La estatización de las AFJP

Horas desesperadas

El gobierno tuvo que capturar los fondos de las Afjp porque fracasaron todos los  intentos anteriores por financiarse. Sin embargo, no está despejado el riesgo de default. Se trata de una decisión que mira el cortísimo plazo, pero que afecta a las futuras generaciones de jubilados. Improvisación y desesperación, marcan una medida apresurada que mereció un debate amplio y consensuado.
Es lo que se ve. Un gobierno con urgencias financieras, que no vaciló en quedarse con los últimos pesos que quedaban en el sistema. Por supuesto que la explicación –enmascarada por los aplausos y festejos de las centrales obreras y algún diputado progresista distraído-, se presentará como un acto en “defensa” de los haberes de los futuros jubilados, que por fin, gracias a la intervención de la Presidente, lograrán escaparse de las garras de gerentes inescrupulosos.

Se puede reconocer incluso que es un debate serio y acaso necesario, que debería darse la Argentina: definir qué sistema previsional es el que prefieren sus ciudadanos. Pero la medida que se anunciará mañana, adolece de la misma apresurada e inconsulta creación de las Afjp en los noventa.

Los cambios previsionales tal vez sean de todos los debates políticos, los que exigen mayor prudencia. Es que cualquier cosa que se toque hoy impactará en las futuras generaciones, que serán las que pagarán los costos de una medida en la que no participaron. Por ello en sociedades más maduras, se discuten por años y con extrema precaución. No existió ninguna de esas consideraciones en la decisión que el kirchnerismo tomó bajo la urgencia del default.

En esta columna se anticipó meses atrás que el gobierno se encaminaba a una encerrona financiera, que la crisis global no hizo sino agravar, ya que de aquí a fines del 2009 debe pagar vencimientos de duda por unos 20 mil millones de dólares. Es que el canje de bonos que imaginaba para financiarse debía convalidar tasas que superaban el 17 % del megacanje, que derivó en el procesamiento de Domingo Cavallo y Daniel Marx. Ese problema sigue vigente y agravado.

Sin poder financiarse en el exterior, sin poder apelar a Hugo Chávez que en la última operación cobró tasas cercanas al 15 %; sin poder avanzar en un canje de los préstamos garantizados, ni con los bonistas en default, ni con el Club de Paris; el gobierno apeló al famoso “Plan B” que se negaba a blanquear. “Directamente manoteó los 100 mil millones de las Afjp”, explicó a La Política Online un alto directivo de un banco.

Antes de eso, se aseguró que el Presupuesto 2009 que aprobó diputados, incluyera las modificaciones de las cartas orgánicas del Banco Central y el Banco Nación, que le permita al Poder Ejecutivo disponer también de esos fondos. “Es muy simple, la famosa Caja K, ya no existe más. Necesitan agarrar toda la plata que exista”, agregó la fuente consultada.

El problema sigue ahí

Conocida la decisión, el mercado lejos de ver un gobierno que asegura sus finanzas, observó un manotazo de ahogado de una administración, que está viendo que ni aún en el caso de que logre sacar el canje de los préstamos garantizados, logrará cumplir con sus obligaciones. Por eso, cayó la bolsa, y más importante, por eso se desplomaron los bonos que en algunos casos llegan a delirantes rendimientos en dólares cercanos al 40 por ciento y ni aún así logran atraer el  interés de algún inversor. Más claro: el mercado cree que más temprano que tarde la Argentina dejará de cumplir con sus obligaciones. Esto es, un nuevo default.

La decisión también golpeó las acciones de los bancos. Es lógico. Alrededor de un 8 o un 9 por ciento de los fondos del sistema de Afjp están en plazos fijos. Es a estos fondos a los que apunta el gobierno, unos 9.000 millones de pesos que ahora pasarán a las arcas kirchneristas. “Van a poner todos los plazos fijos en los bancos del Estado”, anticipó a La Política Online un economista de la City. A esto se suman unos 3.000 millones líquidos. O sea que el gobierno suma unos 11.000 millones para pagar sus urgencias, como ser, el aumento a los docentes bonaerenses. Así de desesperada es la situación que se vive en la Casa Rosada.

¿Los riesgos? Debilitar a los bancos en medio de la crisis global no parece buena idea. Pero no es momento para tibios. Otra consecuencia, desaparecerá lo que quede de préstamos al consumo. Los famosos préstamos que daban casas de electrodomésticos como Garbarino, que se integraban en fideicomisos que financiaban las Afjp. Chau licuadoras, plasmas y helederas.

Lo divertido –o trágico- del asunto es que el gobierno presenta la medida como un “rescate” de las Afjp cuya rentabilidad esta en crisis porque tienen más del 60 por ciento de sus fondos invertidos en bonos argentinos. Lo gracioso es que fue el propio Estado el que las obligó a invertir en esos bonos, y luego hizo todo lo que hizo para que su valor se derrumbara. Incluso, meses atrás, obligó a las administradoras a repatriar fondos que tenían en Brasil, que dejaban una mayor rentabilidad a los afiliados. Es decir que el gobierno causó el problema y ahora dice que tiene la solución.

El problema es el déficit


La fortaleza fiscal en la que se parapetó el kichnerismo para domar al país ya no existe. Y la propia dinámica política de sus actores no hace sino agravar la debilidad. Un ejercicio interesante para economistas, podría ser correlacionar el déficit de la provincia de Buenos Aires con el superávit de la Nación. Si se computan los últimos aumentos que Daniel Scioli les dio a los docentes y se proyectan incrementos similares para el año próximo, se verá como la provincia evapora el supuesto superávit nacional.

Esto lo vio con claridad Mauricio Macri y por eso su ministro Mariano Narodowski salió a pedir públicamente una reunión con su par de la Nación, Juan Carlos Tedesco. La lógica es sencilla: ¿Porqué le financian los aumentos a unos y a otros no? Y promete efecto cascada. La plata en algún momento se va a acabar. Por las dudas, ya hay paro nacional de docentes y lo anunció Roberto Baradel, el dirigente bonaerense al que Scioli acaba de prometer el aumento que Macri negó a los porteños. Una foto del futuro: creciente conflictividad social y sindical; y gobiernos corriendo de atrás, siempre de atrás, a los problemas.

Los gobernadores ya no se hacen ilusiones. Todos esperan el momento cuando se estrelle “el grandote”, o sea Daniel Scioli. Un segundo después les tocará a ellos. Mientras tanto, la Nación también les roba a las provincias. Hoy la coparticipación se reparte en tres, no en dos. Una parte para la Casa Rosada, otra para las provincias y las dos aportan a una tercera: la Anses. El famoso superávit que Amado Boudou anuncia con alegría cada mes y que Néstor Kirchner utiliza según su parecer, en rigor, incluye una porción que las provincias nunca ven. Y les pertenece. Apenas una muestra más del unitarismo fiscal imperante.

¿Qué puede depararnos el futuro? Sería insensato arriesgar pronósticos en un clima de tanta inestabilidad. Igual algunos datos ya circulan: seguramente el gobierno siga devaluando el peso, lo necesita para licuar su déficit,. El banco JP Morgan arriesgó que a fin de año el dólar llegará a $ 3,80. Hagan sus apuestas.

Inversión ya casi no hay, y con la medida de hoy desaparecerá. Como el crédito para las empresas. La recesión empezó a mostrar los dientes y regresan palabras que parecían olvidadas: “retiros voluntarios”, “despidos masivos”, “doble indemnización”. Un rap que remite al 2001.

¿Cómo y cuando estallará?, es la pregunta habitual. Lo primero que se evapora es la confianza. Después, sobreviene el crac económico y enseguida la crisis política. Pero puede suceder también que la situación se estabilice en una decadencia administrada –al menos durante un tiempo-, en un caos controlado, una mezcla de recesión, inflación y conflicto social.

“Pienso que si la realidad pone a los Kirchner contra la pared, antes que reconocer el fracaso de sus políticas van a emitir a rabiar, que la inflación se dispare y que sea lo que Dios quiera. Después, siempre les quedará el recurso de denunciar una conspiración de mercado”, arriesgó ante La Política Online un ministro opositor que imagina de aquí al 2011 una pendiente poco agradable.