Va por.. ¿Cuál México?
El proceso electoral en curso marcará dos hitos que son completamente inéditos, por un lado, la puesta en marcha de campañas, operaciones políticas y trabajos del INE en un contexto de pandemia y emergencia sanitaria. Por otro lado, la coalición Va X México que se propone como un contrapeso desde la Cámara de Diputados, algunas gubernaturas y gobiernos locales hacia Morena y los partidos que arropa.
El objetivo opositor es claro: intentar entorpecer la agenda gubernamental de la federación, la agenda legislativa oficialista y crearse condiciones más favorables para impulsar las propias y poder incidir eficazmente en el presupuesto de egresos que propicie al menos un fenómeno de gobierno dividido que reste poder a la figura presidencial.
Lo delicado de estos objetivos es que se está olvidando un aspecto crucial y elemental para lograr transmitir confianza al electorado y especialmente de aquellos que se encuentran indecisos o de quienes se sienten insatisfechos con los legisladores y gobiernos morenistas.
Este aspecto responde a que no es suficiente únicamente con construir una oposición que solo diga que NO a las políticas del gobierno actual, pues discursiva y sustancialmente representan una oposición plana al régimen, sin propuestas de cambio reales, sino regresivas. En los siguientes meses vamos a observar una campaña gris y homogénea en un país que debe percibirse complejo porque es heterogéneo en todo sentido y la coalición opositora cae en el mismo error de antaño, se empeñan en mantener una mirada simplista y reduccionista de los verdaderos problemas nacionales que se comportan de manera diferenciada y localizada en todo el territorio.
Probablemente este error u omisión planeada, responde al tipo de perfiles e ideologías partidistas que han marcado la política en México desde el siglo pasado. Se han aferrado a un país que niega la diversidad y que apuesta por una ilusoria unidad nacional que benefició a un puñado de personas en perjuicio de una mayoría aplastante. Hablo de esos viejos conocidos que ya fueron legisladores, gobernadores, alcaldes y hasta empresarios, que en campaña visten ropas típicas, que beben y comen lo que se les ofrece, que se dan su baño de pueblo y que evocan a las raíces por unas horas, cuando realmente aborrecen la otredad, no solo por ser sujetos distintos, sino por considerarles inferiores y que buscan únicamente, en el mejor de los casos, asimilarlos sin representarles y ponerles sobre el escritorio soluciones vacías y engañosas alejadas de sus realidades.
Hoy día, después de haber sido derrotados de manera humillante hace casi tres años y de fracasar escandalosamente, vuelven con los mismos estandartes pero revueltos, e incluso se sienten confiados en que su coalición temporal logrará arrebatar en el ámbito local, subnacional y en la Cámara de Diputados la batuta a Morena y sus partidos satélites. Habrá que recordarles a sus poco diversos equipos de campaña que la razón por la cual perdieron la capacidad de gobernar o legislar y enfáticamente controlar el dinero público, no precisamente fue el hartazgo, sino su desconocimiento sobre el México profundo y diverso que negaron durante décadas, sin mencionar los graves problemas nacionales que cultivaron y que hoy alegan, se dieron por generación espontánea a partir del año 2018.
En este punto aclaro, las presentes líneas no son en absoluto una apología o guiño al disfuncional gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero con su movimiento y campaña de más de una década, no buscó asimilar a los silenciados y perjudicados, sino darles voz bajo el lema más o menos incluyente de "primero los pobres", que realmente funcionó (aunque con resultados por demás cuestionables), porque si algo en México abunda es la pobreza, misma que indignamente cobija a una nación. Me refiero a un pueblo multicultural, multiétnico ahogado en la miseria y que casi con seguridad, asumió el enorme costo de esa unidad nacional impulsada por las élites blancas y privilegiadas que hoy buscan su glorioso retorno sin incluirles.
El fracaso que se avecina para la coalición Va X México, también se verá marcada por la comprensión aritmética de los procesos electorales, pues aunque en sus ábacos les favorezcan las cuentas, probablemente una parte de su voto duro, simpatizantes, afiliados e indecisos no conciben dicha coalición y las razones de su articulación, ya que las perciben insuficientes para aliarse con el histórico adversario. Esta revoltura monstruosa está lejana de representar una alternativa viable que aglutine y que integre a los silenciados y que rectifique errores. Por el contrario, sus orquestadores siguen siendo los mismos que desprecian a las mayorías pobres, no blancas y desposeídas, que para su infortunio, el triunfo descansa en sus dedos pulgares.
En resumen, los partidos políticos tradicionales para aspirar a ganar forzosamente tendrán que reconocer y responsabilizarse de la tragedia mexicana, necesariamente deberán apostar a integrar y dotar de poder a la diversidad del país y sólo así podrán representar una solución verdadera a los problemas diferenciados y localizados de un México con múltiples realidades. Pero sobre todo, tienen que ocultar un poco más su verdadera ambición, que claramente es controlar de nuevo el dinero público y todo lo que se puede hacer con él, tanto dentro como fuera de la ley.