Donald Trump tomó una decisión que ni siquiera Richard Nixon se atrevió: En medio de una investigación que lo tiene en el centro de la escena por los lazos de su entorno con el Kremlin de Vladimir Putin y su influencia en las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos, decidió echar al director del FBI, James B. Comey.

Trump aprovechó que el funcionario, que ocupa el cargo desde el 2013, reconoció que la agencia cometió un error en las acusaciones que en su momento lanzó contra Hillary Clinton por el manejo de sus mails durante el período que fue secretaria de Estado.

Pero casi nadie en el establishment político de Washington compró ese argumento. El consenso por estas horas es que Trump buscó sacarse de encima el asedio por la investigación de los lazos de su campaña con Rusia, que tanto el Senado como el FBI llevan acabo.

Lo irónico es que Comey fue denunciado en su momento por los demócratas por haber beneficiado la campaña de Donald Trump once días antes de la elección. En aquel momento Comey informó en una carta que reabriría la investigación de los correos electrónicos de Hilary Clinton, lo que para muchos terminó por entregarle el triunfo a Trump en la elección.

Apenas ayer compareció ante el Senado Sally Yates, la fiscal general interina de la era de Obama que Donald Trump despidió en enero, y reveló que a Donald Trump fue advertido sobre la peligrosa relación de su ex consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, con el gobierno de Vladimir Putin, por el propio Barack Obama. Sin embargo, Trump decidió invitarlo a su gabinete y no lo despidió hasta que la presión pública fue demasiada.

Este martes, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, trató de desvincular a Trump de la polémica decisión: "El presidente ha aceptado la recomendación del Fiscal General y de su segundo al mando, respecto al despido del director del Buró Federal de Investigación".

De esta manera, Trump buscó descargar en el procurador Jeff Session, un republicano del ala dura, la polémica medida que insinúa el intento de cortar las investigaciones sobre el affaire Rusia.

Antes de que hablara Spicer, en un escueto comunicado, Trump informó que le hizo saber a Comey que estaba siendo "despedido y removido del cargo". Sin citar una razón clara, el comunicado se limita a decir que el Presidente quiere "un nuevo inicio" para el FBI.

"El FBI es una de las instituciones más queridas y respetadas de nuestra nación y hoy se marca un nuevo inicio para la joya de la corona de la aplicación de la ley", agregó el magnate en el comunicado.

El desencadenante del despido, fue un comunicado que este martes el ahora ex director envió al Congreso, corrigiendo el testimonio que dio hace unos días. Comey aclaró en su carta que que Huma Abedin, mano derecha de Hillary Clinton, no había reenviado una serie de correos a la cuenta de su marido, sino que los había respaldado manualmente en su computadora.

En su momento esa supuesta revelación del FBI golpeó duramente a la entonces candidata demócrata. Estos supuestos correos en la computadora de Anthony Weiner, polémico ex congresista y esposo de Abedin, fueron la razón por la que el FBI reabrió su investigación del caso Clinton, tal vez costándole la presidencia.

"Me da nauseas pensar que influí en la elección", declaró Comey ante el Senado hace unos días.

Conocida la decisión de Trump, surgieron voces de condena tanto del Partido Demócrata, por ejemplo través de la influyente senadora Elizabeth Warren, como del propio Partido Republicano.

El presidente del Comité de Inteligencia del Senado y gran amigo de Comey, el republicano Richard Burr, escribió en su cuenta oficial de Twitter varios mensajes donde aclaró -de inicio- que está "preocupado por el momento y el razonamiento del despido del Director" del FBI.

"Vi en el Director Comey a un servidor público del más alto nivel", continuó Burr y advirtió que su salida "dificulta" las investigaciones que lleva adelante su comité sobre la influencia de Rusia en las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos.