La experiencia del poder licúa a Podemos

Desde su ingreso al gobierno que lidera el PSOE, el partido de Pablo Iglesias perdió protagonismo político y mediático.

Podemos sucumbe al Gobierno. La formación que nació hace cinco años de la mano de Pablo Iglesias lo hizo con el objetivo de encumbrarse como la 'nueva política', con participación, democracia interna y toma conjunta de decisiones. Un objetivo que se ha frustrado en tiempo exprés. La deriva autoritaria de la organización, el hiperliderazgo reintante y la purga constante de voces críticas han supuesto un desgaste que ha culminado con la entrada en el Gobierno de sus dos líderes, la pareja formada por Iglesias e Irene Montero, vicepresidente y minsitra de Sanidad, respectivamente. Un cambio de posiciones que llevado a la desactivación total de Podemos como partido y al 'vaciamiento' de la organización.

Atado de pies y manos por un acuerdo con el PSOE y sin capacidad de acción más allá del Gobierno de coalición -resignándose al control total de los socialistas-, Podemos también ha renunciado a la labor de oposición, el papel que hasta ahora había desempeñado en la política española. Ocupa ahora un nuevo escenario al que no ha conseguido adaptarse y que ha paralizado a la formación, también a nivel orgánico.

Muestra de ello es el nulo funcionamiento interno de Podemos: la ejecutiva morada, el llamado Consejo de Coordinación, está destinado a ocuparse de "las tareas de carácter político y de coordinación interna", según el Documento Organizativo del partido, así como a "asumir las decisiones políticas inmediatas". Pero este órgano encargado de tomar el pulso social y pronunciarse sobre asuntos de actualidad ha perdido toda su actividad y no se reúne desde el 18 de noviembre, pese a que habitualmente se reunía una vez por semana.

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El 18 de noviembre convocaron una rueda de prensa abierta a la prensa para anunciar una votación exprés entre su militancia y ratificar la entrada en el Gobierno tras el preacuerdo ya firmado entre Sánchez e Iglesias. La consulta se hizo sin que fuera público el programa y sin mención al pacto con los independentistas. Aquella, hace casi dos meses y medio, fue la última de las otrora habituales ruedas de prensa de los lunes en su sede madrileña en Princesa.

Más allá de aquello, desde entonces la cúpula de Podemos sólo aprueba las decisiones puntuales dictadas por Iglesias mediante votaciones telemáticas, como fue el caso del polémico calendario de primarias post Vistalegre 3 que ha desatado las críticas en Andalucía. La falta de una dirección colegiada y la supeditación a las órdenes de Iglesias hubiera sido más difícil en otras épocas de Podemos: hasta 2017 el Consejo de Coordinación tenía la obligación de reunirse "como mínimo una vez al mes", según los antiguos estatutos. Un requisito que Iglesias eliminó en los nuevos documentos.

El partido morado era hasta hace unos meses el actor más activo de la política española, poniendo voz a la protesta social y con propuestas encaminadas a marcar la agenda. Un rasgo que llegó a definirle y que ha perdido tras el pacto exprés sellado con el PSOE. El desembarco en Moncloa ha domesticado a un partido que nació contra el establishment y ha silenciado gran parte de sus reivindicaciones, a las que renunció en el acuerdo de gobierno.

Más allá de abandonar muchas de sus propuestas, la llegada al Gobierno ha vaciado orgánicamente a la formación. La falta de cuadros ha llevado al vicepresidente Pablo Iglesias y a la ministra de Igualdad Irene Montero a reclutar a miembros del Congreso y del partido. Todos los miembros de la cúpula morada residentes en Madrid tienen ahora un cargo de responsabilidad bien en el Gobierno o bien en el Parlamento, sin que apenas haya espacio para abordar una estrategia propia más allá del devenir de Sánchez e Iván Redondo en Moncloa.