El acuerdo con el FMI

El Banco Central se comprometió con el FMI a soltar el dólar para que acompañe la inflación

El borrador que trascendió señala que el tipo de cambio mantendrá la paridad real de fines de enero, lo que obliga a Pesce a dejar correr el dólar a la par de la inflación.

De a poco la política cambiaria del acuerdo con el FMI deja de ser un misterio. El borrador del entendimiento entre Guzmán y el Fondo Monetario dejó saber que el país se compromete a mantener el tipo de cambio real en el nivel de fines de enero de 2022.

En otras palabras, el Banco Central deberá adecuar el paso de la depreciación del peso al ritmo de la inflación y ya no podrá usarlo como ancla para frenar la inflación como intentó hacer en 2021 cuando dejó el dólar correr solo 22% frente al IPC que avanzó 50,9%. En cambio, solo podrá retrasarlo ligeramente en caso de que el dólar se abarate frente a las monedas de los socios comerciales de Argentina porque eso generaría una pérdida de competitividad en términos del tipo de cambio multilateral, como viene sucediendo desde comienzo de este año.

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De esta forma, el Banco Central se queda sin su principal instrumento para combatir la inflación y en cambio deberá centrar la lucha contra la inflación en la tasa de interés pese a que la experiencia de altas tasas de interés de Sturzenegger y Sandleris mostraran escasa tracción de la tasa sobre los precios y pese a que, incluso antes del último experimento de Metas de Inflación, los modelos econométricos del mismo Banco Central mostraran que en Argentina no hay una correlación estadísticamente significativa entre tasas y precios, como suele ser en el resto del mundo.

De hecho, el compromiso que trascendió incluye una liberación gradual de las tasas de interés activas que el Banco Central mantuvo pisadas en su última suba de tasas pasivas. Es decir, que el FMI apuesta a mejorar los canales de transmisión de la tasa para que, efecto contractivo mediante, consumidores y empresas sientan el rigor del endeudamiento y se desincentive el aliento del crecimiento de la demanda agregada tanto de bienes finales como de bienes de capital e intermedios.

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Esto es consistente con el objetivo de preservar las reservas internacionales para que no se destinen a la importación de insumos ni de maquinaria (y menos que menos bienes finales y servicios) al tiempo que se le garantiza al sector exportador estabilidad en la competitividad de la moneda para fomentar el engrosamiento de las magras reservas en las arcas del Banco Central. Cabe recordar que la meta para 2022 es que las reservas internacionales crezcan unos 5.800 millones de dólares en términos netos, esto es sin tener en cuenta el efectivo mínimo ni los swaps de monedas.

Al fin y al cabo, la prioridad de los programas con el FMI es corregir el déficit de balance de pagos a fin de asegurar los medios para el repago de la deuda con el organismo y con el resto de los acreedores mediante la acumulación de divisas en el Banco Central. Sus metas no son inflacionarias, sino de reducción del déficit fiscal primario y de la emisión para controlar el déficit cuasifiscal.

Para el Gobierno, dejar correr el dólar con la inflación puede volverse un peligro si los dólares paralelos retomar el alza y la brecha deja de comprimirse para volver a su histórica trayectoria ascendente. Es que el tipo de cambio siempre fue el mecanismo por excelencia en una economía bimonetaria con escasa profundidad financiera para contener la inflación tal y como lo dejó en evidencia la experiencia de la convertibilidad, en abismal contraste con los pobres logros de los acuerdos de precios y otros intentos por romper la inercia inflacionaria.

Así, en la lucha contra la inflación las herramientas se van a ver fuertemente limitadas: sin atraso cambiario ni tarifario, se cierran los atajos y resta la apuesta a transitar el sendero largo contra la baja de precios siempre y cuando el Gobierno esté dispuesto a cumplir con este compromiso durante las 10 revisiones trimestrales del programa con el Fondo. Dicho de otro modo: en la caja de herramientas contra la inflación  quedan la contracción de la base monetaria vía tasas de interés y reducción de la asistencia al Tesoro por ajuste del déficit -que como adelantó este medio depende de que la inflación supere el 50%-, los acuerdos de precios de Feletti y el atraso salarial frente a los precios para contener la demanda.

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"No se puede tener transmisión monetaria convencional para contener los precios sin antes bajar el riesgo país ni desarrollar el mercado de bonos y de capitales en general, sin hacer crecer la economía, ni atraer capitales sin abrirla y desregularla previamente. Es un proceso que lleva años y con apoyo político, pero a la inflación hay que bajarla ya, de modo que esto es en sí una seria inconsistencia temporal. Con estas medidas que anuncian no veo que vaya cambiar sustancialmente nada en materia de inflaciónl", dijo a LPO el economista y profesor de la USAL, Héctor Rubini.