Falleció Bermúdez, el poderoso empresario que monopolizó el transporte público de Rosario

El "Gallego" comenzó su ascenso durante la dictadura y con los gobiernos democráticos consolidó su imperio

Agustín Bermúdez era el dueño de Rosario Bus, la única empresa de capitales privados que opera en el transporte público de la ciudad. Llegó a controlar la totalidad del sistema y fue un actor significativo en el tablero del poder local.

Cultivó un bajo perfil, alejado de la prensa y de los círculos empresariales pero con estrechos vínculos con las distintas administraciones que le permitió no solo sortear los vaivenes económicos sino salir fortalecido de las crisis.

Bermúdez logró consolidar su imperio durante las sucesivas gestiones socialistas. La debacle del 2001 empujó a las más de siete empresas de colectivos que operaban en la ciudad a la quiebra siendo Rosario Bus la única sobreviviente y absorber la totalidad del sistema.

A partir de allí, el transportista actuó como verdadero zar del rubro. Según sus detractores, utilizó esta posición privilegiada para determinar el precio del boleto, ejercer presión para lograr concesiones y sumir al sistema de colectivos en uno de los servicios más criticados por la ciudadanía.

Recién en 2009, con la creación de las empresas estatales Mixta y SEMTUR durante la gestión de Miguel Lifschitz como intendente de Rosario, Bermúdez se desprendió de varios recorridos. Sin embargo, los problemas de frecuencia, falta de controles y de mantenimiento de las unidades se habían instalado como un sello distintivo de Rosario Bus.

Ahora, con el fallecimiento de Bermúdez a los 71 años se abre un interrogante sobre el futuro del sistema urbano de transporte cuando precisamente se está discutiendo la implementación de las nuevas concesiones donde el empresario había obtenido una de las dos áreas de cobertura.

El origen del imperio

Agustín Bermúdez se inició en el negocio del transporte público a fines de la década de los 60 en Villa Gobernador Gálvez, localidad vecina a Rosario, con la empresa Martín Fierro. Por entonces, su fuerte era el traslado de los trabajadores del Frigorífico Swift en su momento de esplendor.

En 1979 consigue hacer pié en Rosario durante el gobierno del intendente de facto Augusto Félix Cristiani, con quien mantenía un vínculo personal. El Capitán de Navío encaró un proceso de privatización de las líneas de trolebuses que conectaban toda la ciudad y Bermúdez fue el gran beneficiado.

Para Mariano Antenore, historiador del sistema de transporte rosarino e integrante de Amigos del Riel, el objetivo real del empresario "era deteriorar el sistema de troles, desprestigiar el transporte eléctrico y reemplazarlo por autotransporte". Lo consiguió a mediados de los 80 durante la intendencia del radical Horacio Usandizaga.

La única línea que sobrevivió a las tijeras de Bermúdez fue la línea K mientras que la M y la H pasaron a forma parte del recuerdo de la cuidad. La K actualmente está bajo la órbita municipal y es una de las más eficientes del sistema y hace exactamente un año se reinstaló la línea Q con flamantes coches rusos.

En la década de los 90, Bermúdez comenzó el período de expansión y cartelización: "se queda con las troncales más importantes y empieza a absorber líneas menores que tienen dificultades con la ecuación económica".

"El emporio lo pudo forjar por la pasividad municipal que le permitía acaparar la totalidad del mercado hasta que llegó un momento en que fue muy difícil prescindir de él" relató Antenore.

De esta manera, el "Gallego" Bermúdez supo levantar un verdadero monopolio en la ciudad que le permitió expandirse a otras localidades y provincias. A pesar de las críticas que acumula por los servicios, sobre todo por las frecuencias, ha sido un empresario que ha sacado las papas del fuego en más de una oportunidad a distintas gestiones.

La última ocurrió en febrero de 2017 con la tragedia de la interurbana Monticas. Un choque entre dos unidades de la misma empresa arrojó el saldo de 13 personas fallecidas. La prestadora venía acumulando denuncias de hacía años. Luego de la catástrofe, el gobierno de Lifschitz tuvo que anularle la concesión y Bermúdez terminó haciéndose cargo del servicio a Casilda.