Voto 2021
Va por.. ¿Cuál México?
Por Miguel Martínez Ríos
La oposición está aferrada a un país que apuesta por una ilusoria unidad mientras beneficia a un puñado de personas en perjuicio de una mayoría aplastante.

 El proceso electoral en curso marcará dos hitos que son completamente inéditos, por un lado, la puesta en marcha de campañas, operaciones políticas y trabajos del INE en un contexto de pandemia y emergencia sanitaria. Por otro lado, la coalición Va X México que se propone como un contrapeso desde la Cámara de Diputados, algunas gubernaturas y gobiernos locales hacia Morena y los partidos que arropa. 

El objetivo opositor es claro: intentar entorpecer la agenda gubernamental de la federación, la agenda legislativa oficialista y crearse condiciones más favorables para impulsar las propias y poder incidir eficazmente en el presupuesto de egresos que propicie al menos un fenómeno de gobierno dividido que reste poder a la figura presidencial.

Lo delicado de estos objetivos es que se está olvidando un aspecto crucial y elemental para lograr transmitir confianza al electorado y especialmente de aquellos que se encuentran indecisos o de quienes se sienten insatisfechos con los legisladores y gobiernos morenistas. 

Este aspecto responde a que no es suficiente únicamente con construir una oposición que solo diga que NO a las políticas del gobierno actual, pues discursiva y sustancialmente representan una oposición plana al régimen, sin propuestas de cambio reales, sino regresivas. En los siguientes meses vamos a observar una campaña gris y homogénea en un país que debe percibirse complejo porque es heterogéneo en todo sentido y la coalición opositora cae en el mismo error de antaño, se empeñan en mantener una mirada simplista y reduccionista de los verdaderos problemas nacionales que se comportan de manera diferenciada y localizada en todo el territorio.

Probablemente este error u omisión planeada, responde al tipo de perfiles e ideologías partidistas que han marcado la política en México desde el siglo pasado. Se han aferrado a un país que niega la diversidad y que apuesta por una ilusoria unidad nacional que benefició a un puñado de personas en perjuicio de una mayoría aplastante. Hablo de esos viejos conocidos que ya fueron legisladores, gobernadores, alcaldes y hasta empresarios, que en campaña visten ropas típicas, que beben y comen lo que se les ofrece, que se dan su baño de pueblo y que evocan a las raíces por unas horas, cuando realmente aborrecen la otredad, no solo por ser sujetos distintos, sino por considerarles inferiores y que buscan únicamente, en el mejor de los casos, asimilarlos sin representarles y ponerles sobre el escritorio soluciones vacías y engañosas alejadas de sus realidades.

Hoy día, después de haber sido derrotados de manera humillante hace casi tres años y de fracasar escandalosamente, vuelven con los mismos estandartes pero revueltos, e incluso se sienten confiados en que su coalición temporal logrará arrebatar en el ámbito local, subnacional y en la Cámara de Diputados la batuta a Morena y sus partidos satélites. Habrá que recordarles a sus poco diversos equipos de campaña que la razón por la cual perdieron la capacidad de gobernar o legislar y enfáticamente controlar el dinero público, no precisamente fue el hartazgo, sino su desconocimiento sobre el México profundo y diverso que negaron durante décadas, sin mencionar los graves problemas nacionales que cultivaron y que hoy alegan, se dieron por generación espontánea a partir del año 2018.

En este punto aclaro, las presentes líneas no son en absoluto una apología o guiño al disfuncional gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero con su movimiento y campaña de más de una década, no buscó asimilar a los silenciados y perjudicados, sino darles voz bajo el lema más o menos incluyente de "primero los pobres", que realmente funcionó (aunque con resultados por demás cuestionables), porque si algo en México abunda es la pobreza, misma que indignamente cobija a una nación. Me refiero a un pueblo multicultural, multiétnico ahogado en la miseria y que casi con seguridad, asumió el enorme costo de esa unidad nacional impulsada por las élites blancas y privilegiadas que hoy buscan su glorioso retorno sin incluirles.

El fracaso que se avecina para la coalición Va X México, también se verá marcada por la comprensión aritmética de los procesos electorales, pues aunque en sus ábacos les favorezcan las cuentas, probablemente una parte de su voto duro, simpatizantes, afiliados e indecisos no conciben dicha coalición y las razones de su articulación, ya que las perciben insuficientes para aliarse con el histórico adversario. Esta revoltura monstruosa está lejana de representar una alternativa viable que aglutine y que integre a los silenciados y que rectifique errores. Por el contrario, sus orquestadores siguen siendo los mismos que desprecian a las mayorías pobres, no blancas y desposeídas, que para su infortunio, el triunfo descansa en sus dedos pulgares.

En resumen, los partidos políticos tradicionales para aspirar a ganar forzosamente tendrán que reconocer y responsabilizarse de la tragedia mexicana, necesariamente deberán apostar a integrar y dotar de poder a la diversidad del país y sólo así podrán representar una solución verdadera a los problemas diferenciados y localizados de un México con múltiples realidades. Pero sobre todo, tienen que ocultar un poco más su verdadera ambición, que claramente es controlar de nuevo el dinero público y todo lo que se puede hacer con él, tanto dentro como fuera de la ley. 

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