionales.

Es decir, como ocurrió con Filmus en Capital, rodeado de progresistas como Gabriela Cerrutti, Carlos Heller, Martín Sabbatella y Aníbal Ibarra, mas la “epica” setentista que aporta La Cámpora, se elabora un coctel electoral que al parecer no resulta del todo agradable para la mayoría que se pretende conquistar. Como si a la hora de auscultar la sociedad, el kirchnerismo estuviera mirando sin lentes una película 3D, y recibiera así una imagen ligeramente desenfocada, superpuesta. Como si no les resultara posible separar lo deseado de lo real.

Era tan cantada la derrota de Rossi como su capricho por quedarse con una candidatura a fuerza de aparato y poder económico, aún cuando condenara al peronismo de su provincia a la peor derrota de su historia ¿O se trató de la búsqueda de una reivindicación personal, luego del profundo rechazo que sufrió cuando se convirtió en el emblema de la resolución 125? ¿No era acaso un candidato más lógico para una provincia agroindustrial, Omar Perotti, respetado intendente de Rafaela, corazón del Santa Fe productivo, que se buscara recuperar?

Esta claro que en política los caprichos se pagan. Y es esa palabra la que por estas horas recorre como un escalofrío la espalda de los kirchneristas racionales. ¿La sociedad no estará enviando un mensaje de rechazo a esa insistencia por sostener ficciones como los números del Indec? ¿Esa negativa a reconocer las preocupaciones reales de la sociedad como la inflación, para imponer un debate impostado contra las “corporaciones”, un relato de lo “nacional y popular” que de tanto repetírselo entre sí, termina perdiendo de vista lo genuinamente popular, que no es como se pretende sino como es?

Como ocurrió en la Capital, Rossi repitió todos los clichés de una campaña endogámica, muy buena para convencer a los ya convencidos, muy mala para ampliar la base política. Poco tiene que ver con el ADN peronista la tozudez “doctrinaria”, el purismo político que enarbolan algunos kirchneristas, en una pretensión además incomprensible cuando se trata de liderar un partido de masas como es el PJ.

Así el peronismo, que gobernó Santa Fe durante más de dos décadas, terminó relegado a un humillante tercer lugar, arañando menos de un cuarto del electorado, detrás de los triunfantes socialistas -que retuvieron el gobierno con lo justo-, y Del Sel que les hizo pegar un buen susto.

Rossi sufrió además un corte de boleta muy amplio frente a su primera candidata a diputada María Eugenia Bielsa, que le sacó más de 12 puntos, casi la misma distancia que el Midachi le sacó a su propio candidato a diputado Norberto Nicotra, revelando que hubo -y mucho- voto Del Sel-Bielsa.

Cruce de votos que lleva a preguntarse si no se equivocó Reutemann al apostar veladamente a la interna del PJ, que terminó siendo funcional al kirchnerismo; si acaso no hubiera logrado recuperar la provincia para el peronismo si apostaba en serio por Del Sel, más allá de su volantazo de las últimas 48 horas.

¿Afectan las derrotas a Cristina?

Una posible interpretación es que tanto en Capital como en Santa Fe, la gente eligió lo “nuevo” frente a los partidos tradicionales y eso también marca un límite a las esperanzas de los principales candidatos de la oposición como son Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín, quienes por distintas razones no aparecen asociados al concepto de “nuevo”. Si esa fuera acaso la motivación principal de esos electorados, Cristina podría estar un poco más tranquila, pues pese a estar hace 8 años en el poder, ha sabido diferenciarse de “la vieja política”.

Pero acaso lo que empezó en Capital y siguió en Santa Fe, sea un nuevo proceso político que contiene una fuerte dosis de hartazgo con el kirchnerismo. De ahí no ya las derrotas, sino las abultadas diferencias. Si así fuera, que todavía no aparezca un rival de fuste frente a la Presidenta, no debería alentar optimismos en la Casa Rosada. Muy bien puede surgir de las primarias de agosto, que como nunca ahora cubren el cielo oficial con la amenaza de una tormenta perfecta: configuran la ocasión ideal para expresar un rechazo al kirchnerismo, sin pagar todavía los costos de elegir presidente.

Habrá que esperar que baje la espuma de esta elección para empezar a decodificar su mensaje, pero lo que empieza a vislumbrarse es que desde el cierre de listas, que se caracterizó más por lo que expulsó que por lo que sumó, el kirchnerismo a perdido la iniciativa política y no atina a elaborar una respuesta consistente frente a un nuevo escenario –más adverso- que la de repetir como un mantra que “igual Cristina gana en octubre”.

Falta autocrítica y falta política –de la de verdad, no la que se hace con obedientes-, como bien dijo Horacio González en la catársis pública de Carta Abierta, que luego malograron con forzadas desmentidas, confirmando que aún ellos –los intelectuales, los críticos- están inoculados con el virus del seguidismo que cuestionan. Ese mismo virus que luego de la derrota porteña, llevó al kirchnerismo a descargar sin filtros una imagen de agresividad y resentimiento hacia la sociedad, que acaso haya pagado en Santa Fe.

Son demasiadas preguntas las que ahora se amontonan en la mesa de la Presidenta y la principal de ellas es tan simple como vital: ¿No habrá llegado el momento de cambiar algunas cosas?