Peronismo

Cristina se va a la guerra

La vice decidió extremar el conflicto que arrastra con sectores de la justicia y el poder real. Su renuncia abre un escenario de vértigo en el peronismo.

Una vez más Cristina agarró el tablero y se lo llevó, dejando a los jugadores con la incógnita si es la confesión de una derrota o el inicio de un regreso recargado. Los kirchneristas oscilan entre el susto de quedar huérfanos y la esperanza de un 17 de Octubre que les traiga de regreso a su candidata.

Si se repasa la historia política de Cristina, suele hacer lo que dice. De manera que, si se concede que lo probable es más probable que suceda, habría que creerle que no será candidata a ningún cargo el año que viene. Esto es, que no será candidata a Presidenta ni a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires.

"Se liberó para endurecerse", sintetizó uno de los dirigentes más sensatos que le queda al Gobierno. Si se repasa su descargo, la confrontación directa con Magnetto, la exhibición detallada de chats privados, queda bastante claro que Cristina decidió sacarse los guantes y liberarse de esa obligación de medir cada gesto, cada palabra, que imponen las campañas a los candidatos. 

También hay que decir que su decisión es extraña desde la construcción de poder: Cristina venía transitando un camino de candidata o gran electora que tuvo en el acto en el Estadio Unico de La Plata un pico, que ahora parece fuera de sincro. La lógica que se descontaba es que mantendría el misterio sobre su candidatura hasta el final, para asegurarse el control de las listas y la definición del candidato. ¿Qué cambio? ¿Prevaleció el deseo de enfrascarse en la pelea judicial por sobre la búsqueda del poder?

Como sea, el peronismo se enfrenta ahora a dos crisis encadenadas. A nivel nacional se podrá especular que Sergio Massa es el gran ganador del paso al costado de Cristina, pero habría que mirar un poco más de cerca esa conjetura. La renuncia de Cristina no fue un gesto de apaciguamiento, por el contrario fue el climax de un desafío mercurial a la justicia, Clarín y ese entramado que se conoce como el poder real. O sea, si se acepta que Massa es la expresión de un peronismo moderado, de centro capitalista, el contexto no parece el mejor para desplegar esa agenda. O sí, con Cristina nunca se sabe.

Hasta acá el ministro de Economía vino transitando en una vida paralela, como si la Argentina fuera Italia o Perú, con una política enloquecida y un equipo tecnócrata ajeno a esa locura, concentrado en tratar de ordenar las variables. Pero todos sabemos que la Argentina es la Argentina.

Dicho de otro modo: ¿El año que viene, Cristina buscará reivindicar su legado o apostará al futuro? Si es legado, el candidato es Kicillof, el símbolo de su modelo económico. Si es futuro es Massa. Pero para eso, el ministro tiene que llegar vivo, esto es, bajar la inflación.

Massa se dio la estrategia de comerse al elefante pedazo por pedazo. Va cerrando aumentos, sector por sector, en torno al 4 por ciento. Con la idea de tener en marzo, supongamos, una inflación en torno a ese número, para ahí bajarlo en otra ronda de acuerdos al 3 por ciento. El objetivo: llegar a Junio, cuando se cierran las candidaturas, con la inflación ubicada más cerca del 3 que del 4. Cuando se entusiasma, el ministro sueña con un 2,9 por ciento. No sean malos, los sueños son necesarios para levantarse cada mañana.

¿El año que viene, Cristina buscará reivindicar su legado o apostará al futuro? Si es legado, el candidato es Kicillof, el símbolo de su modelo económico. Si es futuro es Massa. Pero para eso, el ministro tiene que llegar vivo, esto es, bajar la inflación.

Tenemos entonces dos posibilidades: Un candidato "puro" que se inmole en la defensa del legado, que pondría en crisis al peronismo. Y el candidato futuro, que necesita sortear el fuego de la inflación. Todos los caminos están tapizados de brasas. Por algo la señora se bajó. 

Después está la dimensión mística. Cristina es Evita. Su renunciamiento se suma a aquel renunciamiento. Sale del conflicto por la puerta grande de la Historia. La versión saturada de una decisión, que sólo un puñado de elegidos conoció apenas unas horas antes, se expande con esa facilidad que tiene el peronismo para fabricar mitos. Ya lo dijo Borges mejor: "El peronismo tiene todo el pasado por delante". Cristina citó la canción "Mi Perro Dinamita" para describirse, pero acaso le calza con más precisión "Encuentro con un angel amateur".

Pero volvamos a la realidad. La ausencia de Cristina en la boleta acaso genera un vacío aún más grave para el peronismo en la provincia de Buenos Aires, territorio que concentra el cuarenta por ciento del padrón nacional. Por eso, son dos crisis encadenadas, que es lo mismo que decir una. ¿Qué capacidad tiene ahora Máximo Kirchner como presidente del PJ bonaerense, de ordenar ese mozáico infernal que es el peronismo de la provincia? ¿De contener rebeldías? ¿De defender a los candidatos de La Cámpora? ¿De establecer, en definitiva, una línea política, unas listas, unas alianzas, un curso de acción?

Acaso por eso, cuando todavía los peronistas intentaban procesar la novedad, desde la Cámara de Diputados comenzó a circular la versión que Máximo consideraba imprescindible para ordenar la provincia, que un Kirchner fuera en la boleta. Por lo que se sabe, el único que queda disponible es él mismo.

Alberto Fernández, cuando salga del shock, enfrentará interrogantes similares: ¿Esto es bueno o malo para su Gobierno? ¿Una Cristina liberada del corset de la búsqueda de votos, no tiene todos los incentivos para radicalizarse? ¿Cómo impacta eso en su ilusión reeleccionista?

La oposición por supuesto tiene una oportunidad dorada. Ante el vacío de poder que generó de manera instantánea el anuncio de Cristina, podrían ofrecer una foto de unidad que transmita a los ciudadanos la tranquilidad que hay equipo de reemplazo. ¿Lo harán o la idea de estar un paso más cerca del poder, alimentará esa interna tan destructiva, tan vacía de contenido, que vienen exhibiendo?