Inteligencia

El topo cubano cambia de libreto y ahora admite haber espiado durante 42 años en EEUU, Argentina y Bolivia

Tras haberse declarado inocente, Manuel Rocha negoció un acuerdo y confesó haber sido espía por más de 40 décadas. Protagonista de una de las infiltraciones de mayor alcance en la historia, busca no morir en prisión.

"Estoy de acuerdo", concedió Víctor Manuel Rocha, esposado de manos y tobillos. Lo dijo ante la consulta de la jueza federal de Miami respecto a si deseaba cambiar su declaración. En concreto, le preguntó si quería pasar su condición de inocente a culpable. Rocha se paró con esfuerzo y accedió en voz alta.

Este ex diplomático de 73 años aceptó haber cometidos dos delitos federales de conspiración, al actuar como agente de un gobierno extranjero. Los cargos implican una pena máxima de entre 5 y 10 años de prisión cada uno. Hace dos meses, Rocha se había declarado inocente. ¿Qué cambió en el último tiempo? La defensa del ex embajador negoció con los fiscales del caso que retiraran 13 cargos adicionales por delitos que incluyen fraude electrónico y declaraciones falsas.

El arreglo de este jueves apura los tiempos del proceso. Y ahora es muy probable que Rocha sea sentenciado el 12 de abril, cuando vuelva a la corte de Miami. La admisión de culpabilidad potencia la enorme sensación de sorpresa, incredulidad y orgullo herido que su historia causó en todo el continente. 

El topo que espiaba para Cuba estuvo entre los donantes de la republicana más crítica con la izquierda de América Latina 

La de Rocha es una de las infiltraciones más duraderas y de mayor alcance en la historia. Este diplomático nacido en Colombia llegó a ser el principal asesor de la Casa Blanca para América Latina. Fue el delegado de EE.UU. en La Habana hasta 1997. Y durante seis años actuó como cerebro del mítico Comando Sur, el complejo militar con base en Miami que diseña las políticas de seguridad y lucha contra el narcotráfico en la región. Además fue embajador en Bolivia y representante en la Argentina. 

A lo largo de 42 años como espía, se camufló como halcón republicano, trumpista fanático, simpatisante peronista, cruzado contra las drogas, lobbista corporativo y fuente del periodismo en Miami.

Un importante analista del sur de Florida aún se encuentra en shock por la revelación. Había visto a Rocha pocas semanas antes de que se conociera la noticia, a fines del año pasado. 

Si bien se difundió un año más tarde, la caída en desgracia de Rocha ocurrió exactamente el 15 de noviembre de 2022. Víctor Manuel Rocha acumulaba cinco años sin mantener contacto alguno con la Dirección General de Inteligencia cubana. Su misión estaba cumplida de manera sobrada. Instalado en Miami, Rocha se encontraba retirado en los hechos. Pero la condición de jubilado es una quimera para los espías. Y ante el mensaje de quien resultaría un agente encubierto del FBI, Rocha volvió al ruedo. Así, cayó en la trampa que le tendieron, según se deduce del procesamiento judicial al que LPO tuvo acceso. 

Rocha aceptó haber cometidos dos delitos federales sobre conspiración, al actuar como agente de un gobierno extranjero. Los cargos implican una pena máxima de entre 5 y 10 años de prisión cada uno. Hace dos meses, se había declarado inocente. ¿Qué cambió? La defensa del ex embajador negoció con los fiscales que retiraran 13 cargos adicionales por delitos como fraude electrónico y declaraciones falsas

 ¿Cuál fue el secreto del éxito de Rocha? "Ir de a poco y con meticulosidad", reveló el espía en uno de los tres encuentros que mantuvo con el delegado del FBI. Las otras dos citas se concretaron en febrero y en junio del 2023. En una suerte de reflexión catártica, Rocha confesó que el espionaje "no es fácil, implica un gran peligro y un enorme sacrificio, con tensiones que hay saber que manejar internamente". ¿Cómo lo logró sin quebrarse o ser descubierto? Su fórmula es simple y artesanal. "Cuando tenés la convicción, tenés la autodisciplina", aseguró. 

En ese punto, el castrismo cuenta con una enorme ventaja respecto al resto de los países. Los espías estadounidenses, los chinos y los rusos lo hacen por dinero. Los cubanos, por amor a la revolución. Lo señaló el senador republicano por Florida Marco Rubio. "La inteligencia de Cuba, en términos de espionaje humano y no de tecnología electrónica, es la mejor del mundo. Ellos no le pagan a nadie. Lo hacen gratis", afirma Rubio.

"Julian Assange está siendo perseguido por decir una verdad vergonzosa y peligrosa"

"Si me preguntabas hacía unos meses te decía que era un diplomático encantador y una persona muy influyente en la Casa Blanca. Era austero y buen conversador sin ser un charlatán, además de ser un halcón republicano y anticastrista. Eso, hasta poco", recordó con una pizca de humor el político argentino Diego Guelar. Embajador en Washington mientras Rocha era el delegado de EE.UU. en Buenos Aires, Guelar tenía trato habitual con quien se reveló como agente cubano.

En una suerte de reflexión catártica, Rocha confesó que el espionaje "no es fácil, implica un gran peligro y un enorme sacrificio, con tensiones que hay saber que manejar internamente". ¿Cómo lo logró sin quebrarse o ser descubierto? Su fórmula es simple y artesanal. "Cuando tenés la convicción, tenés la autodisciplina", aseguró 

Durante su paso por Buenos Aires, entre julio de 1997 y noviembre de 1999, Rocha organizó decenas de reuniones. Las cenas con políticos, empresarios y periodistas se realizaban en su casona (propiedad estadounidense, en realidad) ubicada en el barrio de Belgrano R. En la Argentina, Rocha se hizo fama de ser un cruzado contra las drogas. Su personalidad expansiva le valió una relación de confianza con un peronista que llegaría a la presidencia: Eduardo Duhalde. 

Una vez retirado del servicio diplomático, se reinventó como lobista y asesor corporativo. Trabajó para la poderosa Barrick Gold. Intentó aconsejar a Donald Trump, de quien se declaraba incondicional. "Siempre se quiso meter, pero a mí me daba mala espina", recordó un ex funcionario trumpista. Rocha es dueño de varias propiedades en Miami. Y hasta el año pasado vivía en un condominio del corazón de Brickell, junto a su esposa Karla Wittkop, una dominicana diseñadora de modas.

Desde hace al menos 20 años se volvió una fuente de consulta obligada para los periodistas de Miami que cubrían la política exterior de los Estados Unidos. Especialmente, la estrategia para América Latina. Todos lo conocían y le pedían información. Forjó vínculos de extrema confianza con editores, académicos y analistas. Relaciones que algunos llegaron a considerar de amistad. La doble vida de Rocha todavía es difícil de asimilar para ellos. 

Pero el topo cubano ahora tiene problemas más urgentes que la decepción de sus engañados. Rocha quiere que el acuerdo con los fiscales le evite el destino de morir en una prisión de Miami.